Capítulo 7

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A la mañana siguiente me encontraba peor. Estaba muy dolorida y sentía que no me quedaban fuerzas.

-¿Por qué me pasa esto a mi? -pregunté tocándome la barriga.

Adam se quedó allí desde la noche anterior. Y por muy increíble que parezca, me agradaba su compañía.

-Pues seguramente será porque no has comido nada. Por si se te ha olvidado, somos vampiros. Necesitamos la sangre para sobrevivir -contestó borde.

-¡Hombre! Ya tardabas en contestar borde. Creía que tenías fiebre o algo -contesté con burla mientras sobaba su frente.

-Déjate de tonterías -dijo apartándome la mano -. Te lo estoy diciendo por tu bien. No quiero que te pase nada -contestó apenado.

-¿Por qué? ¿Yo no te daba igual? -pregunté molesta y con el ceño fruncido. Seguía sin entender a qué se debía ese cambio de comportamiento.

-Porque tú me has cambiado -contestó mirando al suelo.

-¿Cambiado? -pregunté confusa. No entendía a qué se refería.

-No es fácil de explicar -iba a parar de hablar. Pero entonces vio mi cara de pocos amigos y decidió continuar. Aún con tanta poca fuerza puedo patearle el culo -. Cuando te conocí llevaba dos días sin beber, y me estaba volviendo completamente loco. Mi misión era reclutar a alguien más, y te vi a ti.

-¿Conocías a Sofía? -pregunté sin dejarle terminar. Tenía que saber con más certeza dónde se encontraba Claudia.

-Sí. La conocía de una forma bastante íntima... Ya sabes... -me miró de reojo con cara divertida. No hacían falta palabras, sabía perfectamente a lo que se refería.

-¿Y ella también estaba reclutando a gente? -volví a entrometerme.

-No tengo ni idea. Pero estableceré contacto con ella. Así que te avisaré -Adam tuvo que obviar mi cara de pervertida para no echarse a reír. Sabía a qué contacto se refería. Y estaría muy bien hacerlo rabiar un poco.

-Entonces, cada vez que necesitas un favorcillo acudes a ella, ¿no? -insinué dándole con el codo en el costado.

-¡Cállate ya, hombre!. No sé para qué te cuento nada -contestó fastidiado.

-¡A Adam le gusta la sofi, a Adam le gusta la sofi!-empecé a canturrear para incomodarlo.

-Me voy. Ahí te quedas -contestó enfadado mientras hacía ademán de levantarse -. Bueno, mejor me quedo. Pero porque estás malita -añadió con cariño. ¡Si es que hay que quererlo!

-Cuéntame por qué te he cambiado. Que no me lo has contado, niño -dije gesticulando mucho con mis manos -. Que me has contado toda tu vida en dos segundos -añadí poniendo cara de desprecio. Él rió mirando al suelo para que no lo viera.

-Era lo que intentaba contarte, niña idiota -contestó imitándome. Yo le saqué la legua burlona.

-¡Pues empieza!-le ordené con voz de niña mimada.

-Como te estaba diciendo -empezó a hablar torpemente mientras ladeaba la cabeza. Intentando no partirse de risa -. Llevaba dos días sin beber, y eso para mi era una tortura. Así que cuando te encontré no me lo pensé dos veces. Y entonces la cagué como nunca... -se lamentó - Porque no debemos dejar pistas, y yo las dejé... -dijo mientras se tomaba la frente - Dejé indicios de forcejeo. Y por culpa de eso me llevé otros dos días sin beber.

-¿Y por eso tenías ese mal humor? -pregunté cortándole de nuevo.

-¡Exacto! -añadió señalándome con el dedo -. Y tú me ayudaste mucho -prosiguió al ver que iba a interrumpirlo de nuevo -. Porque aunque estuve esos dos días con un humor de perros. Tu sangre tenía algo que sació mi sed por completo. Y estaba enfadado contigo por eso -volvió a mandarme callar para seguir hablando -. Porque no entendía el por qué... -añadió confuso.

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