Después de intentar escudriñar esa mirada confusa, él se fue.
Volví a estar sola en esa enorme habitación. Que parecía la de un psiquiátrico.Pasaron lo que creo que fueron horas hasta que la puerta se abrió de nuevo. Ante mí, ese gran hombre. Parecía recién duchado. Su cabello estaba húmedo y llevaba ropa limpia. Y menos mal. La camiseta de antes me daba nauseas.
-Te traigo algo. -dijo amablemente. Y dejó en el suelo una bandeja.
Me acerqué para ver qué era, y tuve que aguantar una gran arcada. La bandeja contenía sangre. Una gran bolsa. Solo al ver eso empezaba a sentir nauseas y a marearme. Me iba a dar algo.
-Ahora mismo es normal que reacciones así, pero tarde o temprano lo necesitarás. -dijo alejándose.
-Ni muerta voy a beberme esa cosa, es asqueroso. -me negaba a tener que tomarme eso, preferiría morirme antes.
-Pues así será entonces, pero lo vas a pasar realmente mal. -dijo con tono de pena. Parecía que de verdad sufría por mi.
-¿Puedes explicarme por qué soy diferente? -le pregunté al ver que se disponía a marcharse.
-Ya te lo dije -contestó girando la cabeza sobre su hombro derecho-, no estoy seguro.
-Mi familia me buscará, estoy segura. -dije con esperanza.
-Han pasado meses, lo siento... -dijo mirándome.
-¿Cómo! ¿Meses! -estaba completamente confundida -¿Cómo van a pasar meses? Solo llevo horas o un día aquí metida. -era completamente mentira. Imposible que haya pasado un mes.
-Te llevaste tres meses dormida. -contestó acercándose a mí.
-No entiendo nada... -pasé mis manos por mi frente para intentar calmarme, al mismo tiempo que negaba con la cabeza.
-Por eso no sabemos qué está sucediendo contigo. A diferencia de los demás, tú has pasado una fase diferente. Mantienes tus sentimientos y tu ser, no eres igual a los demás. Eres increíble.
-¿Cómo va a ser esto increíble? -intentaba tragarme el gran nudo que se formaba en mi garganta -Me habéis jodido la vida. -no pude más y rompí a llorar. Por todas las veces que no lo había echo desde que todo comenzó. Con todas las pocas ganas que me quedaban de seguir. Con todo el dolor que sentía...
-Es increíble para nosotros. Muy pocas veces sucede, a decir verdad, casi nunca. Y si es lo que nosotros estamos pensando, ya tenemos un dueño para ti.
-¿Dueño? -solo esa palabra me produjo escalofríos. Tenía los ojos como platos.
-Sí. Ayudarás a uno de los nuestros. Pero antes de decirte nada tengo que hacerte pruebas, aún no es seguro. -dijo muy orgulloso. Como si yo fuera algo que estuvieran esperando hace siglos.
-Y si no soy lo que esperáis... ¿Qué pasará conmigo? -no sabía qué idea de las dos me aterraba más. Tener que doblegarme ante las órdenes de otro psicópata o el no saber qué iba a sucederme si no era la adecuada.
-La verdad... No tengo ni idea, pero te informaré. -dijo giñándome un ojo.
-¿Por qué parece que me estás ayudando? -él era el único que por una extraña razón hacía que me sintiera protegida.
-Porque lo hago. -ahora apareció una pequeña sonrisa en su rostro, parecía paternal.
Ese pequeño gesto me recordó a mi madre. ¿Cómo estará ella? Cuánto la echaba de menos. Desde que llegué aquí no hablábamos casi nunca, siempre estaba ocupada estudiando o trabajando. Cómo me arrepiento ahora. ¿Y mi hermano? No lo veo desde que éramos unos críos. Nuestra relación se rompió al acabarse el matrimonio de nuestros padres. Se decía que los hermanos gemelos estaban mucho más unidos que los otros. Pues totalmente mentira. El mío me dejó de lado cuando las cosas se pusieron feas. Siempre intenté tomar de nuevo el contacto con él, pero nunca salía bien. Inclusos sigo siendo tonta al pensar que él piensa en mí, que me recuerda, que me necesita. Ya nada era como antes...
Empecé a llorar tirada en el suelo como una tonta. El grandullón que estaba delante de mí se arrodilló para ponerse a mi altura. Desde esa perspectiva pude ver que era unos diez años más mayor que los otros. Me miraba con cara de pena, parecía que no le gustaba verme así.
-Tranquila, yo mismo me encargaré de que no te suceda nada. -dijo acariciándome el hombro con delicadeza.
-Aunque puede que estés mintiendo, ahora mismo te creo. No tengo más esperanzas que las que tú me das. -contesté secándome las lágrimas.
-Empezaremos las pruebas mañana -dijo mientras se incorporaba -. Después te traeré algo para que duermas. -se despidió de mi con la mano y cerró la puerta detrás de él.
Y más tarde me trajo un colchón con una almohada y mantas.
Se lo agradecí muchísimo.***
Me desperté de un sobresalto. Había dormido bastante bien a pesar de la situación. Pero aún estaba inquieta por no haberle hallado respuestas a mis miles de preguntas.-¡Eh, gilipollas! -llamé para que me oyera.
-Carlos, ve a ver a tu princesita. -oí que decían con guasa desde el otro lado.
A los pocos segundos entró Carlos. Que desde que lo conocí lo identificaba como aquel hombre muy alto y corpulento.
-¿Te llamas Carlos? -le pregunté cuando cerró la puerta.
-Así es. -me contestó haciendo un saludo militar. Yo sonreí.
-Éire. -me presenté muy digna. Él me estrechó la mano divertido.
-Bueno, ¿empezamos? -dijo frotándose las manos.
-Si es lo que hay que hacer... -dije encogiendo los hombros -¿Dolerá? -pregunté algo aterrada.
-Si eres la indicada no tiene por qué. Pero tranquila, te haré el menor daño posible, confía en mí. Tenemos que ir a otra sala. -dijo mostrándome su mano.
Me agarré a su mano y salimos juntos de la habitación.
Subimos las escaleras y pasamos por el gran pasillo.
Agaché mi cabeza al escuchar los chillidos de dolor que provenían de las habitaciones. Carlos agarró más fuerte mi mano, intentando darme ánimos, parecía que lo había notado.-Es esta. -dijo parándose ante una puerta roja oscura, al final del pasillo.
Los dos entramos y él cerró la puerta.
Las paredes y el suelo de la habitación eran blancos. Había miles de máquinas allí. Pero lo que más me llamó la atención fue la gran bóveda de cristal que había en el techo, era increíble.-Siéntate en ese sillón, por favor -me indicó con su dedo un sillón que estaba en el centro de la habitación, rodeado de mesas con muchos utensilios -. Tranquila, no te voy a abrir en canal. -dijo para tranquilizarme.
Nosé qué era lo que más me daba miedo. Estar con él a solas en una habitación como esa, sus increíbles colmillos, o los de miles de utensilios que me rodeaban.
Se sentó a mi lado en una silla y cogió algo de una de las mesas. Parecía una aguja.
-Tengo que acerte una prueba de ADN antes. Si hay algún cambio genénico, esta es la mejor forma de comprobarlo.
Le tendí mi brazo para que prosiguiera con la dichosa prueba.
Odiaba tener que sacarme sangre. Siempre que tenía que hacerlo me escondía para no ir al médico.-Listo -dijo al retirarme la goma del brazo -. Ahora tenemos que ver qué cosas te afectan y qué cosas no... ¿Sientes algo?
-¿Qué quieres que sienta? -dije sin saber a qué se refería. Dirigí mi mirada a donde él tenía puesta la suya. -¡Joder! ¡Qué mierda has echo! -grité al ver que tenía un bisturí clavado en la pierna derecha.
-Está claro que no lo sientes. Increíble. -dijo mientras se frotaba la barbilla con la mano.
-¿Cómo que increíble! ¡Me estoy desangrando! -dije completamente horrorizada.
Carlos rasgó mi pantalón y me hizo ver la herida. No tenía absolutamente nada. Era como si la herida hubiera sanado en segundos.
-¿Cómo ha pasado eso? -tocaba impresionada mi pierna, que segundos antes sangraba.
-Es lo que tiene ser lo que eres. Nunca mueres. -dijo muy digno.
-¿En serio? -contesté completamente alucinada, sin poder apartar la mirada de mi pierna.
-Y esto no es ni la cuarta parte... -contestó alzando la cabeza.
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La Esclava
VampireYo creía en los cuentos de hadas y en las historias bonitas. Creía en la vida, en las casualidades. Pero ahora mismo puedo afirmar que nada es lo que parece, así que aférrate a lo que puedas, como yo hice. Cuando de verdad te encuentres solo, estará...