13 | Cuando los peces empiecen a volar.

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La casa de Lander Breis estaba más lejos de lo que creía. Supongo que por eso habíamos salido a las cinco de la tarde, porque eran casi las ocho y seguíamos en carretera —me di cuenta de que aquí en el Subsuelo había carreteras, aceras, señales de tráfico y otros coches como en cualquier otro lugar del territorio humano que estaba en la superficie, lo cual también era sorprendente—. Y cuando le pregunté a Thais en voz baja por qué Isaac no podía teletransportarse hasta el domicilio de Lander, Thais me había explicado que Isaac no podía teletransportarse a tan larga distancia. Tampoco podía transportarse a un sitio si no podía visualizarlo con absoluta claridad o si no había estado ahí antes.

Así que tres horas en un coche daban para mucho, y me había dado específicamente cuenta de dos cosas.

La primera, que no todos los Seven habían venido. Aran y Cyre se habían quedado en el edificio. Al principio supuse que se habrían quedado para cuidar de la base en caso de que Karan o las Autoridades acabara apareciendo ahí, considerando que en el caso de estos últimos, iban a exigir que los Seven cumplieran su parte del trato de entregarme. Sin embargo, me di cuenta de que no era esa la razón, porque cuando no llevábamos ni cinco minutos de trayecto, Kilian, que estaba conduciendo, preguntó:

—¿Y Cyre?

Isaac negó lentamente con la cabeza como única respuesta y me pareció que un ápice de preocupación se le extendía por la expresión mientras Kilian hundía ligeramente los hombros. Elías le dio un pequeño apretón en el hombro a Kilian mientras le murmuraba, aunque yo conseguí oírlo:

—Aran se ha quedado con él. Estará bien.

No solo me sorprendió que fueran capaces de mostrar alguna emoción empática, sino que, cuando le pregunté a Thais en un susurro por qué Cyre no podía venir, considerando que era él quien había rastreado la ubicación de Lander y era quien mejor podía guiarlos hasta él, la única respuesta del chico de ojos azules fue:

—A veces tiene episodios de visiones que lo dejan hecho polvo, como hoy.

Recordé al instante que...

—Shad dijo ayer que Cyre apenas podía salir de su habitación. ¿Es por eso? —le pregunté.

Thais asintió.

—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? Shad también insinuó que era culpa mía —agregué por lo bajo.

—Desde que empezamos a protegerte y sobre todo desde que estás aquí, el porcentaje usual de visiones que ve al día se ha disparado... bastante —me dijo, lo que hizo que yo lo mirara con incredulidad—. No sé si tiene algo que ver concretamente contigo o con el hecho de que ahora medio país esté detrás de ti y las cosas estén siendo un caos ahí fuera.

Eso explicaba por qué apenas había visto a Cyre por el edificio o con los demás. Solo lo vi una vez y fue para salvarme de un Asphar que casi me calcinaba la mano. Me pregunté si la razón por la que apenas estaba a mi alrededor era porque estar cerca de mí generaba las visiones de las que Thais me estaba hablando.

—¿Y eso es buena señal? ¿Que tenga tantas visiones?

—No lo sé. Solo él lo sabe y los clarividentes no suelen compartir esa información. Supongo que es alguna especie de código de confidencialidad entre los de su tipo —me dijo, luego suspiró—: De todas formas, la mitad de las cosas que ve no las recuerda, eso es lo que le frustra tanto.

Eso me recordó a los sueños. Yo casi nunca recordaba al día siguiente lo que había soñado por la noche. Si eso podía ser a veces frustrante, no quería imaginarme cómo debía de sentirse no recordar algún acontecimiento futuro que se suponía que debías recordar.

SEVEN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora