No es lo mismo

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Sus labios me presionan lentamente. Su lengua entra sin pedir permiso para toquetear la mía y así llevarme directa al paraíso.

Rodeo mis brazos sobre su cuello, él acaricia mi espalda con lentitud y así me provoca más de la cuenta. Cuanto lo extrañaba. Es la mejor sensación del mundo besar a la persona amada.

Besos guturales que invaden mi ser y mi cuerpo experimenta el placer anhelado. 

Pero luego veo el reflejo de Tony en mi mente, no puede ser. Lo estoy engañando. Es diferente,  antes yo era su novia, pero ahora es un compromiso mayor. Es mi marido.

—Para, para.

Lo hago a un lado y acomodo mi vestido.

—¿Qué pasa, Ana? Yo extraño tus besos —dijo en modo de suplica.

—No, ya no se puede. Estoy casada, esto podría afectar mi relación —menciono y frunce el ceño.

—¿Es en serio? ¿Te afecta besarme por que estés casada? Dime que es broma, es lo mismo cómo cuando lo hicimos mientras ustedes fueron novios, tienes una doble moral enorme —espeta dando  vuelta de un lado a otro.

—No es lo mismo. Antes estaba de novia con él. Antes él no me hacía feliz y ahora...

—¿Y ahora si te hace feliz? Responde eso por favor —su pregunta me ha callado por completo. No puedo perder el tiempo aclarando.

—No sé, solo sé que tu siempre estarás casado. Si hubiese sido otro estuvieras conmigo, si me amarás hubiese hecho todo para evitar que me case, pero no. Yo solo fui un juguete.

—No es así. No es como dices. Tú eres importante en mi vida. No sabía como reaccionar cuando supe que quedaste embarazada en poco tiempo. Luego no me das el chance de pensar y me saltas con que te vas a casar. Todo fue rápido Ana, no me diste chance a nada, debía analizar que estoy casado,  antes de poder decidirme a estar contigo tendría que divorciarme —me dice y absorbo mi nariz mientras limpio mis lágrimas.

—Si, tienes razón. Pero jamás me demostraste tu amor. Lo hubiese dejado todo por ti, pero seamos realista Louis, no dejarás a tu esposa, algo te lo impide y sé que es tu hija, y el que dirán. Por eso, sé feliz, debo irme.

Camino hasta la puerta y me toma del brazo haciendo que me detenga y lo mire a los ojos.

—Nunca te olvidaré Ana, nunca.

Dos lagrimas demuestran su dolor cuando se deslizan por sus mejillas, y besa mi frente. Cuando menos lo pensé abrió la puerta y se marchó dejándome completamente derrumbada.

Labios ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora