Capítulo 1

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Encuentros Peligrosos.

No sé por qué carajo acepté venir a este evento, cubrir un una presentación pictográfica y artes plásticas, no significa nada para el periódico de chismes y nota roja para el que trabajo; además, este maldito pueblo no tiene el menor interés en la cultura, solo en Fut -bol y baloncesto.

Elena, me tendrá que pagar dobles horas extra, es más, triples horas extra por venir aquí, cuando bien podría estar celebrando el cumpleaños de mi hermana. Las muchachas y yo estaremos reunidas, todas juntas... claro que me debe una, y muy grande.

Voy tomando fotografías con mi hermosa "Nini" a medida que recorro el salón blanco y negro. Mi cámara semi-profesional, fue un regalo de Sebastián por nuestro primer aniversario como pareja.

Algunas pinturas llaman mi atención, así como alguna que otra escultura. Son estúpidamente caras. La artista: Mónica Allist.

Tomo algunas fotografías de las esculturas y de las personas que están en el lugar, quienes me miran raro. Obviamente yo haría lo mismo, si dijeran que son periodistas y vienen vestidas para salir a un bar. El vestido negro con escote en "V", ceñido al cuerpo y escandalosamente pequeño, destacan de entre la multitud. Solo le doy gracias al cielo de que Julia me convenció de comprar esa gabardina de color beige que llega hasta las rodillas. Mi maquillaje, tampoco es nada modesto, labios rojos que dicen cómeme y un poco de delineador negro que resalta mis ojos azules.

Sigo recorriendo el lugar en busca de alguien que llame la atención, que haga que valga la pena haber venido, un artista reconocido tal vez, pero nada. De pronto un grupo de unas diez personas reunidas al frente de una pintura a colores y manchones negros llama mi atención, pero en especial aquel hombre de traje gris y pinta de galán de novela y trasero perfecto; aunque la verdad no lo sé, porque todos están de espaldas.

Todos ríen alrededor del hombre gris, y yo me acerco poco a poco, dispuestos a fotografiarlos, pero cuando estoy a unos escasos metros, la voz que sale del hombre me hiela por completo.

De todos los malditos lugares en los que me podría haber encontrado a este tipo otra vez, tenía que ser a uno dónde vengo sola y vestida de zorra. Tengo que irme, '¡pero ya!

Doy la media vuelta, cuando uno de los meseros que estaban aparentemente lejos de mí, choca con mi hombro de manera violenta, haciendo que tire las copas que lleva en la charola. ¡Mierda!

Pido disculpas efusivas una y otra vez, pero no me detengo, debo salir de este maldito lugar. Camino rápido, lo más rápido que estos malditos tacones me permiten hacerlo y creo que no es lo suficientemente rápido.

Logro llegar, casi hasta la entrada grande de piedra, pero la voz de ese hombre me ha seguido diciendo mi nombre una y otra vez. No quiero voltear, pero es demasiado tarde al sentir que su voz está en mi espalda. La electricidad sigue ahí.

No tengo más remedio que confrontarlo.

- Andrea, ¿Eres tú?- me dice mientras sigo de espaldas.

¡Doble mierda!

- ¡Sergio!- trago saliva.- ¡que coincidencia!

Maldito bastardo hijo de...

- Pues es una sorpresa verdaderamente.

Dice inspeccionándome de arriba abajo con esos ojos verdes. Dios, me mira de la manera más caliente del mundo, una mano en su barbilla y la otra en la bolsa de su pantalón.

- Pues sí que lo es.- Mascullé nerviosa y enfadada conmigo misma.- Han pasado dos malditos años y no puede causarme este efecto con solo una mirada...- Me dio mucho gusto saludarte, me tengo que ir.

Quiero emprender la huida, pero su voz me congela de nuevo.

- ¿Quieres una copa? Aunque no creo que quede ninguna.

- Ja ja. Que gracioso. No, muchas gracias, se me hace un poco tarde.

- Vamos, es solo una copa...- Contesta poniendo esa cara de galán que solo Sergio De Anda puede poner y hace que no pueda decirle un no. A pesar que han pasado más de dos años.

- Está bien- Digo analizando mi error.- Pero solo una, me espera mi novio y tengo que manejar.- No es mentira del todo, tengo novio, pero no es él el que me espera. Lo único que quiero es que sepa que no estoy sola.

Toma de mi brazo, escoltándome de nuevo hasta la pintura, dónde se encontraba con aquellas personas. Una vez ahí pasa el mesero al cual le he tirado las copas, le entrega dos con vino tinto de dudosa procedencia a Sergio, y enseguida me da una a mí. Sin mirarme, da el primer sorbo a su vino y dice:

- ¿Novio?

- Si, novio.- No me mira y su frialdad me llena de sentimientos encontrados.- Ya sabes, un hombre que me quiere, que me respeta y que no tiene miedo a un título. Novio.

- ¡Auch!- dice recreando un falso dolor en el pecho.- Eso dolió.

- No era la intensión, pero... en fin.- ¡Ja! En tu cara idiota. Doy un sorbo al vino rojo barato que nos han servido.

- ¿Cuánto tiempo?

- Dos años.

- ¡Dos años! No me guardaste luto.

- ¿Luto a qué? Tú y yo solo teníamos sexo, ¿Recuerdas? Tú mismo lo dijiste.- Respondo con tono irónico.

- ¡Sí que lo recuerdo! Era el sexo más genial.

Me pongo extremadamente nerviosa. Esa conexión, esa intensidad y ese deseo siguen ahí.

Llevo a mi garganta lo que resta del vino tratando de buscar algo más de que hablar, porque si sigo por ese camino terminaré igual de idiota que antes.

- Esa pintura es interesante.- digo aclarándome la garganta.

- Representa a la vida. Míralo de este modo, el lienzo eres tú, los colores son las cosas que valen la pena en la vida y las partes obscuras las dificultades, tristezas, y desamor. El lienzo de la vida.

- Bonita explicación, ¿es tuya?

- No. Mi hermana es la artista, no yo.

Esto me sorprende, nunca antes había mencionado a su familia, es más, lo único que conocí de él fue su casa, algunas de sus propiedades y su nombre. Eso era todo.

- Con que tienes familia....

- Si, ya sabes, padres hermanos, hermanas... etesé, etesé.

- Ja. Ja. Gracioso.- Veo mi reloj de mano y ya voy con veinte minutos de retraso.- Sabes, me tengo que ir, un gusto verte.

- ¿Tan pronto?

- Si, tan pronto. Me esperan ¿recuerdas?

- Bueno, pues...- Se acerca peligrosamente a mis labios y me da un beso en la mejilla, casi en la comisura de la boca. Madre-mía.- Me saludas a tu novio.

- Ajá... si, no cuentes con ello.

Un temblor, nerviosismo y todos los sentimientos encontrados que pudiese imaginar cruzan por mi cuerpo. Me voy lo más rápido posible caminando hasta la enorme entrada de piedra del museo de arte contemporáneo, encuentro rápidamente a mi "chucho", un Beatle 2003, color rojo descapotable. Entro en él, cierro la puerta y enciendo el motor. Con ambas manos en el volante esperando a que el motor caliente; analizo lo que ha sucedido. La expresión de desconcierto que puso cuando le dije de Sebastián nunca la había visto, nunca me había mencionado nada de su familia. Cambió.

Olvidarte es Imposible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora