Salida

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Cerré los ojos nada más sentir como se aguaban. Para el domingo faltaban tres días. Tres días plenos de tortura, falta de comida y llanto. Quería irme a mi casa. Quería irme y no volver aquí nunca más.

— Llevárosla de aquí.

Estaba en shock. Todo era mi culpa. Tenía que haber peleado, tenía que haber sido más fuerte para que así no fueran capaces de llevarme. Quizás también debería de haberme separado de Peter. Pero eso sí que era imposible.

Me cogieron en brazos de nuevo pero esta vez yo peleé. Me removí entre sus brazos y le propiné un codazo en el pecho, haciendo que se quedara sin aire unos segundos. Escuché risas, pero las ignoré, tenía cosas más importantes en las que pensar.

Cuando toqué el suelo con el brazo grité, me había hecho daño, mucho, pero al menos lo había intentado. Gruñí cuando me agarraron de la nuca y pegaron mi frente al cuello, no tenía fuerzas para intentar revolverme siquiera, así que me quedé quieta con los ojos cerrados mientras notaba como colocaban un paño sobre mi boca y nariz con dificultad, dado a la postura.

Segundos después todo se volvió negro.

En cuanto abrí los ojos y eché un rápido vistazo a mi alrededor descubrí que me encontraba tendida en el suelo, al lado del fino colchón y de las mantas. Estaba temblando de frío, los dientes me castañeaban con irregularidad y en cuanto me rocé los labios con las yemas de los dedos no los sentí.

Alcé la vista a la vieja bombilla que colgaba de techo, estaba apagada, lo único que iluminaba vagamente la estancia era la luz proveniente del otro lado de la puerta, a través de la ventanilla. En estos días de encierro mi miedo a la oscuridad había aumentado con creces. Le había tenido pánico desde pequeña pero, en esta semana en la que luz parecía algo oportuno y casual, el pánico había pasado a un nivel mucho mayor, en el que ya ni me inmutaba, mientras que por dentro gritaba por fuera permanecía quieta, en shock.

Decidí que debía levantarme y estirar las piernas. Nada más dar un paso los dedos de mis pies chocaron con dos platos de comida — cada una con un bollo de pan y un vaso de agua —. Fruncí el ceño confundida, estos me daban a entender que había estado dormida todo el día. Con rapidez me dirigí a la puerta. La luz que pasaba a través de la ventanita era del pasillo, la cual se dejaban encendida todos los días a todas horas. Estaba a punto de girarme cuando me di cuenta de que la puerta situada al final del pasillo, aquella en la que me había fijado por la mañana estaba entreabierta. Pese a la lejanía podía distinguir perfectamente árboles mojados por la lluvia al otro lado de esta.

El corazón me pegó un vuelco. Si la puerta que me separaba del pasillo estaba abierta era la oportunidad de oro para escapar. Me miré de arriba abajo. Normal que tuviera frío, lo único que cubría mi piel era mi ropa interior. Miré a todos lados del cuarto, buscando algo de ropa pese a la poca iluminación.

Levanté las mantas de encima del colchón, no encontrando nada. De pronto, mis ojos se toparon con lo que parecía una pequeña montaña de ropa en una esquina de la habitación. Con el corazón estancado en la garganta me acerqué a esta temblando.

Exhalé un suspiro de alegría al descubrir que se trataba de mi ropa. No tenía calzado pero no importaba, iría descalza, me daba igual, solo quería salir de aquí lo antes posible. Cogí una de las mantas y me la puse por encima antes de beber un poco de agua y coger los trozos de pan para el camino.

Empujé la puerta con los ojos cerrados, rezando porque estuviera abierta y... efectivamente. Mi respiración se volvió brusca e irregular, iba a salir de aquí.

Abrí la puerta y puse un pie fuera, en el pasillo.

Iba a salir de aquí.

La puerta cada vez estaba más cerca.

Iba a salir de aquí.

Alcé la mano cuando me quedaban pocos metros por llegar hasta ella.

Iba a salir de aquí.

La rocé con las yemas de los dedos y....

Un par de manos se aferraron a mis hombros y me frenaron, provocando que cayera al suelo de un golpe seco. No. No. No. No.

— ¿A dónde te creías que ibas niñata? — pese a la adrenalina distinguí, quizás un poco borrosa, a la chica de las trenzas .

No. No. No. No. No. No. No.

— ¿Te creías que ibas a escapar? ¿A caso quieres otra ducha fría?

Apreté la mandíbula y grité con todas mis fuerzas. Me levanté del suelo con los ojos más abiertos que nunca y, sin pensarlo, le propiné tal puñetazo en la mejilla que su cara se giró seguida por su cuerpo, desplomándose en el suelo.

Mi mano, aun envuelta en un puño, estaba dolorida y cubierta de un extraño color morado, además de lo que parecía una herida que seguramente no tardaría en sangrar. Sin más dilación rebusqué con nerviosismo en sus bolsillos, días atrás la había visto sacar un móvil de esta misma chaqueta y usarlo sin patrón de desbloqueo. Efectivamente, no tardé mucho en encontrarlo. Lo guardé en los bolsillos del vaquero y cogí la manta del suelo, me la puse sobre los hombros y me giré, abriendo la puerta de par en par. Pasé al exterior, cerrándola detrás de mí, descubriendo un bosque de árboles mojados y el cielo oscuro con la media luna en lo alto.

Y sí.

Había salido de allí.

***

Parte 2/3 del maratón!!

Espero que lo disfrutéis :)

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