Capítulo 24

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-Éire, ¿qué haces aquí? -preguntó con sangre en la barbilla. La situación me resultó graciosa. Me miró risueño, y arrastró con su muñeca las gotas de sangre que caían por su barbilla. Le da vergüenza que lo vea alimentarse. Porque yo siempre intentaba no alimentarme de humanos. Y si llegaba a hacerlo, no les mataba, algo que Adam sí hacía.

-He venido a buscarte, porque tardabas. Perdón -me disculpé por no haberle hecho caso. Habló muy claro al decirme que quería estar solo.

-No te preocupes, lo entiendo -me abrazó con dulzura. El calor de su cuerpo me envolvía mientras acariciaba mi espalda con sus manos. Sentí arder mi garganta, y no pude aguantar las ganas. Tenía que hacerlo.

Moví su cabeza hacia un lado y me abalancé a su cuello. La satisfacción que sentí, recorrió cada centímetro de mi alma. Quise parar pero me fue imposible. Estaba aferrada a su cuello. Solo cesé cuando me sentí saciada, sin importarme los espasmos que comenzó a tener. Tiré su cuerpo, y observé mi hazaña orgullosa. Dejó de temblar a los pocos segundos de tocar la tierra mojada. Me sentí más poderosa que nunca. Tuve deseos de beberme la sangre que brotaba de su herida. Pero no hice nada. Le sonreí antes de marcharme.

Desperté chillando. Mi respiración era irregular, y mis manos temblaban al mismo compás que lo hacía mi cuerpo entero. Sudores fríos caían por mi frente como una catarata, y mi espalda estaba empapada. ¿De verdad hice eso? ¿Yo maté a Adam? Se me desgarró el corazón de solo pensarlo. ¡Soy un monstruo! Me levanté de la cama furiosa, y rompí todo aquello que encontré delante de mí. Sentí mi pecho arder de la desesperación.

-¡Joder! -chillé fuera de mí. Al pasar por la ventana, los pequeños rayos de sol de la mañana me ardieron la piel. Me tiré en el suelo al instante, en una esquina de la habitación, donde no daba siquiera la claridad del día. Estaba desesperada. ¿Qué me está pasando?

-¿Éire? ¿Estás aquí? -reconocí su voz al instante. ¿Qué hace aquí? Planeé un plan para salir. No podría aguantar hacerle daño a alguien más. Me dispuse a buscar en mi armario, necesitaba algo para protegerme del sol- ¿Qué te ha pasado? -el tiempo andaba más en mi contra que nunca. Ahora estaba frente a mí, parado en el umbral de la puerta. Me quedé estática en mi lugar, frente al armario. No quise mirarle a los ojos.

-Vete -mi voz temblaba a la misma par que mis manos. La verdad es que lo necesito a mi lado, pero me aterra hacerle daño. Y si se acerca más a mí o no se marcha, es lo que va a acabar sucediendo.

-Vas a venirte conmigo -sonó autoritario y seguro. Está decidido a ayudarme. Pero con solo intentarlo, se arriesga a que lo mate.

De pronto me empecé a sentir mal. Caí al suelo de rodillas. Y al escuchar los pasos apresurados de Caín. Le chillé con rabia que se alejara. Tapé mi cara con mis manos aterrorizada. "Otra vez no", pensé. Me estaba dando un ataque de nuevo. Y lo peor de todo es que Caín sigue aquí. Me volví hacia él con las pocas fuerzas de voluntad que me quedaban, e intenté convencerle de que se fuera. Pero después de recoger un "no" como respuesta, me di por vencida. Y entonces me eché en el suelo a llorar desconsoladamente. Caín se acercó enseguida, y me abrazó. Sentí en su abrazo aquel cariño que tanto necesitaba. Cómo echaba de menos esa sensación. La sensación de estar viva.

Supe que la situación empeoraba, cuando sentí un sabor amargo subir por mi garganta. El estómago me rugía, y mis manos comenzaron a temblar más que antes. Un calor infernal recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, y sentí la ansia crecer en mi pecho. Le ordené a Caín por última vez que se fuera, y no me hizo caso.

-Lo siento -susurré sintiendo que la necesidad crecía en mi interior. Estaba a punto de estallar, y abalanzarme sobre él. Pero algo me frenó. Comencé a tener arcadas tan fuertes, que doblaba todo mi cuerpo del esfuerzo. Y mis ojos, nariz y orejas comenzaron a sangrar. Algo que nunca me había pasado. Estaba fuera de control, y muy asustada.

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