¿Peter?

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Abrí los ojos de golpe. Un ruido seco me había despertado en mitad de la noche. Pestañeé varias veces antes de remover las mantas de encima de mí y ponerme a examinar cada rincón de la habitación,intentando averiguar qué había sido.

Rocé con los dedos de los pies el frío suelo de madera y, al instante, un escalofrío hizo que me encogiera. Hice una mueca con la boca al verla manta y el cojín con los que había dormido Spiderman sobre el sillón de la derecha. ¿A dónde había ido?

Mis ojos se dirigieron a la izquierda, donde estaba la puerta del baño, por inercia, debido a la repetición del mismo ruido seco que me había desvelado.

En un rápido movimiento me levanté del sofá y me cubrí con la manta con la que había dormido. Hacía frío, demasiado para estar a mediados de julio, y llevar puesta únicamente una camiseta de tres tallas más que la mía no ayudaba nada. Sí, la camiseta era de la verdadera identidad de Spiderman y me la había dejado poco antes de dormir.

— ¿Hola? – Por la rendija inferior de la puerta sobresalía la luz del diminuto baño – ¿Eres tú, no?

No contestó, en vez de eso, a los pocos segundos abrió la puerta del baño y, de ella, salió Peter. Su cara al verme fue un cuadro,probablemente igual que la mía. Pero, a pesar del shock del momento,mis ojos no pudieron evitar recorrer su cuerpo medio desnudo lentamente. Su torso estaba descubierto y mojado, como sus piernas, y llevaba una toalla atada de mala manera a su cintura.

— ¿Qué haces despierta? – Preguntó él, a lo que enarqué las cejas.

— ¿Yo? ¿Qué haces tú aquí? – Se quedó en silencio – ¿Dónde está Spiderman?

— Lena...

— No, Lena no. ¿Qué haces aquí? – Dudó antes de contestar.

— Me trajo él, tenía que irse y me dijo que me quedara aquí contigo – Crucé los brazos sobre el pecho, provocando que la manta, hasta entonces colocada sobre mis hombros, se resbalara y cayera al suelo.

Desvió la mirada a mis piernas, a lo que, por alguna razón, sonreí tímidamente. Me acerqué a él con pasos cortos e inseguros. No sabía que decir o hacer pero, aun así, mis piernas se movían solas hacia Peter.

Cuando hube llegado junto a él alcé la vista, era alto, demasiado, la coronilla de mi frente quedaba a la misma altura de su nuez y eso hacía bastante complicado mirarle a los ojos a tan poca distancia.

— ¿Es eso cierto Peter? – Pregunté.

Se aclaró la garganta.

— Sí – Respondió, su pecho subía y bajaba lentamente, pero podía sentir su corazón latiendo más rápido de lo usual.

— Bien – Susurré, dándome la vuelta con rapidez y encaminándome al sofá – ¿Quieres ver la tele?

Escuché sus pasos cada vez más cercanos, hasta pararse detrás del sofá, en el que yo ya estaba sentada.

— Son las cuatro de la mañana.

— ¿Y? – Di unas palmadas a mi izquierda, para que se sentara conmigo – Ven.

— Vale pero... voy a cambiarme – Asentí.

Encendí el aparato y comencé a cambiar de canal con rapidez.

— No dan nada bueno – Exhalé un suspiro – Es increíble.

— ¿Increíble? – Dijo él – Es lógico, son las cuatro de la mañana ¿Qué van a dar ahora?

Me encogí de hombros y suspiré cansada.

— Una película.

Pegué un pequeño bote al sentir a Peter sentándose a mi lado, con el torso aún desnudo. Solo se había puesto unos vaqueros, nada más.

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