Mentira

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Lena

Algunos leves rayos de luz se introducían tímidamente en el dormitorio a través de los pequeños huecos de la persiana. Era las siete de la tarde y si no fuera por ellos la habitación estaría sumida en una oscuridad casi total.

Estaba escondida bajo un pilar de mantas grandes y pesadas, mis ojos estaban fijos en la persiana y en el "espectáculo" de luces a baja escala que me estaba aportando. A medida que el sol bajaba más rayos iban apareciendo, iluminando de a poco la habitación. Sabía que duraría poco, puesto que el sol estaba a punto de ocultarse, este alumbraba la otra parte de la casa por la mañana y esta parte por la tarde noche.

Me revolví tímidamente, estaba tan sumamente cómoda bajo las sábanas que no pensaba moverme en la vida. Y sí, estaba en la cama de Peter. Hoy por la mañana, al verme en tal estado, decidió que lo más apropiado era meterme en su cama y ponerme a dormir, como si fuera una pobre niña indefensa que no sabe lidiar con su vida de mierda.

La sola idea de Maggie pasando por lo que había pasado yo me provocaba nauseas. Aunque en cierta forma me confortaba pensar que al menos solo era ella y no todos mis seres queridos, como mi hermano, mis padres o... Peter.

Era capaz de matar por mi familia, la chica de trenzas podía irse a tomar por saco si dependiera de ello el bienestar de mis seres queridos, a mí ella me daba exactamente igual. Eso me llevaba a pensar en Spiderman. Él fue el que me llevó al hospital cuando Peter y Maggie me encontraron en aquella cabaña, también fue él el que me salvó de morir ahogada en el Puente de Brooklyn, y el que saltó a por mí cuando el duende me empujó desde el tejado de un edificio. ¿Cómo iba a entregarlo? Pero entonces... ¿Quién salvaría a Maggie?

Me revolví algo más entre las sábanas. Me encontraba entre la espada y la pared y... no me gustaba nada. La puerta se abrió levemente, dejando que un hilo de luz se abriera paso a la habitación.

— ¿Estás despierta? — Dudé si responder pero, finalmente, me decanté por emitir un leve gemido — Si lo prefieres puedo estar aquí contigo.

Por alguna razón no dije nada. Lo miré sin disimulo, a sabiendas de que él me estaba viendo. Sin emitir palabra alguna cerró la puerta tras de sí, se dirigió a la mesilla y encendió la lamparilla, aportando una luz tenue al dormitorio.

Se tumbó a mi lado y, con cuidado, pasó su mano por mi hombro y por la clavícula, aunque con una sábana de por medio. Sabía que intentaba reconfortarme, gesto que apreciaba aún más sabiendo que él no tenía conocimiento alguno de porqué estaba así, dado que había decidido ocultárselo todo.

Me di la vuelta, enroscándome sin querer en las sábanas. Peter se rio abiertamente, ayudándome mientras a quitarme las mantas de encima. Cuando hubo acabado proseguí mi anterior cometido. Me abrí paso entre su brazo derecho, apoyé la mejilla en su pecho y rodeé su torso desnudo con mi brazo derecho.

Cerré los ojos varios segundos, centrándome e todos y cada uno de los momentos — antes olvidados — vividos con Peter desde que lo conocía. En el coche, en su casa, con su tía... lo había recordado absolutamente todo, aunque sentía que algo se me escapaba, algo importante que todavía no podía reconocer.

— ¿Qué te ha pasado en la cafetería? — Su respiración chocaba contra mi frente mientras hablaba.

— No puedo contártelo.

— Lena por Dios — Hizo el amago de levantarse pero lo retuve en el sitio.

— No te vayas — Susurré — Por favor. No puedo decírtelo pero... no te vayas.

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