Capitulo 27

4.8K 486 105
                                    


No pude responder a eso, de todas maneras no creo que haya sido necesario, Tomás sabía lo que sentía por él.

Pasado unos minutos nos pusimos de pie e ingresamos a casa tratando de hacer el menor ruido posible, cosa en la que fallamos completamente y Fidel salió a nuestro encuentro.

–Tom no puede volver a su casa en este estado –digo calmando mis risas, Tomás se había tropezado y casi habíamos terminado en el suelo.

–Hubiera preferido que tú no llegues aquí tampoco –dice de mala gana y me niego a contestarle. –¿Dónde se supone que lo harás dormir? El colchón libre lo está usando Piera y te recuerdo que no tenemos sofá.

–Oh oh –se apresura a decir Tomás llamando mi atención, él se veía completamente entusiasmado y sonrío porque así se ve incluso más perfecto. –Yo tengo un sofá que puedo regalarte Roc... está en el garaje así que no tendremos problemas.

–Sí, bueno –interrumpe Fidel cuando asiento animadamente. –No creo que eso sirva en este momento ¿No?

–Es cierto –dice Tomás, en eso Fidel tenía razón. Suspira y me mira aún más emocionado –Dormiré contigo.

–¿Estás loco? –quiero saber tratando de apartarme, el sólo hecho de pensar en aquello me llevaba a la última vez que habíamos compartido la cama.

–Oh vamos, prometo no violarte.

–Vete a la mierda.

–Vamos, sólo por hoy y prometo que Flo no se enterará –insiste tratando de desviar el tema, cosa que no agradezco, no quiero que ellos continúen pensando que en algún momento puedo llevar una chica a casa.

–Cierra la boca.

–Oh... ¿No sabes de Flo? –consulta a Fidel que niega con interés.

–Está bien, está bien –digo con desesperación, no quería que continuara con eso. –Pero nadie debe enterarse ¿Estamos?

–Si –sonríe y no deja de hacerlo hasta que llegamos a la habitación. –¿Puedo dormir desnudo?

–Basta –pido en un susurro mientras veo a Fidel ingresar en su cama para continuar durmiendo. –Debes comportarte.

–Lo estoy haciendo, te estoy pidiendo permiso.

–Permiso denegado –digo observándolo quitarse el pantalón y quedar sólo en sus bóxers impecablemente blancos.

–¿Te gusta?

–Tomás, termínala –advierto pero no puedo disimular mi sonrisa. Me quito el pantalón también, pero dejo mi remera a diferencia de él, que no tiene problemas en mostrar su escultural torso. –Póntela.

–No. Y no estoy negociando –me empuja hacia el costado de la pared y se mete tras de mí. Una cama de una plaza y media para dos gigantes como nosotros implica estar pegados y eso realmente no era una buena idea. –Deberías quitártela también, quiero sentir tu piel.

–Basta –suplico, porque no quería tener pensamientos como su piel en la mía en ese mismo momento. Quizás en otra situación sí, pero no con Fidel a metros nuestro. –Duérmete.

–Sí –dice abrazándome por la espalda y dándome un beso en la nuca que hace que todo dentro de mí se caliente. Pero llevo mis pensamientos a cualquier lado menos allí y cuando siento su respiración cambiar por una profunda y acompasada me tranquilizo. Esa seguramente sería la noche más difícil de mi vida.

Cuando despierto al día siguiente lo hago sólo porque unos labios suaves besan mi rostro y llaman por mi nombre. Al principio no me sorprendo al encontrarme con la mirada dulce de Tomás, pero luego recuerdo dónde nos encontramos y lo aparto con brusquedad.

1. Permanece a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora