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  T Y E E 

En la entrada al casino Vike me mira desde que aparezco en su vista al doblar la esquina. Su ceño no podría haberse fruncido más aún si ella así lo quisiera, los labios están en una delgada línea recta color rosa pálido que resalta con su piel morena. Viste una falda negra, una camiseta amarilla, un chaleco de hilo blanco y zapatillas del mismo color. Toda una intento de diva. Arrugo el ceño yo también porque se lo que me dirá y me entran unas enormes ganas de devolverme. Sin embargo, ya me ha visto. Si me escapo, iría tras de mí.

—¿Cuándo piensas contarme? — pregunta tan rápidamente que tengo que detenerme a procesar cada palabra. Como si fuera poco, entierra varias veces su dedo en mi clavícula.

—No hay nada que contar.

—Claro que sí. En algún momento tienes que hablar—vuelve a moverme.

Luego de irme de Gir Tey aquel día, le mande un mensaje contándole lo esencial y al día siguiente le explique las razones. Le mencione lo de las drogas porque ella ya lo sabía. Pero me he negado desde entonces a revelar a donde me mudé.

No porque no quiera contárselo a ella en específico, sino porque en realidad aun no quiero asumirlo.

Vike le dice a una de las cocineras lo que quiere en su bandeja y la recibe tranquilamente antes de seguir la fila para ir a pagar.

—¿No vas a comer nada? — pregunta. Hago un movimiento con la mano en forma de negación y ella termina de pagar.

—Ya comeré en la cafetería.

No es mentira, pero tampoco es totalmente cierto. La verdad es que aun cuando la comida de la cafetería de la universidad está a precio de descuento para estudiante, y que también hay muchos que la reciben gratis como parte de su beca, también es cierto que incluso a ese precio puede resultar cara para quienes no tienen tanto dinero. La mayor parte del tiempo intento comer en la cafería en la que trabajo.

Por otro lado, desde que comencé a vivir con los Titanes, por poco que los tolere y ya sea porque mi hermano les dice, o sea voluntad de ellos, si hacen comida en el departamento, siempre dejan un plato para mi.

—¿Por qué no me quieres contar donde te quedas?

—Porque sé que armarás un alboroto.

—¿Por qué te estas quedando en Alph Sau?

Abro un montón los ojos. —¿Y tú como sabes eso? — me pregunto quién más sabrá todo lo que hice.

No es que me moleste, de hecho, me da igual. No sería la única en la universidad o incluso en el mundo a quien la descubren con drogas en la habitación; sin embargo, eso llevará a que la gente se entere de lo qué pasó conmigo después de eso; sabrían que mi hermano es nada más y nada menos que Ian Smith y que ahora vivo con los Titanes.

Eso sí que sería el fin de mi mundo.

—De ti no, por supuesto.

Ni siquiera intento repetir la pregunta. Seguro que alguien me ha visto entrar en la fraternidad, y los rumores aquí corren tan condenadamente rápido, que ya ni me sorprendo. De alguna manera ha conseguido atar los cables.

Va hacia la mesa más cercana al ventanal. Le encanta ese sitio, dice que desde allí puede ver a la perfección a los jugadores de fútbol americano que practican en la cancha. Aunque a estas horas de la noche Los lobos del F.A no practican, ella no abandona su lugar. Yo se lo agradezco intensamente, porque es el sitio perfecto para perderme cuando me siento atrapada. Esta vez cuando la vuelvo a rodear logro llegar a mi asiento y dejar mis cosas antes de que me alcance y comience a hablarme nuevamente. Mi cabeza comienza a doler.

Perfecto Desastre | Titanes I |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora