La prueba

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Peter

No me quise quedar a ver el otro interrogatorio. Bueno, más bien... me invitaron a abandonar la comisaría y yo no me opuse.

Clifford, convencido finalmente por Bentley, decidió ignorar mis actos y hacer como si nunca hubieran ocurrido. Se lo agradecía, de verdad. No por miedo a la justicia, sino que por el mero hecho de descubrir su relación conmigo.

— ¡Peter! — Reconocía esa voz — ¡Peter espera!

Frené en seco. Provenía de detrás de mí por lo que me giré de golpe, sin pensar, chocando al instante con un cuerpo pequeño y femenino. Su cabeza, cubierta con un gracioso gorrito de lana, rozaba con mi barbilla y su diminuto cuerpo se enterraba en mi pecho, siendo rodeado por mis brazos.

Unos balbuceos incomprensibles aguaron mis ojos débilmente.

— Peter... Peter — Repitió.

— Maggie...

Nunca había cogido confianza tan rápido con alguien. Nada más hacerse pública la noticia de la desaparición de Lena, la primera persona en llamarme fue ella. Se preocupó por mí y me ayudó a buscar a Lena por todas partes, todo con ayuda de un tal Chris Hefner y, por supuesto, de Scott Reed.

— ¿Dónde has estado? — Me preguntó entre sollozos.

— Buscándola — Susurré — Por todas partes.

— Te dije que no salieras a buscarla sin mí — Se separó de mí, sus grandes ojos castaños se clavaron en los míos.

— Quería ir solo, Maggie, no me gusta que venga Scott — Asintió débilmente, sabía mi opinión sobre Scott y la respetaba.

— ¿Adónde ibas ahora?

Pestañeé varias veces.

— Le escuché a la policía que estaba escondida en un bosque — Omití la parte en la que ella podía estar muerta.

Maggie bufó con la vista clavada en la acera.

— ¿Dónde la secuestraron?

— La última persona en verla fui yo cuando la dejé en su casa en Murray Hill, no hay ningún bosque allí cerca...

— Peter, sube al coche — Dijo ella sacando el mando a distancia y buscando con la mirada su Ford fiesta rojo.

— ¿Vamos a ir... ahora?

— Sí. Pero primero vamos al coche, hace demasiado frío y en caliente se piensa mejor — Se rio entre dientes.

Su coche, aparcado pocos metros más adelante, era quizás más frío que el aire congelante del exterior. A pesar de haber puesto el aire caliente al máximo, me vi forzado a pedirle una manta y un gorro.

— ¿Esto es a lo que tú llamas "en caliente"? — Se rio.

— Es un coche muy viejo — Murmuró mientras subía la manta hasta su nariz, cubriéndola — En unos pocos minutos empezará a hacer calor, lo prometo.

— Bueno, vayamos a lo importante... ¿Tienes un mapa de Nueva York? — Asintió y señaló la guantera del coche. Me eché hacia delante y la abrí con una mano, mientras que con la otra sacaba el mapa y lo estiraba sobre mis piernas — Bien... la última vez que se vio a Lena fue en su casa, en Murray Hills, distrito de Queens.

— No conozco ningún bosque cercano — Dijo Maggie, reclinándose en el asiento.

Fruncí el ceño mientras examinaba con precisión cada zona verde de Queens. La gran mayoría eran parques pequeños, por lo que cabía descartarlos. Posé el dedo índice en el parque más grande de la zona, que podía coincidir con la descripción dada por el duende después de la paliza.

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