Capítulo 34: Fe

4.9K 410 72
                                    


Cuando te rompen el corazón, sientes que el tiempo pasa muy despacio, tan despacio, que si no fuera porque llega un momento en el que tienes que encender la luz porque fuera ha oscurecido indicando que ha llegado la noche, ni siquiera te darías cuenta del paso de los días. ¿Qué más da si es de día o de noche? Sea cuál sea la hora, el dolor es el mismo: quema, escuece, sientes una opresión en el pecho que en ocasiones te dificulta respirar, el estómago se retuerce y sientes arcadas. Para aliviar el dolor, buscas a quién echarle la culpa, quieres pensar que no es culpa tuya o, por el contrario, sientes que toda la culpa es tuya.

******

Gabriel no estaba seguro de a quién culpar. La primera persona que le venía a la cabeza era Adán. ¿Cómo había podido hacerle eso? ¿Cómo había sido capaz de mentir tan descaradamente diciendo que eran amantes después de haberle apoyado aún a riesgo de su relación con Markku?

También culpaba a Mat. ¿Por qué le odiaba? ¿Por qué había creído a Adán? Ni siquiera le dio una oportunidad para negarlo.

En ocasiones estaba seguro de que la culpa era suya. Aún le punzaba en la memoria los primeros meses en los que todavía estaba enamorado de Adán y Markku tuvo que luchar por sacarlo de su corazón... Markku. Markku había creído que realmente le había engañado durante meses. Si eso era así, es que no le conocía en absoluto. Había intentado demostrarle cuán profundamente enamorado estaba de él y aún así, había decidido creer a su hermano, y lo que es peor, había decidido creer a Adán y eso le dolía y le decepcionaba.

Después de que Mat le echara, Gabriel se fue a su piso caminando lentamente, pensando si lo que acababa de pasar había sido real o una pesadilla. Llegó rápidamente a la conclusión de que era real, porque si no lo fuera, en esos momentos estaría rodeado por los brazos de Markku y no caminando por la calle como si su vida hubiera terminado y empapado por la intensa lluvia que había empezado a caer. Le gustaba la lluvia, pero en ese momento la odiaba, porque sabía que a partir de ese día, cada vez que lloviera recordaría la inmensa tristeza que sentía.

Nada más llegar a casa, Gabriel se sentó en el sofá con su viejo y roto teléfono en la mano. En varias ocasiones estuvo tentado de llamar a Markku, pero enseguida recordaba las amenazas de Mat y no podría tener sobre su conciencia que Rocío y Paula perdieran la clínica por su culpa. Y mucho menos que su madre perdiera su trabajo.

Después de horas y horas de darle vueltas a lo ocurrido y de repasar mentalmente su relación con los hombres con los que había estado, sobre todo la de los últimos meses con Markku, Gabriel llegó a una determinación: a partir de ese momento, el único hombre por el que lloraría, sería su padre. Ya había llorado demasiado por los hombres: Rui fue el primero en su vida y también el primero en hacerle llorar. Si bien no estaba enamorado, cuando le dejó lo pasó bastante mal, se sintió abandonado. Después fue Adán. Adán le hizo llorar tantas veces durante y después de su relación que había perdido la cuenta. Y ahora Markku. Con lo ocurrido durante el verano, cuando creyó que le había sido infiel, Gabriel se sintió cómo si le hubieran abierto el pecho porque realmente confiaba en que él no sería capaz de traicionarle. Lloró y lloró, estuvo dispuesto a perdonar la supuesta traición y desde que se reconciliaron había luchado por él dándoselo todo. Esta vez, si Markku le quería tanto como decía, tendría que ser él quien diera el paso. Markku tendría que llamarle para arreglar las cosas... o se acabó.

El teléfono empezó a sonar en ese instante y Gabriel sintió una oleada de esperanza, esperanza que se convirtió en rabia al ver que era Adán quien le llamaba. Sintió ganas de contestar y gritarle, pagar con él todo el dolor que sentía, decirle todas las cosas que tenía guardadas desde hacía tanto tiempo, echarle en cara todo lo que le había hecho en el pasado y lo que le estaba haciendo en el presente, pero en lugar de eso, colgó. Adán no tardó en volver a llamar y Gabriel volvió a rechazar la llamada. Después de eso, le envió varios mensajes:

Línea recta (Homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora