Lena

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Peter

Había hablado personalmente con los padres de Lena para pedirles que abandonaran la ciudad y que se llevaran con ellos a Tía May. No hubo necesidad de decirles que yo era Spiderman y que por esa razón corrían peligro ya que, algo que Lena no sabía era que su padre conocía ya mi secreto y me había ayudado a mantenerla al margen del peligro.

Ahora, Lena se quedaba en mi casa por seguridad. Le había dicho a Maggie que se viniera también, que podía correr peligro, pero se negó dado que, según ella, ni el Duende ni los otros hombres sabían quién era. Y razón tenía.

La puerta de mi habitación se abrió, Lena salió de esta con un pijama corto y una manta de flores rosas. Sin mediar palabra se introdujo en el baño, cerrando la puerta corredera casi al segundo.

Exhalé un suspiro y volví a dirigir la vista a la mesa de cristal frente a mí, en donde había esparcido fotos y documentos de la policía. Tomé con los dedos varios documentos de presos que habían salido de la cárcel en los años anteriores. Era una tarea ardua desvelar la identidad de los tres hombres que habían acudido al rescate del Duende Verde, dado que iban con máscaras y en ningún momento se las sacaron dándonos alguna pista ni a mí ni a la policía. Aquellos documentos me los había traído el Señor Hobbes al dejar a Lena en mi casa, en un momento en el que Lena no estaba mirando aprovechó para tirarme la carpeta marrón, la cual oculté debajo de uno de los cojines del sofá.

Si me preguntaba Lena le diría que el jefe de policía Clifford se los había dado a Spiderman y este me había pedido que yo investigara. Ya estaba todo pensado.

Lena salió del baño con el pelo recogido en una coleta despeinada, frotándose las mejillas con la palma de una mano, recogió la manta del suelo y se dejó caer en el sillón a mi derecha, poniéndosela después por encima.

— ¿Qué haces? — Preguntó ella, con la boca tapada por la manta.

Dudé.

— Mirar unas cosas que... bueno... ya sabes — Me encogí de hombros — Son así porque... claro... si hay que hacerlo hay que hacerlo y listo. — Enarcó una ceja, pero yo bajé la mirada a los papeles y me aclaré la garganta, dándole a entender que la conversación se había acabado.

— Tenemos que hablar — Dijo ella — He... he estado recordando cosas y... sé lo que hay, lo que hubo... pero no tengo claro que habrá. NO sé si me entiendes.

— No — Respondí, dejando a un lado los papeles.

Exhaló un suspiro.

— A ver... he recordado que pasó entre nosotros en un pasado, qué está pasando ahora, pero... no sé cómo va a acabar en un futuro. He recordado el tiempo que pasamos juntos, que te quería y... de hecho, que te quiero, ahora — El corazón me dio un vuelco — Todos los sentimientos de antes de perder la memoria los he ido desvelando poco a poco mediante los recuerdos, pero, aunque sé lo que sentía y lo que siento ahora, no creo que sea del mismo calibre que antes.

— Es lógico.

— Ya, pero eso no quita que te quiera, que me preocupe por ti y que... tenga miedo de que algo pueda pasarte por mi culpa.

Entrecerré los ojos sin comprender nada. ¿Por culpa suya? Ella estaba en esta situación por ser mi novia, es decir, la novia de Spiderman.

— ¿Tu... culpa?

— ¡Claro Peter! Me secuestraron y me torturaron para hacer daño a mi padre ¿Es político recuerdas? Quieren hacerle daño para que no se presente a las elecciones y así gane el otro, Gabriel Jenkins, debe de ser una banda terrorista a su favor.

Spider-manDonde viven las historias. Descúbrelo ahora