Encuentro

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Peter

— ¿Qué hacías ahí arriba?

No podía dejar de mirarla. Ella en sí resultaba increíblemente hipnotizante, la forma en que jugaba con un mechón rebelde de su cabello, rizándolo con el dedo índice cerca de su mejilla derecha, captaba mi atención, relajándome hasta tal punto de no ser consciente de nada más a mi alrededor.

— Una estupidez — Me dedicó una mirada fugaz — Eso hacía.

— Parecías enfadada — Asintió.

— Lo estaba.

Le eché un rápido vistazo a mi entorno. La había traído a mi piso en el centro de Nueva York, ya que era pequeño, silencioso y calmado. Si la hubiera llevado a la guarida la habría puesto de nuevo en peligro y... no era algo que me llamara mucho la atención.

Mi piso estaba — por primera vez en mucho tiempo — ordenado, la cama estaba hecha, la cocina recogida, los baños hechos y, por supuesto, el salón limpio y con una apariencia espaciosa nunca antes vista.

Lena estaba sentada en el sillón mientras que yo ocupaba el lado derecho del sofá, el más cercano a ella. Nada más llegar había preparado dos cafés y le había ofrecido una sudadera mía y un pantalón de chándal, y la verdad... estaba graciosa con mi ropa, pero en el buen sentido. Me gustaba verla pasear por mi apartamento vestida con mi sudadera y un moño deshecho, me sentía más en casa que nunca.

— ¿Qué buscabas? — Se encogió de hombros.

— Lo buscaba a él — Algo dentro de mí se rompió.

— ¿Por qué? — Me miró fijamente, soltando el mechón, ahora rizo, y dejándolo caer sobre su frente.

— Necesito hablar con él... Tú lo conoces ¿Verdad?

— Sí, pero...

— Todo empieza a cobrar sentido — Empezó a decir, girándose hacia mí para observarme de frente — Estoy como... uniendo un rompecabezas ¡Sí! ¡Eso mismo! Y creo que he unido algunas piezas clave en las que él es el... ¿dibujo estrella? — Frunció el ceño y se rio — Creo que me he emocionado demasiado con las metáforas.

— ¡No! Se entiende perfectamente, pero... ¿Qué has descubierto en concreto?

Exhaló un largo suspiro, las comisuras de sus labios se inclinaban hacia arriba, conformando una casi imperceptible, pero presente, sonrisa.

— Creo que él y yo teníamos una relación.

— Claro, pero de amistad.

— No, Peter, una relación de... algo más — Negué repetidas veces.

— No, él no... no tiene nada con nadie, ni lo tuvo, no quiere n-nada.

— ¿Estás seguro? — Asentí — Mientes.

Me levanté del sofá y recogí las tazas de la mesa.

— Voy a llevar esto a la cocina.

— ¡Peter! ¡No te escapes!

Se levantó ella también y me siguió a la cocina. Intenté cerrar la puerta detrás de mí pero ella interpuso el pie izquierdo entre esta y el umbral, provocando que le pillara el pie.

— ¡Ay! — Se quejó.

Me di la vuelta para mirarla, pero ya la había abierto y pasado a la cocina. Cerró la puerta con la espalda y dio varios pasos hacia mí. Intentaba adoptar una pose amenazante pero, con mi sudadera gigante puesta, un moño mal hecho y la cabeza que le sacaba yo aun estando ella de puntillas, mucho no intimidaba.

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