-¿Adam? –me despierto de nuevo sola en la cama. Hoy me siento realmente cansada, sin fuerzas. Me levanto, y siento puñales atravesarme los pies- ¡Joder! –maldigo. Al ver que nadie viene a mí a preguntar qué me ha pasado, doy por hecho que Adam se ha vuelto a marchar a hurtadillas. Últimamente lo está haciendo muy a menudo. Me mencionó, que ya había solucionado nuestro problema, ese problema que casi acaba matándole. Pensé, que nuestras vidas al fin cambiarían, pero no es así. Adam está más apartado de nosotros que nunca, es como si su desconfianza se hubiera apoderado de él, o puede que haya algo que no sepa- ¡Mierda! –la mañana de las maldiciones. Al airear las sábanas, veo un gran charco de sangre en mi lado. Corro al baño. Como temía, estoy toda empapada. Me asusto.
-¿Estás bien? –Esther aparece en el momento justo, como si la hubiera llamado. Le indico que entre. Ella como yo, se queda paralizada.
-Estoy bien tranquila. No tengo idea de dónde ha salido eso –le indico que voy a darme una ducha. Esther se queda fuera.
El agua barre la sangre de entre mis piernas. Esto no puede ser verdad. ¿Estoy menstruando? Paso la manopla por mis partes, y esto lo confirma.
-¿Es posible que esté menstruando? –le pregunto a Esther tras la puerta. Unos segundos después, en silencio, la escucho salir de la habitación. Vuelve, y al tocar la puerta del baño, yo le abro. Me trae compresas y tampax- Gracias –termino de vestirme, y salgo del baño.
-¿Te importaría si te hacemos un chequeo? –Esther está entre asustada y emocionada. No sé si esto es bueno o malo. Yo asiento. Pillamos a Carlos de camino al laboratorio. Esther le explica lo ocurrido, y con cara de atónito se queda plantado en el suelo. Me río ante su reacción-. Túmbate, por favor –Esther me indica una camilla-. Voy un segundo arriba, espérame –me indica con una sonrisa que me tranquilice.
Me entretengo a observar la habitación. Todos los objetos impolutos y cada uno en su lugar, como si de un quirófano se tratase. No me asusto de que Esther tenga algo así. Después de todo lo que he visto, esto ahora es lo que menos me asusta. Voy a ponerme de pie, cuando noto un dolor punzante en mi estómago. Me revuelvo de dolor y grito. Lo que siento es tan fuerte, que me hace caer al suelo. Aprieto la pata de la camilla con tanta fuerza que la doblo por completo. Chillo. Sudores caen por mi frente como una catarata. ¡Dios!
-¡Carlos! –oigo chillar a Esther antes de desvanecerme.
-¿Cómo ha podido ocurrir? Es increíble –escucho la voz de Carlos en la distancia, desde mi oscuridad. Siento dolor e intento quejarme. ¿No se me oye? Es como si no estuviera realmente aquí. Mi cuerpo no reacciona ante mis súplicas. Quiero abrir los ojos, preguntar qué está pasando, pero me es imposible.
***
Una leve brisa me acaricia la cara. Alzo la vista. ¿Todo lo que acaba de pasar ha sido un sueño? Desde las pequeñas rejillas de las persianas se cuela la luz del sol. Es primera hora de la mañana, eso parece. Intento sentarme, aún sintiendo el miedo en el cuerpo, pero lo consigo. Es como si no hubiera pasado nada, puede que de verdad haya sido un sueño.
-Qué bien que has despertado –entra Esther. Yo la miro, confusa.
-¿Me he quedado dormida? –que yo recuerde, era casi medio día cuando vinimos aquí, y parece que ha pasado un día. Al mover el brazo, siento un leve pinchazo. Tengo un gotero-. Esther, ¿debería asustarme? –mi cara se llena de impaciencia. Esther se sienta a mi lado.
