Domingo

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Peter

No había dormido nada a lo largo de esta semana. Las manchas azulonas bajo mis ojos habían comenzado a formar parte de mi día a día, al igual que la barba descuidada y el no tener ganas de absolutamente nada.

Tía May me había pedido — o más bien exigido — que me fuera a vivir con ella hasta que el asunto de Lena se solucionara. Esto quizás se debía a la manía que había cogido de destrozar todos los muebles de mi apartamento cuando me daban ataques de ira, lo cual solía ocurrir todos los días.

Llevaba un día en casa de Tía May y hoy, domingo, se solucionaría todo. Sabía que habría una trampa, no podía ser tan fácil, quedar en un sitio, que me dieran a Lena e irnos. No. Seguramente intentarían acabar conmigo, pero con Lena conmigo no podrían hacer eso. Con ella, las fuerzas que había perdido esta semana volverían de golpe, junto con las ganas de no dejarla ir nunca más.

— Cariño ¿A dónde vas a estas horas? — Tía May me paró preocupada en la entrada, casi llegando a la puerta.

— Tengo cosas que hacer, Tía.

— No te vayas, cielo — Susurró al ver la mochila que llevaba a hombros.

Sus ojos vacilaban nerviosos desde los míos hasta mis manos, las cuales no tardó en coger y besar. Tiraba de mí con sutileza hacia el interior de la casa mas yo no cedería. No podía.

Cerré los ojos y, en cuanto los abrí, me incliné hacia ella, besando su frente durante varios segundos. La abracé y me separé poco después. No sabía que pasaría después de esta noche, pero no podía irme sin despedirme de ella.

— Debo irme Tía May, te quiero — Volví a besar su frente y abrí la puerta principal sin volver la vista atrás.

No había especificado el sitio en el que debíamos quedar, así que fui al puente de Brooklyn. Estaba enteramente vacío, algo insólito. Al tocar con los pies el arcén de puente y mirar a mi alrededor descubrí vallas a cada lado de este, con coches patrullas ocultos y, detrás, lo que parecía un cúmulo de gente sacando fotos y aplaudiendo.

Apreté la mandíbula y saqué el móvil de la mochila, para mirar la hora. Eran las doce en punto.

Media hora más tarde, las sirenas de la policía comenzaron a sonar, haciendo que alzara la guardia. Lo más probable es que me estuvieran ayudando, avisando de que Kingpin y el Duende o estaban aquí o de camino.

Los nervios incrementaron de golpe cuando escuché un cúmulo de abucheos a mi derecha. Mantuve la vista fija en ese punto hasta que observé cómo los coches patrullas se hacían a un lado, dejando pasar a una furgoneta blanca seguida de cuatro motos.

Exhalé un profundo suspiro en un vago intento de calmar el pulso, mas era misión imposible. Sólo de pensar que Lena se encontraba ahí dentro la ira y a la vez la calma se apoderaba de mi organismo como si de una tempestad se tratara, una tempestad de sentimientos encontrados.

Di un paso hacia ellos. Mis labios temblaban, al igual que las manos y las piernas, podía decirse que mi cuerpo entero era un pedazo de gelatina.

— ¡¡Spiderman!! — Reconocería esa voz con los ojos cerrados. Se trataba del duende. Este estaba sentado en el asiento del copiloto, desde la ventana del cual sobresalía un megáfono — Yo que tú no me acercaría mucho más... — Su risa me provocaba ganas de vomitar — Si no quieres que la jovencita... bueno... ya sabes — Volvió a reírse, por lo que avancé un paso por inercia — ¿No me crees? Está bien está bien... ¡Chicos!

Fruncí el ceño sin apartar la vista de la furgoneta. Distinguí como metía el megáfono para dentro y lo pasaba a la parte de atrás. Se hizo el silencio.

No podía apartar la mirada de esa maldita furgoneta, Lena estaba ahí dentro, mi Lena estaba ahí.

De pronto, un alto pitido indicó que el megáfono volvía a encenderse pero, esta vez, lo único que se escuchaban eran suspiros irregulares. Un grito femenino me puso la piel de gallina. Era ella. Le estaban haciendo daño por mí culpa.

— Por favor — Decía ella gritando — Por favor no más —Otro grito desgarrador. Me llevé las manos a los oídos y grité con fuerza — No me hagas daño, por favor.... ¡¡POR FAVOR!!

— ¡¡PARA!! — Grité yo, retrocediendo varios pasos— ¡¡Déjala ya!!

El megáfono se apagó unos segundos, pero solo para volver a encenderse más tarde, esta vez con la voz del Duende al otro lado.

— Queremos que te saques la máscara.

Tragué saliva.

— Sino... — De fondo se volvió a escuchar otro grito de Lena, por lo que puse las manos en alza — Muy muy bien. Ahora... demuéstranos quién se esconde tras esa máscara... Spiderman.

Las manos me temblaban. No sabía qué hacer. Si intentaba confrontarlos lo más probable es que mataran a Lena y si demostraba quien era... mi vida dejaría de ser sólo mía, si es que no me mataban a mí y a ella.

No había escapatoria posible.

Me llevé las manos a la nuca, desde donde podría sacar más cómodamente la máscara. Sujeté los bordes con las yemas de los dedos y tiré débilmente. En un instante, levanté los ojos, topándome con una fila de policías newyorkinos con el arma en alza y rodeando la furgoneta y las motos. No conseguirían nada así, pero apreciaba la ayuda.

Aproveché la confusión del Duende y Kingpin para lanzar una telaraña sobre mi cabeza y subirme a una de las torres del puente. Los espectadores observaban con entusiasmo todos mis movimientos, no sabiendo lo que yo me estaba jugando en esos momentos.

— ¡¿Dónde está?! — Kingpin Salió de la furgoneta con dificultad, buscándome con la mirada por el arcén — ¡Te dije que se escaparía!

El duende pegó un portazo al salir del automóvil. Empezó a dar pequeños botes en el suelo mientras gritaba cosas ininteligibles, moviendo de un lado a otro el megáfono.

Los policías iniciaron fuego contra ellos, derribando a los de las motos, lo cual ya era un gran logro. Apreté la mandíbula en el instante en que me di cuenta de lo que intentaba hacer Kingpin moviendo el volante de un lado a otro. Escapar.

Salté de la torre con rapidez y aterricé segundos después sobre el capó del coche. Sin darles tiempo a reaccionar pegué las ruedas al suelo con las telarañas y me situé detrás de la furgoneta, frente a las puertas traseras.

Con impaciencia sujeté las manillas y tiré de ellas hacia fuera, dejando a la vista el interior del vehículo. Lonúnico que había era un par de mantas y una grabadora.

Sin Lena.

***

Parte 3/3 del maratón.

Perdón por la espera, espero que os guste :)

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