Capítulo 25

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-¿Cómo lo llevas? -preguntó pasando por el gimnasio.

-Perfecto -me pasaba las tardes dándole puñetazos al saco.

 En este mes me sentí muy rara. Todos mis sentidos y sentimientos se intensificaron mucho más que antes. Caín quedó asombrado cuando se lo conté. Es algo nuevo para ambos. Él nunca se ha separado de mí desde que empezamos con el tratamiento. Ahora estoy algo nerviosa, porque pasados los efectos de la sangre de Elián, era mi deber aguantar la sed. Caín me advirtió de que se intensificaría mucho más, y que tendría que ser fuerte. Durante este mes, he estado alimentándome de animales y personas. Pero como mi cuerpo las rechaza, he tenido que acudir a Caín. Él se ofreció para ayudarme. Y quedamos en que iba a ir tomando pequeñas dosis cada día para irme acostumbrando a su olor y sabor. Así lo llevaría mejor. Y la verdad es que funciona. Porque llevamos una semana probando, y lo llevo como la seda.

-Me encanta verte así -sonreía desde el umbral de la puerta. Estábamos en una antigua casa. Donde vivían antes de ser tantas personas. Está muy cerca de la nueva, y Caín tiene planeado juntarlas. Es más pequeña que la otra, tiene capacidad para unas veinte personas. Tiene veinte habitaciones con baño propio, dos cocinas, tres salas, y un gimnasio enorme. Mi sala de estar favorita -. Recuerda que hoy es el día -me recordó antes de marcharse. Era imposible que me olvidara. Hoy vienen a verme mis tres amores. Anabel, Eric y Cris. Estoy deseando verlos. Ya que este tiempo se me ha hecho muy duro. Tenía pesadillas continuamente. Y cuando llegaban las crisis, Caín tenía que marcharse porque no lo soportaba. Era Elián el que me inyectaba su veneno para controlarme. He sufrido mucho, pero todo ha sido por una buena causa. Me siento muy orgullosa. Terminé de pegarle puñetazos al saco. Y después de correr en la cinta, subí a mi habitación. La que antes era de Anabel.

-¡Ya estoy! -anuncié mientras corría escaleras abajo. Llevaba puesta ropa informal. Teníamos planeado hacer una merienda en casa. Porque aún no estaba preparada para salir. Y aunque era un aburrimiento estar siempre encerrada, era un regalo poder haber salido de aquel sótano.

-Ya van a llegar -me quedé plantada frente a él. Quería que admirara lo guapa que me he puesto. Pero estaba concentrado en su tarta. En este tiempo he descubierto muchas cosas. Le gustan las películas de comedia y acción, adora la naturaleza y la música pop. Le encanta el azul marino, y viste siempre casual. Nunca se a puesto corbatas en su vida, las odia. Y, ante todo, es humilde, impredecible, cariñoso y gracioso. Dicho por él, unas miles de veces.

-¿Te ayudo en algo? -interpuse mi cara entre él y la tarta. Por poco meto los pelos dentro. Él sonrió y besó mi frente con cariño.

-Estás muy guapa -por fin había obtenido mi cumplido. Y la verdad es que había cambiado mucho. Antes estaba pálida, mis labios eran morados, y tenía ojeras. Todo aquello acompañado por mi constante bipolaridad.

-Esperaba ese cumplido -le agradecí devolviéndole el beso. Caín volvió a sonreír. Y una vez había terminado su tarta, la puso en la mesa del comedor. Y no se me ocurrió otra cosa, que meter el dedo en ella.

-¡Te mato! -amenazó antes de arrancarse a correr detrás de mí. Corrí por toda la casa como alma que lleva el diablo, sin importarme los codazos y golpes que me daba con cualquier objeto que encontraba en mi camino. Solo quería que no me alcanzara. Volví a la cocina, y me puse de cuclillas para que no me viese. Pero me pilló al instante. Momentos como este, me hacen olvidar lo que fui, y lo que soy. Caín hace que me sienta yo-. ¡Toma tarta! -me restregó un puñado de tarta por la cara. Me entró hasta en los ojos. Chillaba como una rata mientras corría despavorida hacia mi habitación. Me había puesto perdida de tarta, y ahora tenía que ducharme, sí o sí.

-¡Eres repulsivo! -le grité furiosa desde mi habitación. Como respuesta, escuché una carcajada por su parte. Y le declaré la guerra para los restos.

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