Capitulo 17

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Las clases empezaron tranquilas a pesar de que las fiestas eran proporcionales a los días de estudios. Flo no volvió a juntarse demasiado con Rocco lo que me desestresó bastante, aunque claro, eso no significaba que no se siguieran hablando y eso era un poco molesto.

Sabía que las cosas en casa de Rocco estaban aún peor ahora que la pequeña había empezado la secundaria, él no me contaba lo que sucedía, no estoy seguro si algún día me contaría todo lo que pasaba por su cabeza, pero lo que podía deducir él no me lo negaba y, dependiendo el día, ampliaba la información.

A veces llegaba borracho a la puerta de mi casa y se quedaba conmigo. Ya no desarmaba la cama que tendía junto a la mía, él pasaba más noches en mi casa que en la propia y eso se estaba volviendo realmente pesado. No me malentiendan, que él llegara a mí a pedir alojo, que me eligiera a pesar de todo lo que yo le había hecho era algo realmente grandioso; pero yo estaba enamorado de él, tenerlo durmiendo en mi misma habitación era algo peor que un castigo.

Todas las noches luchaba con las ganas locas de saltar a su cama, acurrucarlo contra mi, robarle un par de besos, sentir su calor en mi cuerpo, sus manos afirmándose a mi; todas las malditas noches respiraba profundamente hasta quedarme dormido para no perder a la poca amistad que quedaba entre nosotros.

Estábamos terminando el primer mes de colegio cuando un sábado recibí una llamada de Rocco que me descolocó un poco. Habíamos quedado en juntarnos para salir con los muchachos durante todo el día, durante la noche tendríamos una de las tantas fiestas, pero Rocco llamó para cancelar: su hermana había llegado con su prometido.

Me sorprendió en un principio, creí que él y su hermana no se llevaban tan bien, pero al oír lo contento que su llegada lo había puesto, sonreí y lo obligué a prometer que nos veríamos en la noche, cuando termine con todo lo familiar.

Pero él no espero a la noche, llamó en la tarde, estaba alterado y lo único que le entendí es que necesitaba verme urgentemente; me dictó la dirección donde se encontraba y en cinco minutos estuve allí. Rocco estaba pálido, temblaba de frío y cuando subió a la camioneta no pudo mencionar ni una palabra por mucho rato en el que sólo me dediqué a apretar su mano en la mía.

–Lucy está desaparecida.

–¿Qué? –mi pregunta salió deprisa, no pude detenerla. Él se echó a llorar en ese momento y me permití abrazarlo, lo acerqué a mí apretándolo contra mi pecho mientras sentía sus manos aferrarse a mi espalda.

Lo había visto en muchos estados, pero así sólo una vez, cuando me confesó que era gay.

–Ella tiene que estar bien ¿Sabes? En la casa de alguna amiga, o en algún lugar donde se sienta segura... –digo tratando de separarlo para mirar sus ojos, los cuales por supuesto, corre en otra dirección. Limpio sus lágrimas y beso su frente. –¿Quieres que te lleve a algún lugar?

–No... –dice y vuelve a abrazarme. Él no lloraba por lo de Lucy, algo más había pasado con la llegada de su hermana mayor y no me lo estaba contando; si fuera sólo por la pequeña ya estaríamos buscándola. –No me sueltes.

–No... –dije con la garganta apretada, eso había sonado a una súplica. –Nunca.

Pasaron unos pocos minutos hasta que Rocco se separó de mí, abrió la ventanilla y prendió cigarrillo en completo silencio. Apreté su pierna en forma de apoyo y me sobresalté cuando sentí sus dedos enroscarse con los míos; lo miré en busca de su mirada y una explicación, pero él sólo tenía sus ojos fijos en el exterior y le daba una calada esporádica al cigarrillo.

–¿Puedes llevarme al colegio?

–Claro...

Soltó mi mano permitiéndome arrancar la camioneta y nos pusimos en movimiento. Me pidió que estacionara un poco alejado del lugar, sin embargo se podían ver a dos personas sentadas en el paredón del establecimiento.

–Debo ir con ellos –dijo en forma de disculpas descendiendo.

Me apresuré a bajar también y me puse frente a él cuando se disponía a marcharse. Arreglé su cabello y lo apreté contra mi cuerpo.

–Por favor llámame, no importa si es una idiotez o es algo importante, llámame.

–De acuerdo –dijo respondiendo el abrazo.

Lo separé de mí y sujeté su rostro para besar su frente, pero el salvaje dentro de mí bajó a sus labios y depositó un pequeño beso en su boca. Rocco simplemente me observó retirarme avergonzado, eso había sido un movimiento injusto, él no estaba emocionalmente estable para rechazarme; estoy seguro de eso porque mojó sus labios y se acercó a los míos antes de salir en dirección donde sus hermanos hablaban tranquilamente, dejándome ahí, con el sabor amargo del querer más pero conformarme con eso que él mezquinamente me había entregado.

1. Permanece a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora