Biblioteca

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— Bien, empecemos.

A pesar del gran tamaño de la biblioteca del campus, Nora se había sentado en la mesa más cercana a la puerta y al timbre, que sonaría en veinte minutos. El ruido de ese aparato era poco más que atronador y, sumado a las risas y gritos de los estudiantes al otro lado de la puerta, resultaba enormemente incómodo para tratar un asunto tan serio como es el trabajo de español de la señora López, que contaba ni más ni menos que cinco puntos de la nota final.

— Pensé que Chris se olvidaría de decírtelo – Comenté entre risas.

— Yo también lo habría pensado – Bromeó ella, haciéndose un moño desenfadado con un lápiz.

Enarqué una ceja cuando vi como sacaba de su maletín de cuero un libro tras otro y los colocaba en dos pilares en el medio de la mesa. Carraspeé para llamar su atención.

— No vamos a hacer el trabajo ahora – Aclaré, recibiendo una mirada seria por su parte – Tenía pensado hablar sobre quedar un día las dos para eso.

— Como me citaste en la biblioteca pensé que...

— Ya, perdona, fallo mío – Me disculpé – ¿Mañana por la tarde en mi casa?

— En la mía mejor, vivo cerca de la universidad y si queremos venir a la biblioteca nos es más cómodo – Explicó mientras se levantaba de la silla.

Metió los libros de nuevo en el maletín pero, tras devolver el último a su sitio, sacó otros dos, estos de menor tamaño y ambos con la distinguida pegatina naranja propia de los libros que prestaba la biblioteca.

— Voy a colocarlos en los estantes, ahora vuelvo.

— Vale, espero aquí.

Observé su maletín con curiosidad. Aparté la tira – también de cuero – de encima de lo que parecía una pegatina blanca, descubriendo en esta una serie de letras mayúsculas y negras que conformaban el nombre de mi compañera, Nora Cavill.

Muy típico de ella el marcar todas sus pertenencias con una pegatina con su nombre en bien grande, para que "no haya confusiones".

Un grito al final de la biblioteca hizo que tanto yo como las otras diez personas presentes nos giráramos bruscamente a ver lo que estaba pasando.

— ¿Nora? – Grité, esperando recibir alguna respuesta por su parte, pero lo único que me devolvió fue un grito desgarrador.

Me levanté de la silla con la mayor rapidez que pude y pasé corriendo por entre las mesas que obstaculizaban mi camino hasta ella. Me paré en seco en cuanto la vi agarrada por el cuello por el duende verde.

Este estaba protegido por su distinguida armadura verde y por unas cuchillas que sobresalían de esta a la altura de su brazo. Si me acercaba para ayudar a mi amiga sería lo último que hiciera.

— Oh querida, ¡viniste! – Exclamó, provocando que el estómago se me revolviera.

— Déjala en el suelo, por favor.

— Está bien... – Con su deslizador subió unos cuantos metros en el aire – Allá te va.

Nora cayó de lado. Mi cuerpo se estremeció notablemente cuando escuché el crujir de los huesos de su brazo izquierdo al chocar contra el suelo de madera. Di unos cuantos pasos hacia ella, dispuesta a ayudarla, pero me paré en seco al ver al duende mirándome.

— Y ahora... – Volvió a colocar la tabla a ras de suelo, esta vez cara a cara conmigo – Me acompañarás espero.

— ¿Por qué iba a hacerlo? – Espeté – ¿Qué quieres de mí?

Spider-manDonde viven las historias. Descúbrelo ahora