Juicio

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Peter

La había llamado tres veces. Dos de ellas el teléfono sonó hasta el final, la última sin embargo solo dio el primer pitido, por lo que supuse que me había colgado ella.

Había caído rendido con el teléfono en mano y cubierto vagamente por una manta de lana a las tres o cuatro de la mañana, tres horas antes de que Maggie abriera la puerta de su dormitorio con fuerza, despertándome.

— ¿A qué hora te dormiste? — Preguntó ella a la vez que colocaba dos tazas de café sobre la mesa.

Cortó varias rodajas de pan y sacó un par de cucharillas y un cuchillo de un cajón cercano al frigorífico, de donde extrajo la mantequilla. Lo colocó todo encima de la mesa con extremo cuidado y, antes de sentarse, le sacó una foto rápida. Instagram supongo.

— Cuatro — Dije en voz baja.

Todas mis fuerzas se centraban en mantener los ojos abiertos y arreglármelas para revolver el café con la diminuta cucharilla. Alcé la vista para mirarla, ya estaba arreglada, su pelo estaba recogido en una graciosa y diminuta coleta, dejando caer unos mechones a ambos lados de la cara. También estaba maquillada, aunque parecía no haber acertado bien con el rímel, ya que una pequeña línea oscura cruzaba el montículo de su nariz. Lo señalé con el dedo índice y ella rodó los ojos.

— Es imposible maquillarse y que no quede esto, o eso o soy yo la única inútil — Exclamó frotándose la mancha con una servilleta.

— La llamé ayer — Ni se inmutó — ¿No vas a decirme lo imbécil que soy... o que parezco un dolor de cabeza?

— Me lo esperaba — Le dio un sorbo al café — Tómatelo como quieras.

— Aja.

Miré el móvil, eran las siete y media, debíamos estar en el juzgado a las ocho. Terminé rápido el café y las tostadas, y me levanté de la mesa a la velocidad de la luz.

— Llaves — Le dije a Maggie cuando se disponía a salir del apartamento.

— Mierda — Puse los ojos en blanco y esperé paciente a que volviera al interior para buscarlas. Levantó mi papel de notas — ¿No lo quieres llevar?

Dudé.

— Supongo que sí — Cogió las llaves y echó a caminar en dirección a la puerta. Me dio un golpe en el pecho con la palma de la mano, en donde llevaba le papel — Llévalo, no vaya a ser que la cagues — Lo cogí antes de que se cayera y rodé los ojos por quinta vez esta mañana.

— ¿Conduzco yo o tú? — Preguntó ella cuando hubimos llegado a su coche rojo. Me encogí de hombros — Conduzco yo entonces — Una sonrisa se dibujó en sus labios.

Quizás debía de haber conducido yo.

Nada más sentarme en el asiento ella pegó un volantazo, tiró del freno de mano hacia atrás y pisó los pedales con tanta fuerza que pensé que me dejaba incrustado en el asiento.

— ¡El cinturón! — Grité intentando ponérmelo.

— ¡A ver si así espabilas Parker! ¡Te veo dormido! — Volvió a acelerar.

Había hecho cuentas de que llegaríamos a los juzgados en poco más de quince minutos. Vale. Tardamos cinco. No sé cómo lo hizo, pero lo consiguió.

— ¿Alucinado? — Preguntó tras haber aparcado el coche justo en frente de las escaleras.

— Algo sí.

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