Capítulo 30

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1 mes después...

Caminaba de un lado a otro buscando mi bolso ya que estaba punto de salir, mi vientre comenzaba a crecer, casi no se notaba pero había crecido un poco.

De Jos no sé nada hasta el día de hoy, solo recibía mensajes de Fernanda diciéndome cuando ya podía pasar a recoger el dinero que Jos me mandaba, pero solo eso, nunca me preguntaba sobre mi bebé ni nada al respecto.

Una vez que encontré mi bolso salí del departamento para irme a casa de mi hermano por Melina ya que ella, junto con Sam, me acompañarían al doctor a la revisión de mi bebé.

(...)

—¡Pero yo quiero ir! —pedía Freddy como niño pequeño cuando no le compraban lo que quería.

—No, Freddy. —dijo Mel acercándose a él mientras mi hermano hacía un puchero, ella ya tenía dos meses de embarazo y mi hermano estaba feliz por su bebé.

¿Por qué Jos no pudo ser como él?

—Solo será un par de horas, no te preocupes. —dijo ella tranquilizándolo, Freddy no quería despegarse en ningún momento de Melina ya que decía que podía sucederle algo en su ausencia y él no quería eso.

—Si te sientes mal, se te antoja algo, quieres llorar y quieres que te haga reír o alguna otra cosa no dudes en llamarme. —se despidió Freddy mientras besaba la frente de Melina.

—Sabes que voy yo, ¿verdad? —interrogué a mi hermano quien me daba la espalda y al escucharme dirigió su mirada a mi.

—Pero no es lo mismo, debo ayudarla yo, yo soy el papá. —se defendió Freddy sonriendo orgulloso. —Jos haría lo mismo contigo si estuviera aquí. —bajé la mirada incómoda ante el comentario.

Después de que nuevamente mi hermano le diera instrucciones a Melina sobre qué hacer en caso de que quisiera algo ambas salimos de casa y entramos a mi auto para ir al departamento de Sam.

(...)

—Yo quiero conducir, anda Cami por favor. —pedía Sam haciendo un puchero, realmente yo no quería conducir ya que me sentía con un poco de sueño pero no quería decirle.

—No Sam, gracias. —continúe diciendo mientras bajábamos en el elevador para salir del edificio.

—Por favor. —continuaba pidiendo así que no me quedó más remedio que acceder.

—De acuerdo, está bien, tú puedes conducir. —ella chilló de emoción mientras que Melina rodó los ojos divertida.

—Después de la consulta... ¿Podemos pasar por un pastel? —pidió ahora Melina haciendo un puchero.

—¡Sí! —apoyó Sam feliz, ¿qué les pasa a estas dos?

—Bien, sólo porque también quiero uno. —sonreí y las tres entramos al auto una vez que llegamos a el.

(...)

Después de que el doctor me diera instrucciones sobre cómo debería alimentarme y otros cuidados que debo tener, Melina, Sam y yo fuimos al centro comercial donde se encontraba la pastelería favorita de Meli en la que según ella vendían el mejor pastel de chocolate que había probado en su vida.

Cuando llegamos a la pastelería las tres pedimos una rebanada de aquel pastel y nos sentamos a comerlo.

—Y... ¿Mi hermano no te ha propuesto matrimonio? —pregunté, Melina suspiró y negó con la cabeza.

—No, quisiera casarme antes de tener a nuestro bebé pero él no se digna a pedirme matrimonio. —ella tenía la mirada perdida en su pastel, tomé su mano y hablé.

—Tranquila, yo me encargo de hablar con él. —guiñé un ojo y ella sonrió. —¿Y tú, Sam? ¿Qué sucede contigo y Bryan? —ella simplemente se encogió de hombros con una sonrisa en el rostro.

—No hemos hablado sobre casarnos, y realmente aún no quiero casarme, a menos que él me lo pida. —asentí dándole la razón y continuamos comiendo de nuestro pastel en silencio.

—¿Ya sabes algo sobre...? —Sam rompió el silencio, no había completado la frase pero sabía perfectamente a quién se refería.

—No. —suspiré. —Ya ha pasado un mes, él dijo que volvería y no lo ha hecho. —dije frustrada y Sam puso su mano sobre mi hombro dándome apoyo.

—No lo necesitas. Después de todo nos tienes a nosotras. —dijo Melina sonriendo, les dediqué una débil sonrisa.

—Gracias. —dije y continúe comiendo del pastel, ¡en verdad estaba delicioso! —¿Podemos llevarnos uno entero? —pregunté, a Melina le brillaron los ojos y Sam casi se ahoga.

—¡Sí! —chilló Meli emocionada, reí y nos levantamos para comprar el pastel entero.

(...)

Cuando compramos el pastel continuamos caminando, entramos a una tienda en la que vendían ropa para bebé. Melina aún no sabía el sexo de su bebé pero quería ver la ropa.

—¿Crees que esto se le vea bien? —preguntó Melina con un pequeño gorro amarillo en sus manos.

—Mel, aún no nace. —dijo Sam y yo reí.

—Hay mucha ropa pequeña. —dijo Melina con ternura. —Definitivamente cuando mi bebé nazca vendré aquí a comprarle su ropita. —las tres salimos de la tienda con dirección al estacionamiento en donde había dejado mi auto.

Cuando estábamos a unos metros del auto pude divisar a lo lejos un conocido Mustang rojo. Comencé a seguirlo con la mirada ya que éste estaba buscando un lugar para estacionarse, o eso supongo, una vez que encontró un lugar de él bajó una conocida cabellera rubia.

¿Será Alonso?

No lo creo, él me dijo que se iría a Canadá.

Cuando el dueño de la conocida cabellera rubia dio media vuelta para cerrar la puerta del piloto aclaré todas mis dudas.

Alonso seguía en la ciudad.

A Tu Lado (DCUD #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora