Punto final

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Advertencia: La primera mitad del capítulo siguiente contiene escenas que pueden ir en contra de algunas creencias y/o dañar a personas susceptibles. Siéntanse en el derecho de saltarlo si es que se sienten incomodas con ello.

(Devil like me/ RAINBOW KITTEN SURPRISE)


Es tremendamente tétrica la escena en la que me encuentro, por supuesto, si la viera desde fuera no sé si tendría la misma entereza para actuar, pero quito esos pensamientos tan rápido como puedo.

Arranco mis pantalones y ropa interior de un solo jalón, y doblo el alambre por la mitad ignorando el hecho de que está oxidado. Siento unas leves ganas de vomitar pues sé cuantas infecciones estoy por meter a mi cuerpo, pero no soy estúpida, otra de mis conclusiones luego de mis horas de análisis, es que no me dejarán morir, jamás han querido matarme y estoy segura que eso no cambiará por un tiempo, así que me darán el tratamiento médico necesario para salvarme. En caso contrario moriré de una septicemia y con eso también me conformo.

Me ubico en cuclillas y en un respiro profundo introduzco el alambre en mi vagina. La sensación es horrorosa, pero me contengo porque sé aún no llega lo peor, aún no alcanzo mi útero. Me detengo unos segundos antes de presionar con un poco más de fuerza, moviendo mi muñeca irregularmente para que este se desplace con mayor facilidad. 

Cierro mis ojos y presiono los labios para contener el dolor que siento, pero no me detengo hasta que este ya está dentro por completo. 

El aire se me escapa con brusquedad, en una respiración agitada que libera las primeras lágrimas de mis ojos, lo que hago es intuitivo, solo sé que ha de funcionar porque he leído textos respecto a los métodos abortivos de las mujeres en la antigüedad, y si bien sé que utilizaban utensilios más refinados y esterilizados, el efecto de raspaje debería ser el mismo, siempre y cuando haga el movimiento correcto.

No sé en qué momento sucedió, pero la sangre ha corrido a través del alambre y comienza a bañarme la mano, entonces recuerdo que Harry comenzará a preocuparse en cualquier momento.

No hay tiempo que perder.

Mi mano mueve el "utensilio" como si se tratase de una cuchara raspando helado, y cada movimiento me genera una punzada malditamente dolorosa, como si me cogiera un nervio y lo tirase hasta el punto de cortarlo, pero no me detengo, veo el charco de sangre que se forma bajo mis pies y cómo las lágrimas caen sobre él, mezclándose en formas irregulares.

—¿Lepbinia? —Es lo que oigo luego del golpeteo sobre la puerta—. ¿Estás lista?

Y ya está, sé que si no salgo ahora mismo, entrará por mí, así que respondo tragándome todo lo que siento, ignorando el miedo, la rabia y la tristeza, respiro hondo antes de contestar.

—Sí, sí, ya voy —La voz se me quiebra, pero al parecer no alcanza a darse cuenta, así que en un tirón brutal arranco todo el alambre dejándolo caer  sobre el charco y ya no puedo evitar el grito de dolor que se me escapa de la garganta.

—¿Qué sucede? —pregunta con preocupación tratando de abrir la puerta, pero no puede, se oye el ruido que hace su cuerpo en los dos intentos seguidos antes de caer en la cuenta de que está cerrada— Lepbinia, abre.

Necesito controlarme, nuevamente mi pulso firme desaparece y en lugar de ello vuelve el irregular de costumbre. El dolor interno que siento es tan grande que a penas puedo desplazarme, pero no necesito hacer demasiado, solo estiro mi mano hasta el papel higiénico para poder limpiar la sangre que sigue saliendo a borbotones desde mi entrepierna, como si me hubiera vuelto la menstruación con más abundancia que de costumbre. 

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