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-Cameron Waters - me dice Thomas.

-¿Qué? - lo miro extrañado.

-Así se llama el psicólogo que te atenderá. Cameron Waters.

Busca en su escritorio y me entrega una tarjeta en la que aparece su nombre, la dirección de la que supongo será su consulta y un teléfono de contacto. En la parte de abajo hay una fecha y una hora escritas a bolígrafo negro. Imagino que es la primera de las citas y trago con dificultad. Es mañana a primera hora de la mañana.

-Parece que no pierden el tiempo - dice Alec cuando mira la tarjeta también - Por si te arrepientes mientras esperas, supongo.

-Como si tuviese otra opción - murmuro malhumorado.

-Una vez hables con él, ya decidís qué dos días de la semana os vienen mejor a ambos - dice Thomas como si nada. Sé que intenta hacerlo parecer algo normal, pero para mí no lo es. Ni lo será nunca.

-¿Tienen que ser dos veces por semana? - digo sin dejar de mirar la tarjeta. Ojalá bastase con tirarla para deshacerme de la obligación de ir. La rompería en mil pedazos con gusto.

-Puede ser una - responde Thomas y me emociono. Hasta que habla de nuevo - Pero entonces tendrías que ir cuatro meses.

-Así que lo que cuenta son el número de sesiones, no el tiempo - deduce Alec.

En este momento lo odio por dar voz a mis pensamientos. Lo miro ceñudo y se limita a sonreír. No sé si lo hace por simpatía o porque se está divirtiendo con todo esto. Por si acaso, yo ya estoy pensando en un modo de vengarme de él si llega a burlarse de mí. Después de todo, yo lo hice con él cuando Kath y él decidieron recibir terapia tras lo del aborto. Sé que no estaban como para que me burlase de ellos, pero como digo siempre, con humor todo se lleva mucho mejor. Me reí a su costa durante semanas y lo soportó con entereza porque, como decía él, les hizo mucho bien. Ahora que me tocará a mí, he de admitir que no me parece tan divertido. Y admiro más a Alec por haber aguantado cada una de mis bromas.

-¿Y si voy todos los días hasta cumplirlas? - si con eso acabo antes, soy capaz de hacerlo.

-Dos veces por semana durante dos meses o una vez por semana en cuatro meses - niega Thomas - Esas son las opciones que ha dado el doctor Cummins. Dice que es la única forma de que sirva de algo.

-Joder con el doctor - paso la mano por mi pelo, frustrado - Hasta lejos encuentra el modo de joderme.

-Tú puedes hacerlo, Rory - Alec me anima, o al menos lo intenta. No funciona demasiado bien.

-Lo estás disfrutando, ¿verdad? - lo acuso una vez solos en su oficina. Quiero salir de dudas.

-Hubiese preferido que la decisión fuese tuya, pero me alegro de que te obliguen a ir - extrañamente, no se ríe. ¿Tan preocupado está por mí? Pensar en eso me deja con mal sabor de boca - Sé que no te gusta hablar de tu pasado y mucho menos con un desconocido, pero te aseguro que te servirá.

-Yo no soy como tú, Alec - no es una acusación y lo sabe.

-¿Crees que para mí fue fácil decirle un extraño que temía que Kath se encerrase en sí misma de nuevo por lo que sucedió con su embarazo? ¿Qué esperaba que nos abandonase a Faith y a mí en cualquier momento, cuando se viese superada por todo lo estaba pasando? - frunce el ceño al recordarlo - Confesar mis miedos, sobre todo ante ella, es lo más duro que he hecho en mi vida. Si vieses la angustia y el dolor reflejados en su rostro mientras yo hablaba... no quisiera repetirlo. No de ese modo al menos. Pero gracias a eso Kath y yo seguimos juntos y más felices que nunca. Ahora lo hablamos todo, cada miedo, cada preocupación, cada disgusto, por pequeños que sean. Y cada problema que va surgiendo lo solucionamos unidos. Como la familia que somos. Merece la pena el sacrificio, Rory.

ImplícateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora