The demigoddess and the necromancer 6

438 16 0
                                    

Estudiantes de Yohei Gakko del manejo del medio. También llamados semidioses.

Nacidos del efecto del Radiar, su capacidad cerebral había sido llevada más allá de lo normal, incluso para lo esperado en un usuario de dicho elemento. Eran pocos los casos, pero, debido a su poder, se había considerado necesario establecer una única Yohei Gakko para ellos.

Dentro del grupo de los semidioses, existían diversos factores que los caracterizaban: uno de ellos era la adquisición de un gran poder, capaz de controlar el medio ambiente. Acercándose así al poder de una deidad, y motivo por el que se les había dado ese nombre. Otro de ellos era que su esperanza de vida se vía reducida más allá de lo que dictaba el estándar en los otros usuarios, llegando a situarse en unos quince años de media.

El control de sus poderes resultaba muy complejo, pudiendo perderse estabilidad mental y destruir todo a su paso. Además, si se abusaba de su habilidad, podían incluso morir.

No era difícil preguntarse por qué, pese a estos efectos secundarios, mucha gente se arriesgaba a someterse a las inyecciones de Radiar, pero tal era la determinación de los que lo hacían. Quinientos años en guerra habían sido demasiados para muchas generaciones y linajes, que buscaban acabar con ella sin importar las consecuencias.

Delante de Kai se encontraba una de ellos. Una semidiosa.

-¿Fue destruida? –repitió Kai, en forma de pregunta, a lo que la chica asintió.

-No sé bien qué pasó. Aquel día me descontrolé y destruí algunas instalaciones. No era lo habitual, pero podían darse casos así. Motivo por el que nos tenían bastante controlados. Aquel día fue la primera vez para mí, así que me puse un poco nerviosa.

Al día siguiente, me hicieron un escáner cerebral. Querían comprobar si todo iba bien. Fue entonces cuando pasó. Fuera del edificio en el que me examinaban, se escuchó un fuerte ruido, como si algo muy grande se estuviese cayendo. Rayos, fuego... cuando salimos nos encontramos con un verdadero caos. Y ahí estaban ellos. Parecían demonios, fuera de sí, todos mis compañeros habían perdido el control. Todos y cada uno de ellos.

Intenté ayudar a que se calmaran, pero no sirvió de nada. No podía hacer nada por ellos. No pude hacer nada.

Entonces, uno de los trabajadores me cogió de la mano y echó a correr. Lo conocía. Había hablado muchas veces con él. Era sociable, simpático y siempre llevaba a su lado un lobo como mascota. Un poco extraño, ¿no?

Me dijo que me llevaría a un lugar seguro. Yo no dejaba de gritarle que no podía abandonarles, qué sería de él y del resto de científicos. Pero no me hizo caso. Dijo que ya habían tomado una decisión, que me ayudaría a escapar.

Me empujó a una de las naves de evacuación y a su lobo conmigo. Me aseguró que él cuidaría de mí. Que no me dejaría sola. Y, sonriente, se despidió.

Lo último que recuerdo es mi hogar envuelto en llamas y, a las afueras de allí, la figura de una mujer.

-¿Una mujer? –preguntó Kai.

-Sí.

-¿Recuerdas cómo era?

La chica negó con la cabeza.

-Ahora entiendo por qué has acabado aquí. Siento lo ocurrido –dijo el joven.

-No importa...

Tras esto, se mantuvo pensativo unos instantes.

-Oye –dijo, dirigiéndose de nuevo a Miruru, quien levantó la cabeza en señal de respuesta- ¿Quieres acompañarme?

-¿C-cómo?

Yohei GakkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora