Capítulo 4

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-Bueno, ¿qué nos queda? -pregunté distraída.

-Nos queda mucho aún. -dijo tarareando. Yo me reí por el gran parecido que tuvo con mi padre en ese momento.

En ese instante recordé algo...

¡Claudia se fue con Sofía! ¿Le habrá pasado algo a ella?

-Mi amiga se fue con otra en su coche, ¿sabes si le ha pasado algo? -su cara de sorpresa lo decía todo. Esa pregunta le pilló desprevenido.

-La verdad es que no, pero si me entero de algo te lo diré. Seguramente, Adam la conocía, pero no creo que ella fuera uno de nosotros o que lo supiera. A no ser... -se quedó callado unos segundos. Pensando si debería de contarme más o no.

-¿El qué! -dije fuera de mí.

Ojalá a Claudia no le halla pasado nada, no me lo perdonaría. Tendríamos que habernos vuelto las dos juntas, como siempre.

-A no ser que sea de otro "clan" -hizo comillas con sus dedos en esa última palabras.

-¿Clan? -dije pensativa.

-Sí. Otro grupo de vampiros -dijo explicándome, como si fuera un maestro de mates -. Nosotros a cada grupo de vampiros los llamamos así, clanes.

-¿Entonces eso significa que le ha pasado algo? -mi instinto me alarmó en ese momento de que algo no iba para nada bien. ¿Cómo no había caído antes?

-Ni idea la verdad. Si es de otro clan, van por libres. Tienen otras reglas y otros propósitos -me explicó con pena -. Pero tranquila, si está en otro lugar la encontraré -dijo animándome -. Tengo poderes. -aclaró golpeándose el pecho con su puño.

La verdad es que me alegró por unos minutos. Él es el único que me trata así de bien en este lugar. Desde que lo conocí me he preguntado si era uno de ellos o no, porque no lo parece. Es bueno y noble, y parece que tiene sentimientos. Y me ayuda. Es como era mi padre conmigo a los cuatro años.

-¿Seguimos? -preguntó entusiasmado. Parece que hacerle prueba a la gente le hace feliz.

-¿Eres una especie de médico aquí? -pregunté con entusiasmo.

-Algo así -contestó sonriéndome -. Los demás no soportan la sed como yo. He sido muy bien entrenado. -aclaró entre risas.

-¿Entrenado? -pregunté arqueando mis cejas.

-Sí. Mi ama me entrenó -contestó sonrojado -. Pero esa es otra historia. Ya te la contaré en su momento -aclaró, rascándose la barbilla nervioso -. Necesito que te pongas de pie en medio de la sala.

Hice lo que me mandó. Me situé en el centro de la gran habitación blanca, con olor a hospital. Y esperé inquieta a que él se acercara.

-Te voy a explicar una serie de cosas. Y te las voy a contar porque confío en ti -dijo señalándome con el dedo y una ceja arqueada -. Hay cosas que los vampiros no podemos soportar. Al principio somos muy fuertes. Increíblemente fuertes. Pero con el tiempo la cosa cambia. Nuestra fuerza va pasando a un segundo plano -siguió explicando, ahora de cara a la pared -. Ahora, tú eres mucho más fuertes que ellos -dijo, refiriéndose a los tres hombres que yo vi junto a él -. Pero como te iba diciendo. Los vampiros tenemos debilidades y fortalezas -dijo posicionándose frente a mí -. Tememos al sol, a la plata, a los superiores...

-¿Superiores? -no le dejé continuar.

-Son los amos o dueños. Algunos tienen más de cuatro siglos de vida -me explicó -. Ellos se encargaron hace años de crear nuevas generaciones de vampiros, solo ellos poseían la fuerza necesaria para controlar a un vampiro joven, como tú -dijo mirándome.

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