La Última Prueba

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La esperanza es lo último que se pierde.



Mi estrategia estaba ya definida, debía quitarle esa pistola y llevarlo conmigo a la fuerza o dejarlo inconsciente y arrastrar a mi oponente hasta mi salvación. 


Poco a poco empecé a dar pasos más cortos y finalmente me quedé quieto, la pistola se quedó a una distancia prudencial, en su mano izquierda, pero la derecha me empujó para que me volviera a poner en marcha. Tenía que ser rápido, le atrapé la muñeca y le di un tirón que lo desequilibro, pero para mi sorpresa usó el momento o la energía que le había aportado al darle el tirón para hacer una elegante voltereta, situarse lejos de mí y volver a apuntarme. 

Estaba sin más opciones, me acerqué a él de un salto, y me disparó. Por suerte, las balas no eran reales, pues como había dicho él al intentar ganarse mi confianza, estábamos en un lugar diferente al mundo en el que me había criado. Estábamos en algún lugar de mi mente, y por ello la bala que salió del arma, que estaba perfectamente apuntada hacia mi cabeza, a la que no era difícil acertarle a tan poca distancia, no me hizo absolutamente nada. Había usado la baza del miedo y le había salido el tiro por la culata. Le di una patada en sus partes, con todas mis fuerzas, y surtió efecto, pues se dobló de dolor y empezó a proferir insultos. Le cogí de la oreja izquierda, y me lo llevé casi a rastras. 

Poco a poco, a medida que nos adentrábamos en la oscuridad, empecé a notar que me  dolían los músculos, pero aún así no dejé que ninguno de los dos detuviera su avance. Finalmente, empecé a perder fuerzas, e iba notando como cada paso se me hacía un infierno.

-Idiota, estamos volviendo, aquí solo encontraras dolor y he intentado ayudarte, pero no me has hecho caso.- me dijo mi  otro yo, era el primero la segunda vez, que me advertía a mí mismo de algo, lo que pasa es que la primera debía escuchar y esta vez no. Mas noté en su voz, que el dolor y el cansancio que sufría remitías a medida que  los míos aumentaban y eso podría acabar mal si al final era él quién en un giro de los acontecimientos se aprovechara de la situación para dejarme inconsciente y arrastrarme hasta la muerte. Me dispuse en ese momento a golpearlo nuevamente esta vez, para dejarlo inconsciente, pero fue él quién me golpeó antes, primero en el abdomen, después sin piedad me rompió una rodilla y lo supe por la forma en la que crujió, el dolor indescriptible y el ángulo en el que quedó tres el golpe propinado por una patada giratoria en mi rodilla derecha dejándola doblada hacia fuera.

 Quedé en el suelo, y sin dilación, me propinó un último golpe que me mando a la inconsciencia.






Desperté instantes después, completamente curado, mientras me llevaba a rastras agarrándome, por ambos brazos, hacia la luz mi otro yo. Noté que a medida que se acercaba a la zona más luminosa, más rápido me arrastraba, y mayor era su fuerza. Sin esperar a tener una táctica, me levanté, haciendo que mis pies corrieran hacia atrás lo que dejó pegado a la espalda de mi adversario, le agarré por el pecho a la vez que me libraba de su arrastre, lo lancé con todas mis fuerzas por encima mía en un movimiento parecido al de un estornudo. Llegó al suelo antes de saber que estaba pasando, hizo el gesto de levantarse, pero yo había saltado sobre él cayendo con todo mi peso, que es bastante considerable sobre él. Volvió a intentar levantarse, pero lo cogí en peso, lo alcé sobre mí y lo volví a dejar caer al suelo, le hice una llave y le obligué a caminar de nuevo, pero esta vez hacia la luz. Estaba bastante tocado, pero acercarse a la luz le daba fueras, pero por suerte llegamos antes de que intentara nada nuevo hasta las puertas de la muerte. Una enorme e inmensa puerta, luminosa y blanca que aunque no tenía ningún mensaje en ella yo sabía por puro instinto que si la atravesaba, nunca podría volver.

 No tenía mango, pero no lo necesitaba, cogí impulso y empujé contra ella a quién ya saben haciendo  que chocara en el centro rompiéndola de forma espectacular. Pues la puerta estalló primero, y después implosionó y desapareciendo ambos de una vez y para siempre. Se hizo la oscuridad, y después perdí la consciencia. 

La Verdadera Gran Historia del Universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora