Ahogué un grito con la palma de mi mano. Observé con los ojos abiertos cómo la bala le atravesaba el esternón, Thais salía despedido hacia atrás y las puertas del ascensor se cerraban con un ruido estridente con él todavía dentro.
El shock mantuvo mis pies anclados al suelo por un instante eterno y, cuando quise echarme a correr, una descarga repentina ascendió por todo mi cuerpo hasta mi pecho. Fue una sensación tan plena que me dio la impresión de que esa bala me había atravesado a mí también y me llevé una mano temblando al pecho, sin poder moverme, sin comprender por qué no podía moverme. Por qué no podía correr.
Y antes de tan siquiera poder recuperar el control sobre mi propio cuerpo o entender qué estaba sucediendo, el hombre ya se había abalanzado sobre mí. Me rodeó el cuello con un brazo y usó el otro para presionar el cañón frío de la pistola contra mi sien.
—Si gritas, te mueves o intentas algo raro, te mataré yo mismo, mestiza —siseó lentamente en mi oído.
El asco en el tono de su voz al decir la palabra «mestiza» era palpable mientras me empujaba sin ni una pizca de delicadeza por el pasillo. Tenía la garganta apretada y un grito atrapado en el pecho. Todavía seguía oyendo los disparos a lo lejos, eso significaba que había más intrusos en el edifico. También significaba que los Seven estaban ocupados con ellos, que Thais estaba posiblemente muerto y que yo estaba a punto de acabar como él.
Me temblaba el cuerpo entero cuando el hombre me guio hasta unas escaleras y me obligó a subir por ellas. Atravesamos dos largos tramos de escaleras, hasta llegar a la quinta planta, el último piso del edificio. El hombre abrió una puerta y volvió a empujarme dentro.
La última planta no era como las demás. Era un lugar vasto, sin pasillos. Solo era una extensión gigante y llana de hierba verde. En el centro había una piscina enorme separada por varios carriles como las piscinas de competición, que deduje que la usarían como parte de su entrenamiento y las paredes de esta planta eran de cristal transparente, que permitían ver la inmensidad del cielo.
Si no tuviera un hombre detrás apuntándome con una pistola en la cabeza, me hubiera tomado un minuto solo para apreciar lo precioso que era este sitio. Me hubiera tirado a esa bonita piscina y tal vez hasta me hubiera tumbado en la hierba para tomar el sol y ver el día pasar.
Pero hoy no iba a ser ese día. Seguramente nunca. El hombre volvió a empujarme para que siguiera andando, esta vez girando a la derecha. Me paralicé en el instante en el que vi que no estábamos solos.
Cinco hombres nos esperaban en el otro extremo del lugar, junto a la pared de cristal. Eran más mayores, más toscos y más musculosos que el hombre que me estaba agarrando, y sostenían rifles y otras armas grandes, lo que hizo que me empezaran a temblar las rodillas y el cielo entero se cerniera sobre mí. Hundí los talones en la tierra, deteniéndome en seco. A pesar de haber estado anticipando estos últimos días que este momento llegaría, todavía no estaba lista para enfrentarlo, todavía no estaba lista para morir. Al menos no sin intentar defenderme antes. Así que me retorcí con fuerza, anclando los pies en el suelo.
—¡Suéltame! —grité.
Pero por muy delgado que fuera el hombre que estaba detrás de mí, seguía siendo lo suficientemente fuerte como para inmovilizarme al instante. El brazo que mantenía enroscado alrededor de mi cuello se deslizó lentamente delante de mi cara y de los extremos de sus uñas salieron cinco garras largas y afiladas.
—Vuelve a hacer eso y te arranco esa cara, ¿me entiendes? —Arrastró una de sus garras por mi barbilla, a modo de advertencia. Cerré los ojos con fuerza.
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SEVEN ©
ParanormalTras la muerte de su padre, Kirsen Edevane se esfuerza por recuperar las riendas de su vida. Sin embargo, la llegada de siete nuevos y misteriosos alumnos al Instituto Reems convertirá su intento por recomponerse de las heridas del pasado en una mis...