'Capítulo 32'

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—¿Una llamada importante?

Ethan me lleva de la mano sin dejarme apenas caminar a mi ritmo, parece que está tirando de mi, y sus fuertes respiraciones dejan ver que está nervioso, o que aquella llamada fantasma es algo demasiado importante. O demasiado peligroso.

Lo miro sin saber como reaccionar o hacia dónde dirigirme, los nervios y la adrenalina se filtran en mi piel.

Me siento en el asiento del copiloto y abrocho rápidamente mi cinturón de seguridad, que, raramente, no me transmite sensación de seguridad. Arranca y siento el familiar cosquilleo al coger un poco de velocidad. Las carreteras estan desiertas y solo iluminadas por las cuatro tristes farolas que se alzan a su alrededor. Ethan va sumido en sus pensamientos, no me dirige ni una sola palabra durante el rápido viaje, va concentrado en la carretera, cosa que agradezco.

La pesada puerta de madera ante nosotros está intacta, parece que no ha pasado nada en su interior, todo está como la última vez en esta pequeña casa de campo.
Ethan golpea la puerta repetidas veces, nadie contesta.

—¡Helena, abre la puerta! —Grita, pero siguen sin hacerle caso.

Golpea de nuevo, pero aún así, Helena no abre.

—Ethan, estará dormida...

—Silencio, echate a un lado.

Asintiendo con la cabeza, obedezco y echo marcha atrás unos tres pasos. Mi hermano retrocede unos pasos y, cogiendo impulso, corre a golpear la puerta con el hombro. Efectivamente, la puerta cruje y se abre ante nosotros.

El salón está iluminado solamente por una débil lámpara a punto de romperse, y una asustada Helena está en el suelo, arropando sus piernas y temblando.
Me acerco a ella y lentamente se levanta, tendiendome entre sus brazos.

—¿Que ha pasado Helena? Necesito que me cuentes con lujo de detalles. —Dice Ethan.

—Dios mio, Ethan, gracias al señor que has llegado....

—Si, tranquila, cuentame.

—Fué ese guardaespaldas tuyo, grandote con el pelo así castaño..

—Thiago.

—Si, él. Ha venido
amenazándome con una navaja, preguntando que dónde está Chelsie...

—¿Que le has contestado tu?

—Al principio, que no sabía nada, pero él siguió amenazándome y yo tenía mucho miedo...

—Al grano.

—Le dije que estaban en Australia, que no habían vuelto.

Asiente en señal de aprobación y yo frunzo el ceño.

¿Thiago? ¿Buscandome aquí?

Si Thiago está aquí, implica que Robert también está cerca y buscándome. Demasiado fácil.

Ethan me coge por los hombros y me conduce a la cocina.

—Tenemos que quedarnos aquí con Helena. —Suelta sin más.

—Pero... ¿Como vamos a abandonar todo otra vez? ¿Nuestros amigos...?

—Tus amigos no te van a sacar de esta, yo si.

—¿Y Seth? Por si no lo recuerdas, él está solo en un hospital. En la ciudad.

—Cualquier cambio relacionado con Seth, me van a llamar. No seas dramática, estuviste viviendo aquí unas semanas. No es tan duro. Además, no podemos dejar sola a Helena, ella tiene miedo.

—¿Y como ayudaremos nosotros?

—Nosotros de ninguna manera, pero tengo contactos.

Dejándome con unas ganas tremendas de contestarle, corre a cualquier estancia de la casa con su teléfono móvil en la mano.

Aprovecho para hacer dos tazas de café y coger unas galletas. Salgo de la cocina y le ofrezco una a Helena, que sigue acurrucada en una esquina del sillón tapada hasta el cuello.

—Toma Helena. Y quitate esa manta, estamos en pleno verano.

Ella asiente tristemente y nos ponemos en la mesita del salón. Es agradable estar con ella, porque hasta en sus peores momentos, transmite paz y armonía.

Al poco tiempo, alguien golpea la puerta y Helena se acurruca en el sillón al borde del llanto.

Yo simplemente corro a Ethan, que se encuentra en el pasillo en dirección a la puerta. Me ignora completamente y va a abrir.

Dos hombres enormes se encuentran en el umbral, pidiendo permiso. Ethan los deja pasar y yo sigo atónita ante tal escena.

Son dos hombres altos de unos treinta años aproximadamente, vestidos con traje y gafas de sol.

Ethan va a hablar con ellos a la cocina mientras Helena y yo observámos la televisión apagada, incrédulas.
La charla de hombres dura unos veinte minutos y comprendo que vienen para quedarse.
Salwn de la cocina, pero Helena y yo no nos molestamos en levantarnos, quizás por la tensión acumulada.

Uno de ellos me tiende la mano.

—Buenas señorita, mi nombre es Jason Smith. Encantado.

—Igualmente. —Hace lo mismo con Helena, y se me acerca el otro hombre.

—Yo soy Darry. Joan Darry. Detective y guardaespaldas. Un placer.

Le sonrío cortésmente y le doy la mano también.

Sin decir nada a nadie, subo a la que era mi habitación. Está todo intacto, hasta más limpio, impecable. Toda la ropa sigue en su sitio, junto con todos los zapatos.
Me siento en la cama a reflexionar todo este día nefasto, masajeo mis sienes mientras miro al techo.

—Con que estás aquí... —Mi hermano mayor me observa desde el marco de la puerta y le hago un gesto de que pase y cierre la puerta. Así lo hace.

—Hola Et.

—¿Cómo estás?

—Cabreada. Tengo diecisiete años y he cambiado de casa mas veces que una abuela de sesenta. Esto no debe ser sano.

—Lo que no es sano es tu lengua viperina. ¿Qué te parecen Smith y Darry?

—Normales. Como todos tus amigos. —Suelta una risa melancólica.

—Todo es cuestión de esperar. Tu volverás con los chimpancés de tus amigos, yo volveré a mi vida de dinero fácil, recuperaremos ambos el contacto con Alison... Sólo confía en mi.

—Siempre he confiado en ti, pero esto es asqueroso. Hay bichos y barro.

—Deberás aprender a vivir un tiempo con ello. —Me guiña un ojo y vuelve a salir de la habitación cerrando la puerta.

Quizás tenga razón y tengo que aprender a vivir un tiempo con toda la suciedad del campo. Pero todo va de mal en peor, esta no es mi vida, la vida que tanto echo de menos...

EN PELIGRO (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora