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El ruido de un hueso roto es inconfundible para mí a estas alturas. Han sido tantos que ya ni me inmuto. Nada logra desconcentrarme de mi objetivo. Soy como una máquina sin alma, que hace aquello para lo que la han programado. Ni los gritos ni las súplicas podrán hacerme parar. Pero con cada golpe, con cada corte, con cada gota de sangre derramada, un poco de esa alma que se supone no tengo, se oscurece.

-¿Vas a hablar ahora? - digo, de manera automática. He perdido la cuenta de las veces que he hecho esa misma pregunta y de las veces que él ha negado.

Y vuelta a empezar. Un nuevo golpe, una nueva tortura que le arranca agonizantes gritos que ya no me afectan. Su rostro está irreconocible, sus manos ensangrentadas, su cuerpo pronto no tendrá ni un solo espacio libre de cortes, pero se niega a colaborar. Entonces, una vez más lo miro a la cara para amenazarlo....

-Alec - me siento de golpe en la cama empapado en sudor. Por un momento el rostro de aquel hombre se convirtió en el de mi amigo. Mi hermano. Creo que el corazón se me parará en cualquier momento y necesito moverme.

Me levanto de la cama y voy al salón para mirar por la ventana. Finalmente la abro y dejo que la brisa de la noche me refresque. Todavía tengo la imagen de Alec desfigurado en mi mente y por más que lo intento, no soy capaz de sacarla de ahí. Es la primera vez que mi pasado se mezcla con mi presente y no me gusta. No me gusta nada.

Se supone que con el tiempo esto debería mejorar, no ir a peor. Tiene que ser por las malditas sesiones con Cameron. Aunque no le digo nada, me hace pensar en lo que no deseo. En lo que quiero olvidar por encima de todo. Cada vez que acudo a una nueva cita, más y más recuerdos de mi pasado despiertan en mi mente, pugnando por salir fuera. Me cuesta contenerlos.

-Mierda - paso mi mano por el cabello, frustrado. Esto no puede seguir así o acabaré loco de verdad.

Me ducho, desayuno y voy al trabajo con un humor de perros. Por primera vez en mucho tiempo, ni siquiera tengo ganas de bromear con mis compañeros cuando me los encuentro por los pasillos. Sólo quiero olvidar el maldito sueño que he tenido. Porque la cara de Alec no se borra de mi mente por más que lo intento. Tan nítida es, que cuando paso por delante de su despacho, entro únicamente para comprobar que está bien.

-Buenos días - me dice antes de mirarme - O no.

-No muy buenos - admito.

-¿Quieres contármelo? - me anima a sentarme.

-Lo mismo de siempre - miento - Se me pasará.

-¿Seguro?

Antes de que pueda contestarle, Thomas entra en el despacho y nos mira a ambos antes de hacernos una seña para que lo sigamos. Por su rictus serio imagino que es algo malo. Ya era lo que me faltaba, más problemas justo hoy. Lo seguimos hasta su despacho en silencio. Alec apoya su mano en mi hombro un segundo y tengo la sensación de que lo que nos vaya a decir Thomas tendrá que ver conmigo.

-¿Sabes algo? - le susurro antes de entrar.

-No - niega - pero por cómo te ha mirado, diría que tiene algo que ver contigo.

ImplícateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora