06 | Esto no puede ser legal.

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Ha pasado un día.

Nadie había vuelto a buscarme desde que Thais me trajo de vuelta a esta habitación. Y a pesar de que Thais tampoco cerró la puerta con llave esta vez, yo no hice el intento de salir. No solo porque sabía que salir de este lugar era probablemente imposible, sino también porque no quería tener que volver a encontrarme con ninguno de aquellos chicos. Necesitaba pensar. Procesar toda la... información nueva.

Estuve pensando hasta que llegó la noche —supe que era de noche porque las luces del edificio y de esta habitación se apagaron inducidas, supongo, por algún dispositivo automático—, y como no podía dormir porque no podía dejar de pensar, me pasé la noche entera despierta dándole vueltas a la conversación que había tenido con los Seven unas horas antes y toda esa información demencial con la que me habían bombardeado como si no fuera algo completamente inaudito.

Como no tenía un papel y un bolígrafo con el que escribir, me hice una lista mental de lo que hasta el momento sabía:

– Los Seven no solo matan, también son unos secuestradores.

– Probablemente (más seguramente que probablemente) habrán secuestrado también a más personas teniendo en cuenta todas las habitaciones que había en el edificio.

– Hacen cosas muy raras (en las películas y los libros se llaman "poderes" pero esto no estoy en una película ni tampoco en un libro, así que descartamos el nombre).

– Les brillan los ojos.

– Afirman que pertenecen a una raza no humana llamada "Asphars".

– Afirman también que "alguien" está matando a las personas de "su raza".

– Y que ese "alguien" es mi padre. Y no se refieren a Clint Edevane, sino a un tal Karan Artzen, que resulta ser el hombre que mató a Clint (porque es un "Asphar psíquico" que lo obligó a suicidarse) y que le ha borrado la memoria a mi madre Dios saber por qué.

– Ah, y al parecer los "Asphars" quieren matarme y los Seven me están protegiendo porque me necesitan para encontrar a Karan (también conocido como asesino descuartiza-cuerpos).

Nada del otro mundo.

Aunque lo que me mantuvo en vilo durante toda la noche fue la pregunta de cómo esos chicos sabían acerca de lo que sucedió la noche de la muerte de mi padre y si eso ya era un motivo para creer todo lo que me habían revelado. Si eso era un motivo para creer que esos siete chicos escondían una parte de sí mismos que iba más allá de lo convencional y lo humanamente posible, o para creer que Karan Artzen, el asesino a quien estaban buscando y la razón por la que yo estaba aquí, estaba más relacionado conmigo de lo que yo estaba dispuesta a aceptar.

Me había pasado más de tres años convenciéndome de que lo que pasó esa noche cuando mi padre murió no había ocurrido en realidad y que me lo había imaginado todo. Porque todo el mundo me convenció de que no había ocurrido. Porque, bueno, ¿cómo era posible que tras ver cómo mi padre se pegaba un tiro en la cabeza los médicos dijeran que no había ningún rastro de bala en su cuerpo y que solo había sido un accidente automovilístico lo que había acabado con su vida?

Si lo del accidente hubiera sido cierto, ¿por qué entonces yo había sobrevivido sin un solo rasguño en el cuerpo?

¿Qué pasó entre el disparo y la mañana que desperté en el hospital y por qué no lo recordaba?

Cuando me quise dar cuenta, ya había amanecido. Lo supe porque las luces del edifico y de la habitación se habían vuelto a encender otra vez. Y también porque la puerta del cuarto se abrió unos minutos después con Thais detrás de ella. Dentro de lo que cabe, me alivió verlo a él y no a los demás. Creo que Thais era el que menos me disgustaba de todos ellos.

SEVEN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora