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Aunque las ganas de estar a solas con Cameron me pueden, me paso por cada habitación antes para comprobar que todas estén bien. Voy primero a ver a Casey, que tiene la puerta abierta. Está colocando la poca ropa que se ha llevado de su casa en el armario. La pequeña maleta está todavía sobre la cama, aún sin vaciar del todo. Me acerco a ella con cuidado porque parece no haber notado mi presencia. Sonrío de anticipación antes de hablarle.

-¿Todo bien? - le pregunto provocando que salte del susto.

-Joder, Rory - me fulmina con la mirada - Qué susto me has dado.

-Esa boca, Casey - sonrío.

-Como si la tuya estuviese más limpia - bufa y continúa colocando la ropa.

-Pero la tuya es demasiado bonita para ensuciarla de ese modo - bromeo con ella.

-No necesitas ganar puntos conmigo - me dice - Me parece perfecto que bebas los vientos por mi hermana.

-¿Quién dice que haga eso?

-Nadie - ríe con la cabeza todavía dentro el armario - Tu secreto está a salvo conmigo. No tienes que preocuparte por eso.

-Pena que tu secreto no lo sea tanto - me mira de nuevo con los ojos achinados y ahora soy yo el que ríe.

-Yo no me oculto. Es diferente.

-Tampoco yo lo hago - aunque en realidad no sea cierto. Sé lo que supondría para Cameron que nos descubriesen. Por suerte, en las habitaciones no hay micrófonos.

Antes de decidirme a irme, mi mirada se pierde por la habitación revisándola, hasta llegar a su maleta de nuevo. Allí en medio de la ropa interior, veo a medio esconder un consolador y no puedo evitar reír todavía más alto. Cuando Casey me mira interrogante, soy incapaz de hablar pero señalo la maleta y se sonroja intensamente. Lo coge de mala manera y lo guarda en el cajón de la mesita de noche.

-Cuando uno se va a toda prisa de la casa - consigo decir al fin - siempre debe llevarse lo indispensable. ¿No es así?

-Cállate ya y largo de mi habitación - me empuja hacia la salida.

-Disfruta de la noche, boca sucia - rio y me cierra la puerta en las narices.

Todavía estoy riendo cuando Nancy me da permiso para entrar en su cuarto. Está frente a un portátil, visionando fotos de una casa enorme y me imagino que es la que ha de enseñar el lunes. Me acerco a ella y me siento en la silla que queda libre. Tal vez podamos hablar de eso ahora.

-¿Trabajo?

-El lunes debo enseñar la casa - suspira - Hubiese preferido no hacerlo pero poco importa, la verdad.

-¿Por qué?

-Porque tengo más casas para enseñar después de esa si no quiero perder mi trabajo. Así que una más no hará la diferencia realmente.

-¿Sabes por qué tu jefe insiste en que seas tú quien muestre esa?

-Por el cliente - baja la tapa del portátil y me mira - Ya trabajé con él en varias ocasiones. Es un hombre muy rico y quiere discreción sobre sus compras. Ha tenido problemas con algunos de mis compañeros y por eso ahora siempre pide que sea yo quien le atienda.

ImplícateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora