Capítulo 71: Seis días.

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Día uno: Para eso está la familia.

Casi todas las personas que estaban en la casa se encontraban en ese momento reunidos en la cocina esperando a que Olsen bajara del piso de arriba a decir qué estaba pasando.

Después de cortarse el pelo, Aric había entrado en una espiral de llanto, temblores y respiración agitada y Olsen se asustó cuando él solo no pudo calmarle, así que pidió ayuda y todos sus hijos adultos acudieron, incluido Markku, que había escuchado la voz de su padre en el jardín a través de la ventana del dormitorio, que afortunadamente estaba abierta.

Lo primero que pensaron fue en llamar a emergencias, pero Markku sabía por experiencia que lo único que harían en esa situación era ponerle a Aric un ansiolítico y recomendarle acudir a un terapeuta. Así que pensó que era mejor llamar directamente al terapeuta, y sería incluso mejor si ese terapeuta fuera de confianza. Y sólo sabía de uno, o más concretamente, de una.

Adán llamó a Dora un poco a regañadientes, pero entendía la situación y sabía que su terapeuta era la mejor. Por eso estaban todos en la cocina, esperando, mientras Dora estaba en el piso de arriba con Aric y Olsen.

Por fin, como una hora después, Olsen bajó dejando a su hijo a solas con la psiquiatra. Cuando entró a la cocina, Dasken fue el primero en adelantarse para preguntar por su hermano.

—¿Cómo está?

—Está más tranquilo. La doctora dice que ha sido un ataque de ansiedad bastante fuerte... —en ese instante, Julia se levantó de la silla en la que estaba sentada y le indicó a su padre que se sentara. Olsen susurró "gracias" y tomó asiento—. Aric ni siquiera recuerda en que momento agarró las tijeras y empezó a cortarse el pelo.

—...Yo tengo la culpa —dijo Gabriel con tristeza en su voz. Estaba sentado en el regazo de Markku, y desde ahí, miraba a Olsen con culpa en la mirada—. No debería haber obligado a Dasken a contarle lo de Rui.

—No, min lille —dijo Markku, reaccionando rápidamente y agarrando el rostro de su pareja con ambas manos para que le mirara a los ojos y así no tuviera dudas de que realmente pensaba lo que decía—. Tú no tienes la culpa.

—Un poquito sí que la tiene, ¿no te parece? —se quejó Dasken, que habló desde donde estaba; apoyado en el arco que separaba la cocina del comedor y que miraba a su hermano y a Gabriel con molestia—. Si no me hubiera obligado a contarle a Aric lo que sé, quizá ahora no estaría así.

Markku notó cómo Gabriel se estremeció levemente entre sus brazos y buscó su mirada para ver que tenía un gesto triste en su bonita cara. Eso hizo que le lanzara a Dasken una dura mirada de advertencia. Nadie dañaba a sin lille si él podía evitarlo, así que contraatacó con severidad.

—O quizás tú deberías habérselo contado desde el principio, en lugar de dejarle creer que te acostabas con su novio.

Dasken se acercó a Markku rápidamente, señalándole con el dedo. Chocolate y Goliath, que estaban echados a los pies de sus dueños, se pusieron alerta, levantándose del suelo. Chocolate saltó al regazo de Gabriel y miró a Dasken fijamente y en silencio, meneando la cola. Goliath tan sólo se acercó lo suficiente para que Gabriel pusiera una mano en su cabeza y se quedó igual que su "hermanito", quieto y mirando a Dasken. El de rastas se dio cuenta del movimiento de los perros pero no les prestó atención, no podía ver más allá de la mirada fría y amenazadora de su hermano.

Dasken nunca había sido un cobarde, pero en ese momento bajó la mano con la que señalaba a Markku. No todos los días alguien le lanzaba una mirada "asesina" y un perro de unos setenta kilos le miraba atentamente.

Línea recta (Homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora