The Legacy of Emil Greenard 7

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Al salir de la choza, Kai les indicó a Kareth y Sarah que entrasen de nuevo. Mientras tanto, en su cabeza, permanecía grabado el nombre de Jared, pese a no entender bien por qué verle le ayudaría a saber más sobre sí mismo.

Tras volver con los demás, descubrió que habían desenterrado una caja metálica de color gris y diseño plano.

-¿Ahí dentro se encuentra el arma? –preguntó, a lo que Quattuor respondió abriéndola y enseñando una daga de empuñadura dorada situada sobre un trozo de tela bien doblado. Su hoja era más larga que el de una corriente, por lo que también podría tratarse de una espada pequeña, y en el interior del metal podía observarse un diminuto espacio, recorriéndolo de arriba abajo, por cuyo centro pasaba un fino hilo hecho de un material desconocido.

-¿Creéis que por "incompleto" se refería a que este hueco tendría que estar tapado? –preguntó Ivel.

-O eso, o relleno de algo –sugirió Miruru.

-En cualquier caso, si no está acabada, ¿qué podemos hacer con ella? –preguntó, esta vez, Kai.

-Podríamos dársela a Normand. Quizás él sepa qué hacer –propuso Quattuor.

-Aun siendo él, sin los diseños, no sé yo si será capaz.

-A primera vista, no parece que estén aquí –comentó Miruru- ¿Podrían estar debajo de la tela?

Cuando Quattuor levantó el trozo de tejido, encontraron una serie de documentos con dibujos e indicaciones grabados, relacionados con el objeto. Pese a lo arrugados que estaban, eran perfectamente legibles.

-¡Bingo! –se alegró Kai.

Dentro de la choza, Kareth y Sarah abandonaron la habitación donde descansaba Eigar. Ambos tenían expresiones tristes aunque, al mismo tiempo, se sentían contentos por lo que el hombre les acababa de revelar.

-Oye, Eigar –dijo el chico, girándose para mirarle-, ¿por qué no vienes con nosotros? Podríamos cargar contigo. No es ningún problema.

-No hace falta, chico. Yo ya he hecho lo que tenía que hacer, y me alegro de haber tenido la oportunidad de hacerlo. Si hay un sitio en el que quiero descansar, es éste. Idos y no miréis atrás. Vosotros sois quienes crearéis un nuevo futuro –respondió el hombre, con una sonrisa en los labios, tras lo que cerró sus ojos y se limitó a descansar. Al mismo tiempo, los dos hermanos se despidieron de él con un gesto de cabeza y se marcharon.

Una vez reunidos todos y después de un último vistazo al hogar de Eigar, el grupo, guiados por Ivel, se dirigió a la salida del oasis. Quattuor era el encargado de transportar los cristales que habían recolectado, mientras que Kai había sido el elegido para llevar la caja que contenía la daga y los documentos con sus diseños.

-¿Sigues teniendo el silbato que te dio tu maestro? –preguntó Miruru al nigromante.

-No. No podía llevármelo y dejar a mi maestro indefenso, pero no te preocupes, ahora que estamos todos juntos y tenemos a Ivel, el camino de vuelta será más fácil.

-Eso espero.

-Pareces preocupada, Ivel –señaló Kareth, caminando a su lado.

-¿Eh? ¡Ah! Lo siento. Es que, después de toda esa historia que ha contado... No sé, me siento fuera de lugar.

-Te entiendo. Pero créeme, es mejor así. Como líder de los nómadas, creo que tienes cosas más importantes para ti en las que pensar. Déjanos ese trabajo a nosotros.

-Supongo que tienes razón, aunque, teniendo en cuenta que Tribus también está metida en eso, no creo que esté tan desvinculada como pueda parecer.

-Con más motivo entonces. No creo que quieras acabar enfrentándote a ella.

Yohei GakkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora