The Legacy of Emil Greenard 12

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-Aaaah... aah... aah... –respirando a duras penas, Nara y Miruru llegaron a un pequeño recinto situado cerca de las afueras, donde se escondieron para recuperar el aliento.

-¡¿Crees que le hemos despistado?! –preguntó Nara.

-¡No estoy segura! –respondió Miruru, cerrando la puerta- ¡De momento, nos quedaremos aquí, aunque sea poco tiempo, para recuperar fuerzas!

Nara asintió, moviendo la cabeza hacia el niño que tenía entre sus brazos, el cual, agotado de tanto llorar, estaba más calmado. Pese a ello, todavía podía observarse una expresión de terror en su rostro.

-Tenemos que hacer algo. No estará a salvo con nosotras mientras Unum siga persiguiéndonos.

-Puede que la única solución sea enfrentarse a él.

-¡¿Estás loca?! ¡Ese hombre es... aterrador...!

En la mente de la chica aparecieron los recuerdos del cuerpo de su tío siendo atravesado por numerosos filos y el de Remi congelado y lanzado por la ventana. Toda aquella escena acompañada de una sonrisa que todavía le producía temblores en el cuerpo.

-¿Qué sugieres entonces? –preguntó la semidiosa, tras ver la reacción de su amiga, mientras ella miraba a su alrededor, descubriendo una sala repleta de estanterías ocupadas con cajas de contenido desconocido y herramientas de diversos usos.

-Parece un almacén –especuló Nara-. Puede que por aquí haya alguna compuerta que lleve a un sótano.

-No es raro en sitios así. Démonos prisa.

Así pues, ambas comenzaron la búsqueda por toda la habitación, moviendo mubles, si era necesario, con ayuda del poder de Miruru. Por desgracia, la escasez de luz y la acumulación de polvo no les ayudaron mucho en su tarea.

-¡¿Desde cuándo no limpian?! –se quejó Miruru, estornudando después de mover una de las estanterías y agacharse para palpar el suelo.

-Quizás lo usen como trastero –contestó Nara.

En ese momento, notó algo extraño en la madera del suelo, cerca de la pared, donde golpeó varias veces para asegurarse.

-Creo que está hueco –indicó la chica, con tono esperanzado.

-¿A ver? –preguntó la semidiosa, con curiosidad, acercándose al mismo lugar para comprobarlo ella misma, examinando si había alguna rendija que evidenciase la existencia de una compuerta.

-¡La encontré! –exclamó Miruru, introduciendo sus dedos por un fino hueco donde, al hacer fuerza, separó la madera del resto de la superficie, dejando a la vista un rectángulo oscuro que, poco después, dejó a la vista una habitación peor iluminada que el almacén.

-No se ve mucho, pero parece haber unas escaleras –comentó Nara mientras metía la mano dentro-. Sujétame, bajaré primero –continuó, siendo agarrada de las axilas por Miruru, y dejando caer las piernas hasta tocar uno de los escalones.

-Ten cuidado. No me extrañaría que hubiese alguno roto.

-Parece seguro –la tranquilizó Nara, a la vez que recibía de nuevo en sus brazos al pequeño.

En ese instante, se escuchó el ruido de la pared rompiéndose, seguido de un temblor que hizo que Nara perdiese el equilibrio y cayese de culo sobre el suelo del sótano.

Por acto reflejo, Miruru cerró la compuerta, girándose hacia el origen de aquel desastre.

-¡¿Hola?! ¡Creo que tienen este sitio lleno de ratas! –se burló Unum, entrando, con aire relajado, por agujero que había hecho- ¡He venido a hacer limpieza!

Yohei GakkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora