The Legacy of Emil Greenard 9

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Finalmente, llegó el momento de dirigirse a los territorios del imperio. De parte de los Rebeldes iban Razer, Kareth, Quattuor y Kai; de la facción, el gobernador, seguido de un pequeño grupo de sus soldados; y de la unión, Alder y dos de sus guardaespaldas.

Por lo que Kareth tenía entendido, los acompañantes de Alder también eran bastante fuertes, aunque no se comparaban con Yorus, quien, como mano derecha del gobernante, se quedaría en el norte, sustituyendo al gobernador en su ausencia.

-¿Estarás bien sin mí? –preguntó Yorus, preocupado, habiéndole acompañado hasta llegar al punto desde el que partirían.

-Claro. Zein y Loan están conmigo. Además, yo también sé defenderme –respondió, tranquilamente.

-Tu jefe está en buenas manos –declaró el gobernador de la facción, golpeándose el pecho con el puño.

-No acabo de fiarme de ti –murmuró Yorus, sin que le escuchase- Por cierto, si estás aquí, ¿quién está llevando la administración en el oeste? –preguntó.

-El resto de mis soldados, junto con los representantes de los ciudadanos.

-Oh, así que has decidido incluir a sus representantes.

-Es parte del trato para la alianza. Además, ahora que hemos abandonado la lucha, los recursos deberán destinarse a otros objetivos.

-Es raro verte pensar en algo que no sea luchar –comentó Alder.

-¡¿Qué has dicho?! –se enfadó el líder de la facción.

-Nada –respondió, encogiéndose de hombros.

Al escuchar aquella conversación, Kareth esbozó una sonrisa irónica. Acto seguido, miró a los demás. Algunos de los soldados de la facción se mantenían firmes al lado de los vehículos en los que habían venido. Otros, seguían dentro, esperando órdenes.

"Si que se lo toman en serio...", pensó mientras se preguntaba si el asalto al recinto de su gobernador les habría puesto en guardia sobre sus propias capacidades como soldados.

Por otro lado, Quattuor y Kai esperaban junto al que sería su medio de transporte, un automóvil de cuatro ruedas, parecido al que les había prestado Normand, más pequeño y sin esos extraños botones, y que había sido prestado por Alder.

El joven se fijó en el anillo que llevaba Kai en uno de sus dedos. Antes de marcharse, él y Miruru habían hecho una especie de pacto (pues no sabía de qué otra forma llamarlo) en su presencia y la del resto de rebeldes. Había sido oficiado por Donell, y los anillos, nada ostentosos, se habían elaborado mediante trenzados de hojas de algunas de las plantas que crecían cerca de la villa, y que habían sido recogidas por los niños. Un simple detalle que, pensaban, les traerían suerte en lo que estaba por llegar.

En ese momento, se acordó de la despedida que tuvieron antes de venir.

"-Tened mucho cuidado –dijo Nara a Kareth mientras lo abrazaba.

-No te preocupes, estamos bien acompañados –respondió, poniendo una mano sobre el vientre de ella-. Prometo que haré de este un mundo uno en el que podamos verlo crecer felizmente –continuó, a lo que ella asintió- Miruru, la dejo a tu cargo.

-¡Por supuesto! –contestó ella, guiñándole un ojo- ¡Nadie, en su sano juicio, se atreverá a ponerle un dedo encima! ¡Te lo aseguro!

Poco después, empezó a hacerle cosquillas a su amiga, rozando su mejilla contra la de ella.

-¡M-Miruru! –se quejó Nara, intentando quitársela de encima.

Al mismo tiempo, una mano golpeó ligeramente la nuca de la chica de pelo rubio.

Yohei GakkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora