¿Duende?

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Lena

Me era imposible apartar la vista de Peter. Mientras hablaba varios mechones de su pelo, malamente peinado hacia arriba, caían sobre su frente. Sin embargo, él no se molestaba en apartarlos. Le hacían preguntas relacionadas con su relación conmigo y, por sus respuestas, quizás algo escuetas, dio a entender al juez y a los presentes que todo iba bien, que era una relación casi idílica.

Ahora, por fin, podía determinar por mí misma que eso no era del todo cierto. Sí. Había experimentado recuerdos de mi tiempo secuestrada, y también de mi relación con Peter. Más bien... de nuestra relación había recordado momentos, escenas, sentimientos... y no se parecía en nada a lo que Peter aseguraba como cierto. Recuerdo miedo. Sí, miedo por su parte y por la mía de que nuestra relación fuera peligrosa y tuviera una final non-grato para mí. No entendía el porqué de ese miedo ya que resultaba difícil pensar en que Peter pudiera tener enemigo alguno.

Eché un vistazo a la sala en su plenitud. Estaba repleta de periodistas y policía, mi familia estaba detrás de mí mientras que los demás bancos estaban ocupados por personas completamente desconocidas que me saludaban y sonreían, debía haberlos conocido durante los meses perdidos en mi memoria.

Tragué saliva. Me acomodé el vestido sobre las rodillas y dejé caer las manos entrelazadas sobre este. Dos segundos después las llevé a la coleta, apretándola más pese a que ya estaba suficientemente tirante. Mis ojos vacilaban de izquierda a derecha, pasando de la ventana cerrada hasta Peter, quien seguía hablando.

— ¿Estás bien? — Me giré para mirar a Maggie. Asentí nerviosa — Sé paciente, estamos contigo.

Apoyó su mano en mi hombro. Le sonreí y volví la vista al frente. Peter se estaba levantando de la silla para volver a su sitio detrás de mí. Me sonrió ampliamente, habría mucho que hablar después del juicio.

Miré hacia la izquierda, intenté perderme en el cielo azul que se escondía tras la ventana, abierta. Pestañeé varias veces y fruncí el ceño. Sin levantar la vista de la ventana me incliné hacia mi hermano.

— ¿Quién abrió la ventana?

— ¿Qué? — La miró y enarcó una ceja — ¿Qué más da eso?

Le dediqué una mirada de "¿Eres idiota o practicas?" y volví a fijar la vista en Peter, ajena al tema de la ventana.

— Puede volver a su asiento Señor Parker.

— Gracias.

Se levantó y abandonó el estrado. A mitad de camino se paró en seco, clavó la mirada en el suelo y, poco después, la dirigió a la ventana. Todos lo imitamos.

Un objeto cilíndrico y pequeño atravesó el marco de la ventana hasta aterrizar en el suelo, a un metro de mí. Nadie se movió. Observé ese aparato con quizás demasiada calma, incluso cuando un hilo de humo empezó a brotar de uno de los extremos y todo mi entorno se convirtió en una maraña de gritos y caos.

Sentí como Adrien tiraba de mí, pero no me moví, estaba pillada.

— ¡Lena! ¡Muévete! — Aparté la vista con extremada lentitud y la dirigí al sitio en el que Peter se encontraba segundos atrás.

Estaba allí parado, mirándome con la mandíbula desencajada. Cerré los ojos. Nada más abrirlos sonreí levemente, de un momento a otro el calor sofocante se había convertido en frío, y a mi alrededor se encontraban las vistas más bonitas de Nueva York, las del Puente de Brooklyn.

— ¿Qué piensas? — Me preguntó Peter, sentado a mi izquierda con ambas manos en el volante. Apartó la mano derecha de este y la acomodó sobre mi muslo, impartiendo leves y reconfortantes caricias.

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