-Ha pasado más que eso, cielo. Ni yo misma se la manera correcta de contártelo y que no te de algo –siento que la cabeza me da vueltas. Espero que lo suelte pronto-. Lo que te pasó ayer por la mañana, ¿lo recuerdas? –Asiento-. Pues, era verdad lo que dijiste. Parecía que menstruabas. Y aparte de eso –noto cómo su respiración se agita-. Te hicimos pruebas, yo te examiné. Y….
-¡Esther, por Dios! –grito desesperada-. Tira de la tirita de una vez –le imploro. No puedo aguantar tanto misterio.
-Estás embarazada –si no tuviera huesos, mi mandíbula habría tocado el suelo. ¿Cómo puede ser esto? Siento que el cuerpo me falla, y cierro los ojos. Intento calmarme. Respiro hondo, y suelto-. Yo tampoco me lo creía. Y quise comprobarlo de todas las maneras posibles, pero así es. Ahí está –mi cuerpo se convierte en un volcán. Siento mi cara ardiendo.
-No sé por qué, pero presiento que eso no es todo –Esther asiente. Y, como si quisiera decirme: “agárrate que vienen curvas”. Agarra mi mano. Yo vuelvo a respirar hondo.
-Son dos bebés. Seguramente, gemelos –tiro mi cabeza encima de su hombro. No tengo idea ni de qué pensar-. Estás embarazada de unas ocho semanas. Tú, también como yo, sabes quién es el padre –aprieta más mi mano en señal de apoyo. Aunque ahora mismo no hay nada que me consuele, me ayude, o me aclare las ideas. Me siento perdida-. Adam lo sospechaba, y fue él quien me dijo que te vigilara de cerca. Y cuando ayer, vi que sangraste, se confirmaron mis dudas. El sangrado era la señal, de que algo en tu cuerpo ha cambiado –no le culpo por haberse apartado de mí. Enterarse de que estoy embarazada, y ni siquiera es suyo. Pero al menos podría haber hablado conmigo, no me merezco que me haga el vacío-. Se que este hijo mío ha actuado muy mal. Pero dale un poco de tiempo –asiento-. Y respecto a Caín…
-No puedo decirle nada. Ahora mismo no.
-Pero sabes que tiene derecho a saberlo, ¿verdad? –suspiro. Claro que lo sé. Pero se me hace imposible mirarle y decirle esto-. No tienes que temer. Y lo que decidas, lo aceptaré y te apoyaré –le agradezco sus palabras.
-Ni siquiera sé cómo tomármelo yo. Cómo voy a contárselo a alguien más –la cabeza se me hace un lío solo de pensar en cómo decírselo a Caín. Cómo se pondrá mi madre. Cómo se lo tomarán los demás-. Aunque ahora esté echa un lío. Si estos bebés han venido a mí, no los dejaré –Esther me abraza con ternura, se alegra de mi decisión.
-Siento decirte, que Carlos ya sabe que va a ser abuelo –hecho la cabeza atrás de la desesperación. No me quiero ni imaginar lo pesado que se va a poner. Solo espero que no se me haya adelantado y que se haya encargado él de decírselo a mi madre-. Tranquila, no ha salido de aquí –suspiro aliviada-. Ven, anda. Te llevo a tu habitación y descansas. ¿Te parece? –Me ayuda a levantarme de la camilla, y me acompaña a mi habitación-. Y tranquila, los bebés están perfectamente. Solo quisieron llamarte un poco la atención. Después hablaremos más detalladamente, pero ahora descansa –me da un beso en la frente y cierra la puerta al salir.
Me quedo sola, con mil pensamientos y sentimientos nuevos. Ahora mismo tengo la cabeza echa un lío, pero dentro del caos, me siento aliviada de que todo vaya bien.
BREVE PERO INTENSO, ¿VERDAD?
Espero que os guste este giro de acontecimientos tan emocionante!
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La Esclava
Про вампировYo creía en los cuentos de hadas y en las historias bonitas. Creía en la vida, en las casualidades. Pero ahora mismo puedo afirmar que nada es lo que parece, así que aférrate a lo que puedas, como yo hice. Cuando de verdad te encuentres solo, estará...