Capítulo 29

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Narra Adam

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Narra Adam

Una marea de sentimientos y recuerdos, rondaban por mi mente. Tantos, que me estaban comenzando a agobiar. Reviví, aquella vida que quise dejar atrás, y a todas aquellas personas que me hicieron daño. Recordé todo aquello que había perdido en mis malas decisiones, pero también, lo que he ganado a cuenta de mis equivocaciones. La vi a ella. Tan hermosa y delicada, pero a la vez, fuerte y luchadora. Hizo que recordara el humano que llevaba dentro, mis principios. Y me hizo ver, que sentir, nunca está de más. Recordé sus besos y su sonrisa. Aquella sonrisa que siempre me trasmitía paz. Deseé estar con ella, para sentirla a mi lado. ¿Qué nos ha pasado? Pensé. Algo no estaba claro en todo esto. Intenté recordar, el último momento que pasé junto a ella. Y lo logré… Mi tranquilidad, se trasformó en angustia. Intentaba analizar cada detalle, como si la vida me fuera en ello. ¿Estaba recordando mi muerte? ¿Es una pesadilla? Imposible… Ahora mismo, no sé dónde estoy. No siento mi cuerpo. Quiero moverlo, pero no puedo. Estoy agobiado, y no siento dolor alguno. ¿Mi vida acaba aquí? Paré unos segundos. Sentía tanta angustia, que no pensaba con claridad. Tenía que centrarme en recordar. No puedo estar muerto.

-Te recordaré siempre, mi idiota. Te amo – escuché aquellas palabras como si ella estuviese a mi lado. Sus lágrimas caían sobre mí, en el lugar donde me había enterrado. ¿Dónde está ahora? ¿Le hará ocurrido algo? No puedo con tanta presión. Necesito verla, oírla, y besarla. Quiero vivir.

Hice ademán de mover mis dedos. Y lo conseguí. Sentí mi cuerpo pesado, como si todos mis músculos se hubiesen contraído. Pero no me voy a dar por vencido. Tengo que conseguir despertar, aunque me de miedo. Aún tengo en mi cabeza, la idea de que de verdad esté muerto. Algo tan fácil, como es, despertarse cada mañana, se me hace imposible. ¿Por qué no despierto? ¡Éire! Grité en mi mente, para intentar hacerla despertar. Y hubo algo que activó mis alarmas. Un recuerdo. El recuerdo de mi muerte.

Salí a alimentarme, porque no quería hacerle daño a Éire. Y ya tenía suficiente fuerza para poder salir. Me encontraba en mitad del bosque, cerca de mi casa. Y al escuchar un ruido, me giré al instante. Entonces, la vi. Sofía. Con su irónica sonrisa de siempre, plantada en su rostro. No me sorprendió verla ahí. Siempre que se le antojaba, me buscaba por cielo y tierra. Pero hubo algo, aquella noche, que me advirtió que no me fiase de ella.

-Tengo un regalo para ti -pronunció, antes de que se desatara el caos. Todo pasó tan rápido… Alguien, se abalanzó sobre mí, aprovechando mi distracción. Y fue ahí, cuando todo fue a peor. Intenté luchar, pero no pude. Al instante, mis fuerzas flaquearon, seguidas por mis piernas temblorosas. Caí al suelo de rodillas. Y, cuando todas mis fuerzas, en un abrir y cerrar de ojos, abandonaban mi cuerpo. Sofía se acercó a mí. Acarició mi barbilla, y me empujó. No sé cuánto tiempo me pasé tirado en el suelo, desangrándome. Pero lo que si sentí, fue frío.

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