Capítulo 41

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-Èire, ¿podemos hablar? –me obliga a parar de llorar. Para así poder mandarlo a la mierda-. Por favor –suplica una y otra vez.

-¡Eres asqueroso! ¡Repulsivo! –le chillo mientras salgo de mi habitación como un huracán y le empujo. Lo mando al final del pasillo, y choca contra la pared. Me da igual -¿Lo tenías planeado? –Camino hacia él señalándole con el dedo- . ¡Cómo has podido! –le vuelvo a empujar una y otra vez.

-¡Deja que te explique! –consigue agarrarme. Pero como he tenido un buen maestro, me zafo de él y lo vuelvo a empujar-. Éire, por favor. Cuando desperté, ya fue demasiado tarde –el dolor en sus ojos, hace que me rompa aún más por dentro. ¿Qué quería decir?-. Te vi tan feliz, con Caín, que no quise darte más sufrimiento –Oh, Dios, Caín. Cómo he podido ser tan tonta y olvidarme de él.

-No quiero escuchar nada más de ti. No me interesa ni una mísera palabra que salga de tu boca –me alejo de él, y corriendo, me marcho a mi habitación. Cojo mi teléfono, y me dispongo a salir.

-¿Dónde vas? No hagas ninguna tontería –intenta detenerme a toda costa, pero se lo impido. Le fulmino con la mirada y me marcho. Cómo me puede dar tanta rabia y dolor, una mirada que antes me hacía tan feliz.

***

-¡Señora, he intentado detenerla, pero no he podido! –se lamentaba la empleada de Esther, como si su vida dependiera de hacer bien su trabajo.

-Tranquila, déjanos a solas –Esther apareció en escena. Impolutamente vestida, toda de blanco. Baja las escaleras del gran vestíbulo y se acerca a mí. La rabia que siento se contrae, cuando noto sus brazos rodeándome-. Vamos al salón a hablar, estaremos más tranquilas –me indica con un gesto hacia dónde está la sala. Asiento -.Tranquila, no está –contesta, al notar que buscaba a Caín con la mirada. Me siento aliviada. No sé cómo voy a llevar esto.

La señora, que antes se disculpaba, entra, y nos deja en la mesita un par de vasos de agua. Me lo bebo de un trago, y suspiro. ¿He hecho bien viniendo aquí? ¿Tiene Esther las respuestas que necesito? ¿O ella fue la cabecilla?

-Créeme, que no fue plato de mi gusto. Pero este hijo mío es demasiado cabezota –No me hace falta si quiera que me diga de quién está hablando-. Yo misma quise, que llegado el momento volviera a recordarte. Porque sé que te quiere de verdad igual que tú a él –intento negarlo, pero tiene toda la razón- . Todo lo que hice, fue por él. Porque estaba sufriendo de verdad, y no podía verlo así. Y con Caín tuve que hacer algo parecido. No estoy nada orgullosa de lo que hice. Pero espero, que ahora al menos puedas atar cabos y entenderlo –asiento. Estoy dispuesta a escucharla. Siento que me está siendo sincera.

-Adam despertó, con muchas marcas de heridas, moratones… Muy delgado. Me llevé un susto de muerte, ¿sabes? .En el momento en que murió, yo lo sentí. Mi corazón se heló en ese instante, y supe que algo le había pasado. Pero al cabo de un tiempo, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, y fue entonces cuando lo vi, frente a mí. Estaba vivo, más que nunca, pero su mirada expresaba todo lo contrario. Él me pidió olvidarte, y yo no pude hacer otra cosa que ayudarlo. Tú bien sabes que su vida no ha sido fácil. No quería ser yo, quien le dejara con esa angustia en el pecho –se inclinó hacia mí, y agarró mi manos temblorosas-. Sé que eres noble de corazón y sentimientos, y de que quieres a Caín. Pero no puedes negarme, que Adam siempre ha estado ahí –rompo a llorar. Siento angustia, dolor. El pecho me arde. 

