34 | ¿Y si el mundo está ardiendo?

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Por más que abría y cerraba la boca para decir algo, lo que fuera, las palabras eran tragadas por la sorpresa y el miedo. Sorpresa porque no se suponía que Elías debiera estar aquí. Miedo porque también estaba en un salón lleno de trescientos Nephers y decenas de guardias y él me estaba sonriendo como si nada.

—¿Elías?

Elías se dobló ligeramente para hacerme una reverencia elegante con una sonrisa encantadora en los labios.

Milady, estás radiante esta noche —dijo como si estuviéramos en una película de la realeza, deslizando la mirada por mi vestido. Luego empezó a aflojarse la corbata, suspirando—. Y dejándome sin aliento, como siempre.

Lo observé con los ojos abiertos, abriéndolos hasta el límite cuando me caí en la cuenta de que no, esto no era un producto de mi imaginación. Él estaba aquí. El pánico empezó a invadirme poco a poco.

—¿Qué... —Bajé la voz, susurrando—. ¿Qué haces aquí? ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo has entrado? ¿Por qué estás aquí? ¿Dónde...

Elías me puso teatralmente un dedo sobre los labios, obligándome a callar. Mis ojos se movieron de su dedo a su cara, y de su cara a su dedo, hundiendo las cejas.

—Normalmente las chicas se alegran cuando me ven. —Torció los labios en un gesto decepcionado—. Pero a ti no te veo muy emocionada...

No tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando ni por qué Elías estaba aquí ni por qué razón me estaba hablando como si la situación no fuera altamente peligrosa. Estaba tan preocupada por el potencial caos que se desataría aquí si los guardias descubrían a Elías que no me atreví a aventurar una mirada en dirección a ninguno de ellos, ni hacia los guardias que Axian había dejado para que me vigilaran. Tampoco me atreví a buscar a Eryn con los ojos. Eryn lo reconocería al instante. Y esta vez no dejaría que se marchara. Joder, joder, joder...

—Estás pálida. Y estás casi en los huesos. —Me echó una mirada examinadora, chasqueando la lengua con disgusto—. ¿Es que no te han dado de comer aquí o qué?

—Van a matarte —susurré con pánico.

Elías alzó una ceja con diversión.

—¿Quién?

—Mis escoltas.

—¿Escoltas? ¿Qué escoltas?

Me giré lo más sutilmente que pude hacia la dirección en la que Eryn y los dos guardias estaban hace solo unos segundos.

—Esos escolt...

No había ni uno.

Ni el chico moreno, ni la chica de pelo afro. Ni siquiera Eryn.

Cuando me volví rápidamente para mirar a Elías, una lenta sonrisa empezó a formarse en sus labios. El horror me subió a la garganta.

—¿Qué les has hecho?

—¿Yo? Nada —aseguró, lo que casi me hizo suspirar de alivio, hasta que añadió—: Kilian quería ocuparse de ellos porque no se fía de que ninguno de nosotros se acerque a Eryn. —Hizo una mueca de disgusto con los labios—. Esa chica nunca me ha gustado. Y por lo general a mí me gusta todo el mundo.

Mis ojos se abrieron más aún, el pánico invadiéndome el cuerpo entero. Porque...

Primero, ¿Kilian y Eryn en el mismo espacio físico? Eso no podía salir bien, no después de que la Nepher lo amenazara con matarlo si volvía a verlo.

SEVEN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora