La noche estuvo llena de llantos y lamentaciones. No pude pegar ojo, con solo recordar lo ocurrido. Y por suerte para mí. Ya eran las ocho de la mañana. Una hora perfecta para salir. Ya que era invierno, y amanecía más tarde. Con la luz del día nadie saldría. Porque estaba segura de que el único especial de ellos, era Carlos.
Cogí mi mochila. Y eché a correr como alma que lleva el diablo. Y me detuve ante la casa. Un poco lejos del centro de pruebas. Pero lo suficientemente cerca para que pudieran oírme. Entré con sigilo. Y subí las escaleras, hacia la habitación de Carlos.
Me quedé petrificada, al escuchar un sonido estruendoso que provenía de fuera. Miré por la ventana para asegurarme, pero no había nada ni nadie que pudiera haber hecho aquel ruido. Así que seguí con mi busqueda.
-¿Qué haces? -una voz curiosa hizo que me sobresaltara. Todas mis alarmas se activaron.
-¿Quién cojones eres? -pregunté recomponiéndome del susto.
-Te dejo que contestes primero -añadió haciendo un ademán con su mano. Era un chaval de mi edad aproximadamente. Y a juzgar por sus increíbles colmillos. No cabía duda de que era un vampiro. ¿Sería especial igual que yo?
Me distraje unos segundos para analizarlo. Tenía un perfecto flequillo castaño, peinado hacia atrás. Alto y un poco corpulento. Ojos oscuros. Y ropa casual.
-¿Has terminado con el escáner? -preguntó chistoso, arqueando una ceja.
-¿Me quieres dejar? -chillé frustrada. Ahora mismo no tenía tiempo para gilipolleces.
-¿Eres una de ellos? -interpuso su mano en mi búsqueda, ya que cerró el cajón que había abierto. Alcé la mirada para mirarlo fijamente. Ahora eran sus ojos los que me escaneaban.
-Si fuera una de ellos no seguirías vivo -contesté fulminándole con la mirada. Él se sonrojó por un instante, y sonrió.
-¡Adiós! -se despidió alzando la mano de manera triunfante. Como si se tratara de un superhéroe que acaba de salvarme la vida.
Me quedé pillada unos segundos. Intentando entender la gran tontería que acababa de ocurrir. Y llegué a la conclusión, de que solo atraigo a asesinos en serie con complejo de psicópatas, o raritos.
Miré por la ventana, al escuchar otra vez el mismo ruido de antes. Y esta vez sí había alguien. Miles de personas, seguramente vampiros. Corrían hacia la nave de entrenamientos. Algunos saltaban por los tejados, mientras otros se introducían en las salas y lanzaban cosas por los aires.
-Madre mía... -dije para mí misma. Más vale que me diese prisa. Porque con este contratiempo, más posibilidades tendría de que me pillaran. Y la verdad es que me importa poco lo que estuvieran haciendo. Bastante tengo con lo mío -¡Bien! -chillé sin poder controlarme. Me entró una gran alegría al encontrar la dirección de Carlos. Salí corriendo. Sin detenerme ni a mirar lo que estaba ocurriendo cerca de mí. Solo quería ponerme a salvo, por si las moscas.
-¡Viva mi pare! -chilló alguien detrás mía. Y cuando hize ademán de girarme, me arrebató el papel que llevaba en la mano. Mi gran tesoro. Y mientras lo alzaba como si se tratara de un trofeo, bailoteaba de un lugar a otro dando saltitos. Como si fuera Heidi en los Alpes.
-¡Maldito niño! -me cagué en su nacimiento miles de veces. Y más aún, cuando se giró a mirarme, y me guiñó un ojo. En ese instante, desapareció de mi campo de visión. Claramente era vampiro. Porque era imposible que una persona normal corriera de esa manera.
Seguí su rastro. Y llegué a parar frente a una casa abandonada, a las afueras de la ciudad. Y dando por hecho, que la nave de entrenamiento no estaba tan lejos de la casa de Adam. ¿Cómo había llegado tan rápido a la otra punta de la ciudad? Yo misma me asombré de mis cualidades.
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La Esclava
VampireYo creía en los cuentos de hadas y en las historias bonitas. Creía en la vida, en las casualidades. Pero ahora mismo puedo afirmar que nada es lo que parece, así que aférrate a lo que puedas, como yo hice. Cuando de verdad te encuentres solo, estará...