La atención de los seis estaba clavada en mí, en mi hombro, en mi cara, como si me fuera a crecer una segunda cabeza en cualquier momento.Pero mi atención estaba puesta exclusivamente en mi hombro. Me incorporé para apoyar mi espalda en el respaldo de la cama mientras el corazón seguía aporreándome furioso contra el pecho. Extendí despacio el brazo izquierdo, moviendo los dedos y después cerrándolos en un puño, comprobando que la extremidad me funcionaba correctamente. En el instante en que me daba cuenta de que el movimiento no me había dolido en lo absoluto, un picor intenso comenzó debajo de mi piel y se extendió a lo largo de mis manos y mis dedos, como el hormigueo que comenzaba después de que se te quedara dormido un brazo.
La sensación me hizo parpadear, perpleja.
Shad fue el primero en romper el silencio.
—Esto lo cambia todo.
Yo seguía demasiado aturdida mirando mi hombro como para levantar la vista hacia él.
—La razón por la que las Autoridades han aceptado el trato y no nos han atacado hasta ahora es porque Nerox les ha asegurado que es inofensiva y que no pertenece a ese bajo porcentaje de mestizos que tenían poderes —continuó Shad con voz grave y profunda, dando varios pasos lejos, hacia la puerta, como si quisiera comprobar que ningún miembro de las Autoridades entraba por sorpresa a la enfermería y acabara averiguando que me había curado de un disparo en cuestión de tres horas—. Si se dan cuenta de que eso no es verdad, van a enviar a todo su puto ejército aquí. A la Legión entera, joder.
A ninguno le dio tiempo a responder porque lo hice yo, saliendo a la defensiva:
—¿«Si se dan cuenta de que no es verdad?»? —inquirí, confundida hasta la médula. Mis ojos se dirigieron a Thais, que seguía estando enfermiza e inusualmente pálido—. Tú dijiste que los mestizos que tenían poderes eran muy peligrosos. Yo solo me he curado. No creo que curarme sea peligroso. Vosotros también lo hacéis.
Los Asphars se curaban rápidamente y parte de mí era Asphar. Puede que simplemente solo hubiera adquirido ese rasgo yo también.
Pero eso no le quitaba lo inaudito. Me habían disparado hace solo unas horas y mi piel estaba igual que si eso nunca hubiera sucedido. Mi cerebro no dejaba de repetirme que eso era imposible. Si un humano hubiera visto esto, me habrían llevado a un laboratorio chungo para experimentar conmigo.
Mis ojos se desplazaron a la venda que asomaba desde el cuello de la camiseta de Thais, la que le rodeaba el pecho. Él acababa de curarse hace unas pocas horas, porque ahora se movía y hablaba con normalidad. Le había costado más de veinticuatro horas curarse de un disparo. Pero yo me había curado en... ¿tres horas? ¿cuatro, a lo sumo?
Me sentía extraña. Todos me observaban con un trazo serio en la cara (excepto Elías, que seguía conteniendo una sonrisa). Como si hubiera hecho algo malo y estuviera a punto de ser juzgada por ello.
Shad soltó una risa absurda como respuesta a lo que yo había dicho:
—Puede ocultarle sus pensamientos a Thais, cosa que solo pueden hacer los Nephers y los psíquicos —le dijo a sus amigos. Pero no me miró a mí. Nunca me miraba a mí, como si no valiera la pena reconocer mi presencia—. Y además puede curarse en tiempo récord. Los Asphars promedio tardan días. Ni siquiera nosotros nos curamos a esa velocidad.
No me sorprendió que Thais les hubiera hablado de mi capacidad para bloquear su acceso a mi mente, sino que Shad hablara de que los «Asphars promedio» tardaban días en curarse, y seguidamente mencionara que «ni siquiera ellos» se curaban tan rápido, excluyéndose de ser un Asphar promedio. Porque, en realidad, no sonaba arrogante. No sonaba como si se creyese superior a los demás Asphars. Sonaba simplemente como información objetiva.
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SEVEN ©
ParanormalTras la muerte de su padre, Kirsen Edevane se esfuerza por recuperar las riendas de su vida. Sin embargo, la llegada de siete nuevos y misteriosos alumnos al Instituto Reems convertirá su intento por recomponerse de las heridas del pasado en una mis...