-Hubiera preferido que me lo dijera, pudo haber elegido –yo deseaba día y noche que volviera- Tuve pesadillas por mucho tiempo. Pasé momentos horribles –me tapo la cara, intentando así calmarme. Respiro hondo, y cuento hasta diez. Tranquila, Éire.

-Lo sé, y tienes toda la razón. Pero no le crucifiques de ese modo. Al menos habla con él. Deja que él mismo te lo explique. Yo sé que no quería olvidarte de verdad, así que parte de la culpa es mía.

-¿Está aquí? –escuchar su voz me hace dar un respingo. El vello se me eriza, y siento que me va a dar algo. Esther sale del salón, y le detiene. 

-Si quieres  o no, lo entenderé. Pero no te puedo negar, que me gustaría que le escuchases. Está en el comedor –me dedica una media sonrisa, y vuelve a salir. Yo me quedo aquí sentada, pensando qué hacer.

-¿Estás bien? –con ojos llorosos e hinchados, se revuelve en su asiento. 

Corro hacia él, sin dejarle tiempo a reaccionar. Y le abrazo. Rodeo su cuerpo con mis brazos, fuerte. Me aferro a él, como si fuera la última vez que pudiera verle. No me despego, no quiero. Siento que toda mi furia hacia él se ha ido. Si algo de ahora mismo es real, y no es un sueño, es él. Tenerlo aquí, junto a mí es lo que más he necesitado y he echado de menos.  El latir de nuestros corazones chocan, me hace saber que él también me ha echado de menos. Rompo a llorar en su pecho, desconsolada, y él me aprieta aún más.

-Quiero que sepas, que fui muy estúpido, y que nunca quise olvidarte. Nunca te olvidé –agarra mi cara entre sus manos-. Si no quieres saber nada de mí lo entenderé. No estuve ahí cuando más me necesitaste… -callo sus palabras con un beso. Y él me lo devuelve.

Ahora mismo, en este instante, soy feliz. Siento que mi vida se acaba de alinear, entre sus brazos. Aquello que perdí me ha sido devuelto. Cuánto le he echado de menos.

-Siento interrumpir, pero ha llegado tu hermano, Adam. Y él también se merece saber la verdad. ¿Crees que podrás? –Adam se separa de mí, con pena. Me da un beso en  la frente y va a buscar a su hermano. Mientras, yo me quedo con Esther.

-Lo van a pagar –dice casi en un susurro. Yo la miro, intrigada en busca de una explicación-. Sé quiénes son, y tranquila. No tienen idea de lo que se les viene encima –los ojos de Esther brillan-. Siempre he querido cambiar las reglas de este mundo. El por qué quieren hacer el mal, nunca lo entenderé. Pero yo quiero que quien desee ser libre, pueda serlo…

-¿Crees que hay una cura o una solución para esto? –no la dejé terminar. Sus palabras en mi cabeza sonaron similares a mis propias ideas. Sentí que había conectado con ella.

-Claro que la hay, y yo me encargaré de perfeccionarla –instantáneamente, yo me sumé a la causa. Estaba más que dispuesta a poner todo de mí. Esther y yo nos fundimos en un abrazo.

Me pongo en pie, tensa. En cuanto el olor de Caín llega a la sala. Está cabizbajo, decaído. Y no es el único. Sin mirarme, se acerca a Esther y la regaña. Ella le da un cálido abrazo maternal, y le susurra que todo irá bien, porque estamos todos unidos.

-Te he echado de menos –para mi sorpresa, me abraza. Con cariño. Me sonríe al separarse de mí-. Tranquila, sé que lo que sentías por mí, era real. Yo sentía lo mismo. Y no te culpo de nada –lloré, deseando que me estuviera diciendo la verdad. Si así era, me aliviaba un poco el peso que llevo en el alma. Caín me abraza, me consuela. Y como hizo su madre con él, me susurra que todo irá bien. Ahora estamos juntos, y somos fuertes.


Qué os ha parecido el reencuentro?? 😍
Muchas gracias de corazón a todos los que me leéis.
Hacéis que valga la pena!
Espero que estéis llevando esta cuarentena lo mejor posible.

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