Peter
La había llamado cuatro veces. Nada más llegar al piso tras haberlos dejado en su casa, después de cenar, al meterme en cama y ahora, a la una de la tarde, al darme cuenta tras un buen rato de remolonear en cama de que ella no había respondido a ninguna de mis llamadas.
¿Estaría enfadada? En cierta forma no me importaba, la decisión de mantenerla al margen era inamovible. Por muchas ganas que tuviera de ayudarme – ganas que realmente apreciaba – no podía permitirme perderla, perder a otra de las personas más importantes de mi vida, a ella. No. Si la perdía no seguiría adelante, esta vez no, no podría.
El solo pensamiento de ella muerta, de una lápida con su nombre, me provocaba horribles escalofríos. Un año atrás había llegado a pensar que nunca volvería a querer de nuevo y, ahora, estaba seguro de que sin Lena sí que me sería imposible volver a hacerlo.
Remoloneé unos minutos más entre las sábanas, bajo el sonido de la lluvia chocar contra el cristal de la ventana del techo. Estaba en el piso que tenía en el centro de Nueva York, cerca del periódico. Nunca había traído a Lena aquí, pero tenía pensado hacerlo pronto, muy pronto.
Finalmente decidí que era hora de levantarme. Tenía día libre en el periódico así que lo había aprovechado para dormir. Aparté las sábanas y me senté sobre el colchón, de cara a la pared. Extendí la mano derecha hacia la mesilla, para volver a mirar el móvil, pero no había rastro de Lena.
Bufé. Volví a bufar varias veces mientras abría el armario y sacaba ropa interior, unos vaqueros y una camiseta para andar por casa. Abrí la puerta del baño con la punta del pie, era muy pequeño, quizás demasiado. Solo había espacio para una ducha estrecha, un lavabo, un espejo redondo, una barra para colgar las toallas y una vieja silla blanca. Tiré la ropa sobre esta y me metí en la ducha de inmediato.
A pesar de haber tardado casi media hora en ducharme — como nunca en mi vida — cuando corrí a revisar el móvil me encontré con la misma bandeja de entrada que antes, a diferencia de un mensaje de la tía May preguntándome si iría a comer hoy.
Iría a comer, por supuesto, pero llevaría a Lena para así presentarlas... formalmente. Nada me haría más feliz que comer rodeado de las dos mujeres más importantes de mi vida.
Guardé el móvil en el bolsillo trasero del vaquero, no sin antes ponerlo en sonido. No quería agobiarla, ya la había llamado cuatro veces, no era necesario llamarla más. Cuando viera mis llamadas me llamaría ella y todo se solucionaría.
— Tía May — Descolgó el teléfono casi al segundo de haberla llamado, de lo que me reí entre dientes.
— ¡Oh, Peter! Menos mal que llamas, querido.
— ¿Pasó algo? — Cerré la puerta de la habitación detrás de mí.
— Sí, no puedes venir a comer, cariño, me había olvidado de la comida con el grupo de lectura — Tía May se había apuntado a un grupo de lectura con otras señoras de su edad pero, más que leer, se dedicaban a hablar de todo y todos sin tapujos — Lo siento mucho cielo, pero es que... ¡últimamente se me acumulan los planes!
— Tranquila tía May — Me reí — Me alegro, yo... comeré en casa y editaré las fotografías de ayer.
— Vale cariño... ¡Tengo que irme! Te quiero.
— Y y... — Enarqué las cejas al darme cuenta de que me había colgado.
Exhalando un largo suspiro me dirigí a la cocina, bastante grande. Me haría unos macarrones con salsa carbonara y los tomaría en el salón viendo alguna película.
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Spider-man
FanfictionHistoria post Gwen Stacy: Helena Hobbes es una joven universitaria de la ciudad de Nueva York, cuya vida dará un giro de 180º al sobrevivir al accidente de coche que acabará con la vida de su amiga Kylie. Las secuelas del accidente se hacen pre...