Atrevimiento

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Peter


Miré el edificio frente a mí con los ojos entrecerrados, parecía increíble que el fuego se hubiera propagado tan rápido por todas las plantas. No tenía pinta de haber sido un accidente, alguien había iniciado el fuego a propósito, alguien que pretendía hacer daño a toda la ciudad de Nueva York, incendiando un edificio familiar por excelencia.

Había sacado a las familias de todas las plantas, no quedando nadie en el bloque. Los bomberos y yo habíamos actuado con especial rapidez al conocer que el edificio estaba repleto de niños pequeños.

La llamada de Lena me había pillado de improvisto, mientras procuraba sacar a un matrimonio joven con un bebé de meses en el cuarto piso. Aun así, me las apañé para sujetar al bebé con una mano y el móvil con la otra, intentando parecer lo más sereno posible y pidiéndole — o más bien suplicándole — que no saliera de casa.

A mi lado, el inspector Bentley examinaba el edificio con el ceño fruncido y tocando con los dedos el extremo del bigote. De un momento a otro, me propinó un leve codazo para llamar mi atención.

— Chico, Clifford ha exigido un informe sobre esto así que... tendré que ir a hacerlo yo mismo, soy el que se encarga del trabajo de escritorio — Se encogió de hombros mientras sus labios se curvaban dando lugar a una sonrisa.

— Yo me iré en cuanto apaguen el fuego, solamente faltan las últimas dos plantas.

— Haces bien chico... eh.... ¿Qué es eso? — Seguí la dirección que señalaba su mano, con el dedo índice en alto. En el último piso, una mano pequeña se asomaba por la ventana, ondeando con fuerza de un lado a otro, para llamar la atención de los que estábamos aquí abajo.

Sin que Bentley me dijera nada y antes de que cualquier servicio de emergencia se inmutara, lancé una telaraña hasta la cornisa de esa misma ventana e hice que esta tirara de mí hasta la doceava planta.

Nada más llegar salté al interior de la habitación, encontrándome con una familia de cuatro personas. Miré de un lado al otro, llamaradas de fuego inundaban la habitación, impregnaban las paredes y parecían estar comiéndose los muebles.

Lancé una telaraña hacia la madre primero, dado que estaba embarazada, y la acerqué hacia mí.

— ¿Preparada? — Ella asintió con nerviosismo.

Volví a lanzarle otra telaraña para asegurarme de que no se rompiera y, bajo la temerosa mirada de la mujer, la tiré por la ventana y coloqué ambos pies al lado del umbral. En el momento en que dejó de pesar solté la telaraña y repetí la misma acción con el padre y el niño.

Sin embargo, en cuanto me giré para coger a la niña, el umbral de la ventana se desplomó y mi primer instinto fue cubrir a la niña con mi cuerpo. Las llamaradas llegaron al techo y los restos de la ventana impulsaron un fogonazo que nos cubrió tanto a la niña como a mí, dejándola a ella con algunos rasguños y a mí con el traje quemado.

— ¡¡Vamos!! — Grité, levantando a la niña en volandas y corriendo con ella en brazos en dirección a la puerta, que cayó justo después de atravesarla nosotros — Pequeña ¿Hay escaleras para llegar abajo?

La niña estaba asustada, probablemente en shock, pero se las arregló para asentir con el mentón y señalar hacia la puerta de madera que seguramente daría al rellano.

Al salir del apartamento descubrí — no sin sorprenderme — que las escaleras casi no estaban quemadas, quizá por a rápida extinción del fuego por parte de la policía y los bomberos.

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