Reminiscencias (parte I)

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(Close Your Eyes/RHODES)


Cuando desperté tenía la extraña sensación de estar drogada.

Una vez, hace dos años, fui junto a Kathlyn y un grupo de amigos a disfrutar de nuestras vacaciones a la cabaña que tenía uno de los chicos con los que  viajábamos, estaba a unas horas de Cambridge y solía ser nuestro punto de encuentro para la época pre navideña.

Recuerdo que uno de ellos consiguió una cantidad absurda de hierba, solíamos beber y fumar cada noche desde que empezaba a oscurecer hasta que moríamos sobre los sillones. 

Cuando la droga me pegaba, mi cuerpo se volvía lento y me encantaba tocar todo con las palmas, la sensación de estar volando era tan grande que me desplazaba sin tener conciencia de que mis pies se movían, y todo me daba vueltas de un modo tan impresionante que a veces me gustaba salir al prado para mirar las estrellas en el cielo, era como si hubiera una lluvia infinita de estrellas fugaces. Los  sonidos eran una especie de ecos y no había nada más que mi cuerpo llenándose de aire, cada célula inflándose con oxígeno.

<<Venga Bini, que voy a vomitar sobre la alfombra>>

La voz de Kath mezclada con su risa me resonaba en los oídos , como si mi cuerpo se negase a aceptar que aquel lugar horroroso existía, usaba mis recuerdos para reemplazar mi situación real por momentos confusos y agradables.

<<Aún queda tequila Nick, no huyas que es nuestro turno>>

Me sentía de puta madre, me dolían músculos que ni siquiera sabía tenía y un olor algo ácido me revolvía el estómago. La risa estruendosa de Kathlyn sonó otra vez mientras la veía arrojarse al piso.

<<¡Lepbinia te toca beber!>>

—Kath... —susurré algo desorientada, un nudo en el estómago me hizo reaccionar como si la sensación de agobio no hubiese desaparecido incluso en mi sueño.

 Mi rostro estaba tirante por las lágrimas secas que lo cubrían, sin mencionar el olor a óxido de la sangre, mi propia sangre, que me bañaba todo el costado de la frente. Una respiración tranquila se oía en la habitación, como una música de fondo para ambientar el tétrico cuadro que me tenía de figura principal.

Los recuerdos empezaron a llegar uno a uno, las ideas comenzaron a tomar forma mientras mi cabeza maltrecha bombeaba tan fuerte que quise gritar de dolor, boté el aire que contenía en los pulmones conmocionada por todo lo que mi mente empezaba a comprender.

Mi cuerpo tembloroso se intentaba mantener quieto para no alertar a mi compañero, pero me era imposible, tuve el impulso de comenzar a gritar desesperada, pero no alcancé a abrir la boca cuando la amenaza de aquel hombre me hizo tragar la histeria, mi respiración se aceleró a penas y ante la impotencia solo atiné a doblar las piernas para encogerme y desaparecer. 

Comencé a llorar muy despacio, no quería tentar mi suerte, así que me di el privilegio de aliviar mi pena sin hacer otro berrinche al chico que me acompañaba y que, hasta el momento, no se había acercado. ¿Por qué yo? ¿Por qué fui a ese lugar?¿Por qué me detuve y no di media vuelta?

Tantos porqués que realmente no importaban, ninguno de ellos cambiarían el hecho de que yo estaba ahí en ese lugar que no conocía, sin alternativa, solo compadeciéndome de mí misma, lloriqueando por lo malo que me sucedía en vez de pensar, de intentar solucionar el problema.

<<Lepbinia, jamás te olvides que tu puedes conseguir lo que sea>>, las enseñanzas de mamá me aterrizaban, me hacían fuerte, valiente y por sobre todo me recordaban que nunca debía rendirme. <<Piensa, piensa Lepbinia, dónde carajos estás>>, de pronto una pregunta se me cruzó por la cabeza, si aquello era un secuestro no faltaría mucho tiempo para que se comunicaran con mi familia pidiendo rescate. ¿Qué harían mis padres?, ¿Conseguirían el dinero o hablarían con la policía?

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora