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K Y L A N

En la habitación reina el silencio. Nadie ha vuelto aun, las luces están apagadas y de seguro Tyee sigue sin recobrar el conocimiento en su habitación. No es extraño, después de todo recién son pasadas las seis de la mañana. Me dirijo a la cocina y me veo momentáneamente cegado por la luz del refrigerador mientras tomo una energética. En la misma oscuridad me desplazo hasta mi habitación con la intención de acostarme ahora que por fin me siento dominado por el cansancio. Pero antes de alcanzar a mi cama, tropiezo con miles de estupideces.

Enciendo la luz entre maldiciones y miro a mi alrededor.

Se me había olvidado el gran desorden que deje buscando las llaves. Hay ropa, lápices, libros y accesorios sobre mi cama y en suelo. Las cajoneras abiertas, La mesita de noche volteada y algunas que otras cosas más fuera de lugar.

No hay forma de que me acueste con todo eso encima ni opción de que comience a ordenarlo cuando estoy tan cansado. Así que paso de todo y salgo de allí tan rápido como entré.

—Me cago en su puta...

La luz que se cuela desde mi habitación antes de que alcance a apagarla mientras salga ilumina un bulto sobre el sillón.

Aun cuando parecía bien dispuesta a hacerme caso cuando me fui, no lo hizo. Tampoco entiendo porque demonios creí que iba a hacerlo Es Tyee Smith, después de todo. La chica que parece valerle madres cualquier regla.

Es que ni en su punto mas critico de borrachera.

Enciendo la luz de la sala para poner en orden el lugar. Está hecha un ovillo al costado del sillón agarrándose de reposabrazos como si no quisiera dejarse caer por completo al suelo. La cazadora y las botas han desaparecido, y tiene el cabello como si tan solo hace segundos la hubiera escupido un tornado.

Toco su brazo para despertarla, esta completamente fría, y no reacciona a mi tacto. En mi intento por hacerla reaccionar vuelvo a moverla, pero esta vez su brazo se desliza y se va hacia atrás. Consigo sujetarla por poco, su cabeza queda reposada sobre mi brazo y su cara hacia mi. Lleva el maquillaje corrido, pero no como producto de la borrachera, sino de llanto, y esta pálida.

—Tyee. —La llamo, pero su respuesta es un leve gruñido. —Joder, Ty.

No pienso en nada cuando la tomo en brazos y la llevo al baño. Ni la mañana en que despertamos enredados en mi cama, ni lo bien que me pareció hablar con ella cuando estaba ebrio en aquel bar. No están las alertas rojas que se encienden en mi cabeza cada vez que la tengo cerca ni lo desagradable que me resulta que todas nuestras interacciones terminen en discusiones. Simplemente la cargo y la deposito dentro de la ducha. Prendo el agua caliente y la comienzo a mojar, para que recupere su calor corporal y para ver si consigo que reaccione.

Primero abre los ojos como si acabara de darle un choque eléctrico, alcanza a soltar medio quejido y hay una pequeña convulsión que se le escapa de lo mas profundo del pecho. Alcanzo a abrir la tapa del inodoro justo a tiempo para que ella se enderece y comience a vomitar. Vomita tanto, que llegado un punto tengo miedo de verla sacar algunos de sus órganos de allá dentro. Es tan pequeña y delgada que no me habría creído que bebió tal cantidad de alcohol, si no la hubiera visto vomitarlo.

¿Pero qué demonios pensaba esta tía? ¿Matarse?

Con tal dosis podría haberlo logrado.

—Joder, que puto asco— susurra para sí misma cuando se acaban las arcadas. Se pasa la mano por la boca y vuelve para apoyarse en la pared de la ducha, buscando el calor del agua caliente.

Perfecto Desastre | Titanes I |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora