(Riverside/Agnes Obel)
—¿Estás lista? —pregunta Harry para cubrir mis ojos con la venda.
—Lista —respondo poniendo mis manos sobre el género para asegurarme de que está bien acomodado.
Ha llegado el día, hoy es cuando el famoso médico ha de venir a examinarme.
Si soy honesta, ya perdí la cuenta de los días que llevo aquí. Incluso no estoy segura de los días que han pasado desde...
—Blackely. —Un escalofrío me recorre el cuerpo.
Esa voz, Jamie está al otro lado de la puerta llamando a Harry, y si bien hay una pared que nos separa, mi cuerpo involntariamente comienza a temblar.
Los recuerdos no se detienen jamás, y sino es porque Harry ya me ha envuelto en sus brazos probablemente estaría chillando en una crisis de pánico.
—Está en la sala esperándo por ella —indica mientras da un golpe en la puerta mientras su risa macabra se escucha, cosa que me sobresalta. Siento mi corazón latir frenético, deseando salir de mi pecho para escapar lejos. Pero solo me escondo en los brazos de él, enterrando mi cabeza en su cuerpo como una cría aterrada, porque eso soy.
Los pasos se alejan del lugar mientras sus manos toman mi rostro.
—Lepbinia, estoy aquí —dice al ver que no logro controlar el temblor, como siempre convirtiéndose en medicina para mis males.
El camino hasta el lugar es más largo que el camino al baño y el silencio en los corredores la primera mitad del trayecto resulta apabullante, supongo que así ha de sentirse el estar en una película de terror, rodeada de un vacío negro y espeluznante. Pero de pronto toda aquella quietud se ve reemplazada por un bullicio impresionante, al menos es lo que siento luego de casi un mes en la soledad más absoluta.
Se oyen pasos de un lado a otro, telefonos sonando, personas conversando.
Aferro mis manos esposadas a la chaqueta que cubre el torso de Harry, porque los nervios me tensan a un punto insospechado. Tengo la cabeza revuelta, deseo preguntarle muchas cosas respecto a lo que pasa en aquel lugar. Pero entonces estoy de pie una vez más, y siento su brazo pasar junto a mi cabeza para tocar la puerta donde seguramente ha de estar esperándonos el médico.
La puerta se abre de pronto, y una mano toma mi brazo izquierdo para dirigirme dentro de una habitación que huele a desinfectante y canela. Tengo la piel erizada porque no siento a Harry entrando conmigo, en lugar de ello la puerta se cierra sonoramente a mis espaldas.
¿Y ahora qué?
Unos dedos fríos me rozan las muñecas mientras quita las esposas y luego en un movimiento fluído arranca la venda de mis ojos.
Un hombre de mediana edad, delgado y con nariz griega me indica con su mano que me siente sobre la camilla.
El lugar es una sala de exámenes; hay una camilla, un escritorio con computador y algunas repisas con equipamiento médico. El blanco brillante de las peredes me encandila con el reflejo de los tuvos fluorecentes y pongo las manos sobre mis ojos para aminorar el efecto.
—Soy Igor Tonra. —Se presenta con monotonía, como si lo hicera más por procedimiento que por interés—. Seré tu médico a cargo, hoy haremos una revisión de rutina y sacaremos algunas muestras de sangre para asegurarnos de que todo esté en orden. Necesito que te desvistas.
Es todo cuanto dice mientras saca su estetoscopio dispuesto a utilizarlo conmigo.
Me quedo allí sin mover un músculo, procesando lo que acaba de decirme.

ESTÁS LEYENDO
Cautiva
Ficção AdolescenteEl frío distrito universitario de Cambridge es el único hogar que Lepbinia Miller conoce, criada por dos padres preocupados, tres hermanos hermosos y una vida llena de amor, esta chica universitaria no sabe los múltiples caminos a los que la vida pu...