Quédate a dormir

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Había hecho como que no me había enterado de nada, pero lo había escuchado... y a perfección.

Al terminar de hacerlo Peter fue a darse una ducha. Yo, en cambio, aproveché para levantarme de la cama y adentrarme en la cocina en búsqueda de la sudadera, tirada en el suelo. Exhalé un suspiro y me agaché para recogerla, topándome con algo en lo que no me había fijado antes. En la encimera, cerca del frutero, había una foto mía y suya dándonos un beso. Estábamos en el coche de mi recuerdo pero con otra ropa.

Cogí la foto y la doblé. Salí de la cocina con cuidado, mirando a ambos lados del corto pasillo, menuda estupidez... ¡Claro que estaba vacío! Peter seguía en la ducha. De puntillas avancé hasta el salón y guardé la fotografía en el bolso pequeño de la mochila, para después volver al dormitorio tal y como había venido. En silencio.

Nada más sentarme en el borde de la cama la puerta del baño se abrió de par en par, dejando a la vista a un Peter mojado y cubierto únicamente por una toalla anudada a la cintura. Desvié la mirada al suelo. Si lo miraba me cuestionaría el porqué de mis acciones las últimas dos horas, para eso prefería clavar la vista en una mota de polvo del suelo y no pensar en nada.

Se movió hasta el armario empotrado de su derecha y de este sacó una camiseta y un pantalón de chándal gris. En cuanto se hubo vestido dio media vuelta en mi dirección revolviéndose el pelo. Seguí si mirarlo. El silencio era abrumador.

Carraspeó. No hice nada. Volvió a carraspear. Alcé los ojos, encontrándome con que no me miraba, sino que observaba mis piernas desnudas con expresión reprobadora.

— ¿Te traigo el pantalón de chándal de antes? — No respondí.

Con gesto confuso bordeó la cama, buscando la pieza de ropa con la mirada. Se agachó cerca del ventanal a mi derecha.

— Toma — Me dijo, lanzándome a la cara el pantalón.

— ¿Qué ha pasado? — Me miró con el ceño fruncido.

— ¿Cómo?

Me puse el pantalón de nuevo y me acomodé en la cama, dejando que las sábanas me engulleran hasta la cintura.

— ¿Por qué hemos hecho eso? Yo... yo no soy así, no lo hago con cualquiera.

Me observó con detenimiento durante varios segundos. Su musculatura se había tensado y no se movió ni un ápice hasta que tosí.

— Wow gracias — Se rio tristemente — Todo un detalle.

Bufé. No había querido decirlo en ese sentido, pero si me ponía a discutirlo entendería cosas que no son y yo... con este chico no quería nada. A pesar que la atracción que sentía por él, la confianza que tenía en él sin casi conocerlo y lo cómoda que me sentía a su lado... algo en mi interior me decía que debía alejarme lo máximo posible o yo acabaría mal.

— Si quieres irte... ya sabes dónde está la puerta — Susurró. Por la forma en que lo dijo sabía que no quería que me fuera. Sus ojos me pedían que me quedara, así que me quedé.

— ¿Te importa que me quede a dormir? — Le pregunté en un hilo de voz.

— No, claro, ya es tarde.

Miré por la ventana, no se veía nada más que las luces de las farolas y alguna que otra ventana iluminada de los edificios más próximos.

— Si quieres un pijama tengo aquí... — Abrió un cajón de la cómoda frente a la cama, pero yo negué.

— Duermo con este chándal si no te importa.

Asintió, apagó las luces y se metió en cama conmigo. Sentí su pie rozar el mío, por lo que lo aparté. Estaba tumbada boca arriba, demasiado cerca de él, así que me giré hacia el ventanal y me acerqué lo máximo posible al borde de la cama, dejando claro que necesitaba un espacio.

Peter exhaló un suspiro y se dio la vuelta, colocándose de cara al armario.

* * *

Abrí los ojos de golpe. Tenía calor, demasiado. Mis manos estaban empapadas de sudor y las ganas de levantarme y airearme un poco eran enormes. Estiré las piernas y, al momento, me paralicé. Tenía peso encima de mí, el brazo de Peter me rodeaba la cintura y sus piernas estaban entrelazadas con las mías.

Exhalé un largo suspiro. Levanté su rodilla izquierda y luego su brazo, rodé hacia mi derecha y, como no, me caí de la cama haciendo un ruido espantoso. Me quedé ahí tirada un buen rato, comprobando que no se despertaba. Después, me levanté y salí de la habitación de puntillas, atravesé el pasillo de la misma forma y, al llegar al salón, me vestí, cogí mi mochila y me fui de su casa.

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