The three global powers 7

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Razer y Sdren caminaban por la calle principal.

-¿Estás seguro de que es por aquí? –preguntó Razer.

-A no ser que haya cambiado de sitio –contestó Sdren.

-¿Cambiado de sitio?

En ese momento, escucharon una voz ronca entre el gentío. Allí, encontraron a un hombre situado encima de una pequeña plataforma de madera, probablemente traída por él mismo, gesticulando con sus brazos mientras se manifestaba.

-¡Sé que, como yo, muchos estáis hartos de esta situación! ¡Es por eso que debemos enfrentarnos a ellos! ¡Ahora el gobernador dice que quiere aliarse con los territorios del norte! ¡¿De verdad vais a permitirlo?!

-Pensaba que sería algo más discreto. Me parece extraño que los soldados todavía no lo hayan detenido –señaló Razer, observándolo desde cierta distancia.

-Va cambiado de lugar para que no le sigan la pista. Además, los soldados tienen cosas más importantes que hacer estos días –contestó Sdren- Por otro lado, ésta no es la única forma que tiene de reclutar gente. Ya hay varios que le siguen y que se encargan de hacerlo más discretamente. Aunque no son suficientes para una revuelta. Al menos, eso creo.

-Entiendo. Lo que está haciendo podría considerarse una forma de llamar la atención sobre él mismo, por lo que pueda ocurrir, y servir así de distracción para los soldados. Tiene agallas.

Así pues, ambos se desplazaron hasta la plataforma, llamando la atención del hombre.

-¿Habéis decidido uniros? –preguntó.

-Más o menos. En realidad, nos gustaría hacerte una propuesta que quizás pueda interesarte –respondió Razer.

-¿Una propuesta? –repitió el hombre, bajándose de la plataforma para ponerse a su altura. Fue entonces cuando Razer cayó en la cuenta de que, aunque quizás no tanto como Quattuor, era bastante alto.

Tras atusarse una barba de varios días y examinar de arriba abajo a los Rebeldes, se decidió a continuar.

-No parecéis soldados, así que escucharé lo que tengáis que decir.

-Bien, pero antes me gustaría que nos acompañases. Ya sabes, a un lugar donde poder charlar más tranquilamente –indicó Razer.

-Claro. Espera un poco a que recoja esto –dijo mientras se cargaba al hombro la plataforma de madera, siguiéndoles poco después.

Mientras tanto, Miruru y Nara llegaron al escondite, donde entraron tras vigilar que nadie las siguiese.

-Hay que encontrar algún sitio donde acostarla –dijo la semidiosa mientras buscaba aquello que le pudiese servir-. ¡Maldita sea, ¿es que no hay ninguna cama o qué?! –se quejó.

Después de cerrar la puerta, Nara se unió en la búsqueda.

-¿Y si probamos con las habitaciones del fondo? Con que haya un par de mantas que usar como colchón será suficiente –sugirió la chica.

De esa forma, la llevaron hasta allí entre las dos, descubriendo un dormitorio, en mejor estado que la habitación más cerca de la entrada y donde había un pequeño colchón cerca de una de las esquinas.

Fue ahí donde depositaron cuidadosamente su cuerpo. Acto seguido, Nara cogió un par de mantas y las colocó debajo de la cabeza de la joven para que sirviesen de almohada.

-Necesitamos agua y comida. Miraré si tienen aquí o si nos queda algo a nosotros –dijo Nara mientras salía por la puerta, a lo que Miruru asintió, quedándose a solas con la chica.

Yohei GakkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora