23 | Una cuenta regresiva hacia lo inevitable.

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Al llegar a mi habitación después de mi conversación con Isaac, dormir fue una misión fallida. El hecho de que Rage pudiera estar barajando romper el trato que había hecho con Isaac y enviar a todo su ejército aquí —y no a cualquier ejército, sino a Alterados, ni más ni menos—, me mantuvo especialmente inquieta, imaginándome un millón de escenarios distintos en la cabeza y repasando mentalmente en cuál de todos esos escenarios yo tenía la más mínima posibilidad de conservar la vida. Conclusión: en ninguno.

Sabía que lo único que me calmaría los nervios sería zambullirme en una bendita piscina.

Hacía más de tres semanas que no lo hacía y no había tenido la oportunidad de aprovechar la piscina de la última planta del edificio. La última vez que estuve ahí casi me secuestraban los hombres de Lander, así que no me había atraído mucho la idea de volver a subir ahí. Bueno, hasta ahora.

Cogí una toalla y salí de la habitación. Los pasillos ya estaban oscuros. No tenía bañador así que me dirigí a la habitación de Ishtar para ver si tenía alguno que pudiera prestarme. Pero cuando llegué al pasillo donde se encontraba su cuarto, noté en medio de la oscuridad a una figura masculina muy alta parada frente a la puerta medio abierta de la habitación de Iss. Ishtar asomaba la cabeza desde ella.

Volví sobre mis pasos para esconderme tras la pared, entornando los ojos para ver de quién se trataba.

Shad.

Shad se apoyó en el marco superior de la puerta para inclinarse hacia Ishtar que le estaba susurrando algo, y entonces Shad se acercó un poco más a ella y...

La besó.

Y después entró en la habitación con ella.

Pestañeé con confusión.

¿Shad e Ishtar?

¿Ishtar y Shad?

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué?

—¿Qué estamos mirando? —susurró alguien en mi oreja detrás de mí.

Pegué un sobresalto antes de darme la vuelta rápidamente para encontrar a Elías parado frente a mí. Me estaba mirando con los ojos entornados. Luego dirigió la vista hacia la puerta de la habitación de Iss. Esperé que luciera tan sorprendido como yo por lo acababa de pasar, pero solo hubo una expresión en blanco en su cara para nada propia de Elías. Él siempre era muy expresivo. Pero en aquel momento, ni siquiera pestañeó.

Devolvió la vista hacia mí, y me preguntó:

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Vivo aquí.

—Ahora yo también vivo aquí.

—Oye, esto no funciona así. Se supone que el que debería hacer las preguntas soy yo —murmuró—. De todos modos estás yendo en la dirección equivocada.

Hundí el ceño. ¿Sabía él hacia dónde me dirigía?

—Mi habitación está por esa dirección —señaló detrás de él, deslizando una media sonrisa.

—Ya te gustaría —le dije, pasando de largo, dirigiéndome al ascensor—. Voy a nadar un rato. He venido porque necesitaba un bañador, pero creo que Iss no está disponible...

—Iré contigo, entonces.

—¿Para qué?

—Me toca hacer guardia esta noche. No me vendría mal tener una compañía agradable mientras lo hago.

SEVEN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora